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❝ Te has llevado mi corazón, mi orgullo, mi pasta,
mi paz, mi vida. ❞

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Cuando HyunJin lo dejó en la puerta de su casa a las dos de la mañana, Jeongin supo de inmediato que se había metido en un pequeño problema.

El zumbido en su cabeza no hacía más que intensificarse, como si mil abejas estuvieran atrapadas en su cráneo, golpeando contra su conciencia, metiendo sus aguijones en cada conexión neuronal de su cerebro. Se sentía débil, sus piernas apenas respondían, y cada paso hacia la puerta de entrada se sentía como si arrastrara toneladas de peso invisible. Aún podía sentir el picor en sus ojos, la incomodidad persistente que venía después de horas consumiendo y desgastándose en la discoteca. Miró su teléfono. Un montón de llamadas perdidas iluminaban la pantalla: su madre, sus amigos, todos queriendo saber dónde estaba. Hizo una pequeña mueca cuando vio la luz encendida en la cocina a lo lejos. Maldijo en silencio.

Su madre lo estaba esperando. Yang Sun-Hee no iba a dejar que esa noche terminara sin enfrentarlo. Con un suspiro profundo, Jeongin se preparó para lo inevitable, tratando de calmar su respiración mientras abría la puerta de la casa con una delicadeza exagerada. Caminó por el pasillo, sus pasos cautelosos, esperando escuchar el familiar gruñido de desaprobación de su madre o ver su silueta recortada en la luz de la cocina. Pero no había nada, ninguna sombra, ningún sonido que delatara su presencia. Por un segundo, quiso agradecer al universo por su aparente buena suerte, pensando que tal vez podría evitar el enfrentamiento.

Sin embargo, justo cuando estaba por subir las escaleras, escuchó unos pasos detrás de él.

El estómago se le encogió, quiso devolverse cómo un perrito arrepentido. Sabía que se había acabado el tiempo de fingir que nada había pasado, menos, con el historial familiar que tenía. Se giró lentamente, el crujido en su espalda le hizo notar lo agotado que estaba su cuerpo. Su madre estaba ahí, furiosa, con los ojos entrecerrados y los labios apretados en una fina línea de desaprobación, si, se encontraba furiosa. Jeongin sabía que estaba a punto de recibir el sermón de su vida, y para empeorar las cosas, estaba demasiado desechable, demasiado desgastado para argumentar o defenderse.

—¿Dónde has estado?

La milenaria pregunta se hizo presente ante sus ojos. Jeongin sintió cómo sus hombros se encogían automáticamente, buscando una excusa que ni siquiera él mismo creía. Sabía que no iba a funcionar, pero eso no significaba que no lo intentara.

—Perdón, se me descargó el teléfono... —murmuró, su voz sonando más débil de lo que esperaba.

No podía ni mirarla a los ojos, sabiendo que la mentira se derrumbaba antes de que pudiera terminar de salir de su boca.

Dealer | HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora