Capítulo 9

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Jeongin nunca tuvo la necesidad de entrar a un camerino ajeno.

Hasta esa noche.

Empujó la puerta del pequeño espacio y auxiliándose de la linterna encendida en su celular, miró hacia el interior, enfocando el anaquel de ropa con ganchos colgando que figuraba en una esquina y enseguida notó que había una pequeña lámpara recargable sobre el vanity, aliviando en un treinta por ciento la penumbra confinada en las cuatro paredes.

Se enterró los colmillos en la lengua al escanear el área y arrugó las cejas cuando notó que su presa no se hallaba ahí.

Hyunjin no estaba, el camerino se veía aparentemente vacío y pensó que si Felix había querido jugarle una broma para dejarlo solo en medio de la oscuridad, podía darse por hombre muerto.

No había rastro del estúpido vidente e inconscientemente dio un paso al frente para asomar la cabeza, pensando en mil y un formas de hacer pagar al funámbulo por ser un tramposo, por haberlo abandonado a su suerte, por ser un-...

—¡¿Asustado?!

El chillido que salió de su boca no fue humano.

El corazón se le detuvo por milésimas de segundo, fue como si sus piernas se convirtieran en resortes por el tremendo salto que dio y la adrenalina que segregó con el espanto, casi lo impulsó a salir corriendo despavorido sin importar que los truenos siguieran retumbando afuera de la carpa.

Dos sustos en menos de una hora, tendría que ir a un chequeo médico urgente porque seguramente iba a morir de un infarto.

Apuntó la cara de Hyunjin con su móvil, el imbécil se desplomó en una carcajada escandalosa, abrazándose el estómago y dejándose caer en uno de los sofás individuales.

—¿¡Eres imbécil!? —reclamó, sobándose el pecho en círculos—. ¡Madura!

No le pareció gracioso, tenía taquicardia y la respiración agitada.

—¡Creí que ya me habías visto! —Sin dejar de reír, pronunció—. Estaba atrás de la puerta.

La verdad es que no había sido muy observador, él ya estaba creando un plan macabro para torturar a Felix por mentirle.

—Tú pagarás mi consulta con el doctor —Llenó sus pulmones de aire—. No hagas eso, pudiste haber matado al bebé.

—Qué mierda, ¿cuál bebé?

—¡Yo!

Hyunjin bufó y se carcajeó con reiteración, cubriendo su rostro cuando la luz blanca le lastimó los ojos.

—Quita eso, ya —masculló entretenido y señaló la otra lámpara encendida—. Con esa es suficiente, no seas ridículo.

—Oye, tú no eres nadie para juzgar mis miedos —Ligeramente confiado, Jeongin ingresó al camerino y cerró la puerta con discreción—. A mi no me gusta la oscuridad, mucho menos las tormentas eléctricas. Junta ambas cosas y dime si tu broma fue graciosa o mortal.

Era en serio, pudo enviarlo al otro mundo con su repentina aparición y el desgraciado no tenía ni pizca de remordimiento.

—No me voy a disculpar si es lo que quieres —Le sonrió con burla—. Mejor dime, ¿por qué no preferiste irte con Felix?

—¿Tengo que rendirte explicaciones? —respondió a la defensiva y apagó su linterna—. ¿Escuchaste nuestra conversación?

—Ajá, quería ver que se sentía ser un chismoso como tú.

El trapecista se rascó la barbilla y desfiló hasta ubicarse al frente del sillón donde Hyunjin permanecía sentado, cruzándose de brazos al identificar su bobo gesto lleno de autosuficiencia, jodidamente soberbio y orgulloso.

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