༺ Piedra de la suerte.

73 6 0
                                    

Era una tarde fresca en las montañas, el cielo teñido con tonos cálidos mientras el sol comenzaba a ocultarse

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era una tarde fresca en las montañas, el cielo teñido con tonos cálidos mientras el sol comenzaba a ocultarse. El murmullo del arroyo cercano acompañaba los pasos de los tres aprendices de Urokodaki. Giyu, apenas un niño, estaba entrenando con seriedad bajo la atenta mirada de su maestro, su espada cortando el aire con precisión.

Unos metros más allá, Sabito y Makomo observaban con sonrisas cómplices. A su lado, [T/N], la compañera más cercana de Giyu, no podía evitar reír ante la rigidez de su amigo. Ella también era una aprendiz de Urokodaki, aunque prefería tomarse las cosas con un poco más de ligereza.

—Giyu está demasiado tenso —comentó Sabito con una sonrisa traviesa, mientras movía la cabeza en dirección a su amigo—. ¿Qué crees, [T/N]? ¿No deberías relajarlo un poco?

—¡Totalmente! —respondió [T/N] entre risas—. Siempre está tan serio... yo me encargo.

Mientras Giyu continuaba concentrado en su entrenamiento, [T/N] tomó una pequeña piedra y se la lanzó suavemente, golpeándole el pie. Giyu se giró, confundido, y vio a [T/N] sonriendo con esa expresión traviesa que lo desconcertaba cada vez.

—¡Oye, Giyu! —dijo [T/N], cruzándose de brazos—. Relájate un poco, te vas a convertir en una estatua de tanto esfuerzo.

Giyu, sonrojado levemente, apretó la mandíbula, intentando mantener la compostura.

—No estoy aquí para jugar, [T/N]. Estoy entrenando en serio.

—¡Vamos, Giyu! —saltó Makomo—. Un descanso te haría bien. Siempre puedes volver al entrenamiento, pero es importante despejar la mente también.

Sabito, quien no perdía oportunidad de bromear, añadió:

—Además, [T/N] tiene razón, te vas a oxidar si sigues así.

Giyu suspiró, su rigidez comenzando a desvanecerse. Aunque no lo admitía, había algo en la compañía de [T/N] que lo hacía sentir más ligero, como si el peso del mundo no fuera tan abrumador cuando ella estaba cerca.

Después de un rato, Urokodaki les permitió tomar un descanso, y los cuatro se dirigieron al arroyo cercano. [T/N] y Makomo corrían por delante, riendo y hablando sobre las piedras más brillantes que podrían encontrar, mientras Sabito caminaba al lado de Giyu, dándole ligeros empujones amistosos.

—Deberías relajarte más con [T/N], sabes —dijo Sabito, bajando la voz—. No siempre tienes que ser tan serio.

Giyu lo miró de reojo, con una ligera frustración.

—No es que lo haga a propósito —murmuró.

—Ya lo sé —respondió Sabito con una sonrisa—. Pero ella siempre te hace sonreír, aunque no quieras.

Más adelante, [T/N] encontró una piedra especialmente brillante y la levantó hacia el cielo.

—¡Giyu, mira! Esta es para ti —gritó, corriendo hacia él y entregándole la piedra—. Te traerá suerte en tus entrenamientos.

—No creo en esas cosas —dijo Giyu, aunque tomó la piedra y la guardó en su bolsillo con cuidado.

—Tal vez deberías empezar a hacerlo —respondió ella, sonriéndole—. A veces, un poco de suerte es todo lo que necesitas para superar un mal día.

Giyu la miró de reojo, pero en lugar de responder, simplemente asintió. Sabía que, aunque no lo admitiera, había algo en lo que ella decía que lo hacía sentir mejor. Esos pequeños momentos de tranquilidad con sus amigos, y especialmente con [T/N], lo ayudaban a sobrellevar la carga de ser un cazador de demonios en entrenamiento.

Esa noche, después de cenar, los cuatro se sentaron cerca del arroyo. El viento fresco acariciaba sus rostros mientras conversaban en voz baja sobre los desafíos del entrenamiento. [T/N] estaba sentada junto a Giyu, dibujando círculos en la tierra con un palo, mientras él la observaba de reojo. Había algo en su cercanía que lo tranquilizaba, algo que no podía explicar.

—Mañana será un día difícil —dijo Makomo—, pero con suerte, nos las arreglaremos para mantener a Urokodaki-sensei impresionado.

—Con suerte y esfuerzo —añadió Sabito, estirándose.

—Y con compañía —dijo [T/N], lanzando una mirada suave a Giyu—. Siempre es más fácil cuando estamos juntos.

Giyu no dijo nada, pero su pecho se llenó de calidez. Aunque no entendía del todo lo que sentía, sabía que esos momentos con [T/N] y sus amigos eran más valiosos de lo que podía expresar. Era en esas pequeñas interacciones, en la simplicidad de las risas y el apoyo mutuo, donde encontraba la fuerza para seguir adelante, incluso cuando el camino se volvía más oscuro.

Esa noche, mientras todos se quedaban en silencio bajo las estrellas, Giyu mantuvo la piedra que [T/N] le había dado en su mano, como un recordatorio de que, a pesar de la dureza del entrenamiento y el peligro del mundo, siempre habría un pequeño rayo de luz que lo mantendría en pie.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ; 𝐓𝐎𝐌𝐈𝐎𝐊𝐀 𝐆𝐈𝐘𝐔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora