༺ Preocupación disimulada.

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Giyu y tú fueron asignados a patrullar los alrededores de la Mansión Mariposa, con el propósito de evitar que los demonios se acercaran a la zona de Shinobu

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Giyu y tú fueron asignados a patrullar los alrededores de la Mansión Mariposa, con el propósito de evitar que los demonios se acercaran a la zona de Shinobu.

Algunos de esos seres buscaban un aunque fuese un pequeño sorbo de sangre fresca de los cazadores heridos que descansaban allí, recuperándose de sus misiones. Ahora, te encontrabas rodeada de demonios hambrientos que intentaban obtener tu propia sangre, podías sentir la tensión creciendo.

Durante una misión en solitario, recibiste un corte en la cintura. En su momento, parecía algo menor, una herida superficial que no ameritaba gran atención. Con un pequeño kit de costura, que se suponía usarías solo para reparar tu uniforme, decidiste cerrar la herida por tu cuenta y evitar que sangrara más.

En tu básico conocimiento médico, ni siquiera te molestaste en pasar por el hospital de Shinobu para revisarlo, convencida de que esos hilos serían suficientes para mantenerla cerrada y que se curara solo. Mirando hacia atrás en el tiempo, te dabas cuenta de lo ingenuo que fue pensar que esas finas hebras podrían sostener algo más que un simple rasguño.

Mientras tanto, Giyu se encargaba de eliminar a los demonios más débiles con precisión, dejándote enfrentarte a uno más fuerte, confiando en tus habilidades. Sabía que podrías manejarlo, pero hoy te sentías demasiado torpe. Cada movimiento te hacía temer que tus rudimentarias puntadas se soltaran, y el cansancio por la curación ralentizaba tus reacciones. El dolor era constante, cada paso una tortura inexplicable, incluso cuando la herida estaba en tu costado.

De repente, un dolor agudo recorrió todo tu cuerpo, obligándote a detenerte y titubear. El demonio frente a ti aprovechó esa breve vacilación y se abalanzó, pero Giyu fue más rápido. Al ver tu tropiezo, él ya había decapitado a su último oponente y corrió hacia ti con la misma rapidez. La cabeza del demonio rodó por el suelo, su cuerpo desvaneciéndose en cenizas justo cuando sentiste cómo la tela de tu yukata comenzaba a empaparse con un líquido cálido. Al mirar hacia abajo, lo supiste de inmediato: tu herida se había reabierto. Maldita sea.

El dolor intenso era insoportable, y el contacto de la tela con la herida solo lo empeoraba. Sentías como los hilos que habías usado para coser la herida se habían hundido en la carne, y el dolor te hizo doblarte. Giyu notó tu respiración entrecortada y giró la mirada hacia ti, sus ojos rápidamente enfocándose en la sangre que comenzaba a filtrarse a través de tu ropa.

En un instante, su expresión cambió; una mezcla de urgencia y alarma cruzó su rostro mientras agarraba tu traje con fuerza y, sin pensarlo dos veces, la rasgó de tus hombros para descubrir el uniforme empapado de sangre que llevabas debajo.

—¿Qué demonios es esto?—preguntó, aunque claramente sabía lo que estaba viendo.

Antes de que pudieras detenerlo, arrancó la parte superior de tu uniforme, dejando al descubierto la herida. La piel alrededor del corte estaba caliente y comenzaba a mostrar signos de infección, con un tono amarillento que rodeaba los bordes. Los hilos que habías usado se habían incrustado en la carne desgarrada. Giyu frunció el ceño con fuerza, su agarre en tu uniforme era casi doloroso. Intentaste calmarlo, tomándolo de las muñecas, sintiendo el rubor subir a tus mejillas.

—Era solo un corte pequeño al principio—, dijiste suavemente, tratando de restarle importancia, —pensé que lo había cosido bien.

El rostro de Giyu se tensó, y por un segundo, parecía que estaba a punto de gritar. Inhaló profundamente, cerrando los ojos brevemente, antes de quitarse su haori. Sin decir una palabra, presionó el tejido contra tu herida, intentando detener el sangrado. Luego, improvisó un vendaje con tu traje, asegurando su haori sobre la herida para mantenerla presionada.

—Debiste haberle dicho a alguien. Me lo debiste haber dicho a mí—, dijo con un tono que mezclaba exasperación y preocupación. —Ni siquiera pasaste por la clínica, ¿verdad? Tu herida está infectada.

Su voz sonaba irritada, pero detrás de esa molestia, había una clara preocupación. Su rostro estaba tenso, con los labios apretados mientras te agarraba firmemente del brazo, arrastrándote hacia la Mansión Mariposa, apurado pero cuidadoso.

—Alguien tiene que patrullar la zona, hay muchos demonios y...

—Puedo enviar a otros cazadores.

Su respuesta fue cortante, casi agresiva. Había algo en su actitud que te desconcertaba. Giyu no solía mostrarse tan... protector. Normalmente, durante las reuniones o misiones, te lanzaba miradas fugaces, o sacaba dulces de sus mangas de manera casual para ofrecértelos con su habitual expresión imperturbable. A veces te hacía sonrojar, pero lo tomabas como simples gestos de cortesía.

Sin embargo, ahora, mientras te llevaba casi a la fuerza a ver a Shinobu, la situación se sentía diferente. Quizás estaba exagerando, y solo quería evitar que algo peor te sucediera. O tal vez... solo estaba siendo un buen amigo.

—Fuiste irresponsable—, continuó, —como pilar, deberías saber lo importante que es recuperarse después de una misión. Cuidar de tus heridas... no puedes ser tan imprudente.

Giró la cabeza hacia ti nuevamente, sus ojos recorriendo rápidamente tu rostro y luego el vendaje improvisado. Al ver cómo su haori seguía empapándose de sangre, se detuvo de golpe. Sin previo aviso, te levantó del suelo, cargándote sobre su hombro como si no pesases nada.

—Tenemos que darnos prisa, estás perdiendo mucha sangre.

Con una firmeza y urgencia que no habías visto en él antes, Giyu comenzó a correr hacia la Mansión, manteniéndote firmemente sujeta contra su cuerpo. Podías sentir el latido de su corazón acelerado, y aunque el dolor de la herida seguía allí, su preocupación comenzaba a desviar tu atención.

—La próxima vez que te pase algo así—, dijo entre respiraciones, —quiero que me lo digas. Debo saberlo.

La clínica de Shinobu finalmente estaba a la vista, y aunque sus pasos se ralentizaban, su agarre en tu cintura no aflojaba.

—Me importa lo que te pase. No seas tan descuidada en el futuro.

Sabías que sus palabras a veces podían ser duras, pero también sabías que, de alguna manera, le importabas.

Quizás, la forma en que siempre sacaba dulces de sus mangas y te los ofrecía sin previo aviso era su extraña manera de demostrarlo.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ; 𝐓𝐎𝐌𝐈𝐎𝐊𝐀 𝐆𝐈𝐘𝐔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora