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Desde aquella cita que había tenido con Sergio, a Max se le había hecho más sencilla la rutina, por las mañanas siempre recibía un mensaje de buenos días, donde Sergio le deseaba lo mejor en el trabajo, sitio en donde todos lo veían feliz, contento y con más entusiasmo del común. A pesar de no ser algo más que amigos, tenían en cuenta el uno como el otro de que se tenían ahí para lo que sea que necesitaran, eso sin tomar en cuenta que el hermano mayor de Sergio no estaba para nada de acuerdo con la amistad que tenían.

En aquella cita, cuando Max llevó a casa a Sergio, fuera dé ya lo esperaba Lance; ya tenía rato de visita con sus padres y ya estaba un poco pasado en copas. Al ver a su hermano menor en aquel auto, se acercó y comenzó a golpetear la ventana del lado donde su hermano venía, Sergio se apenó y rápido bajó del coche para evitarle más disgustos a Max.

—¿Puedes dejar de comportarte como un idiota? —replicó acercándose a su hermano.

—¿Qué haces con este tipo?

—Eso no te importa —Pasó a su lado evitando tener más conversación con él pero su brazo fue sujetado por una mano ajena, haciendo que frenara de golpe y lo encarara.

—¡Cuida tus palabras!

—¡Suficiente!

La voz de Max hizo que ambos giraran a verlo, se acercó a donde estaban y quitó la mano del brazo de Sergio, quien tenía una faceta aterrada.

—Sube al auto, Pecas.

El menor obedeció rápido, Lance quiso sujetarlo nuevamente pero Max lo impidió.

—No estorbes —Trató de empujarlo pero le fue inútil.

—Tu hermano tiene razón, deja de comportarte como un idiota —Este lo empujó haciendo que aquel se tambaleara.

—¡Imbécil! —Se acercó de nuevo con el puño cerrado dándole en la cara a Max, soltando una risa triunfante—. Maldito débil.

Sergio dentro del coche se asustó, no hizo más que girar la cara y no ver más aquella escena. Mientras tanto, Max se limpiaba la comisura de los labios por la poca sangre que había en ellos, volteó a ver a Lance y asintió despacio.

—Llámame como quieras, pero al menos Sergio tiene con quien sentirse a salvo.

Ambos se quedaron en silencio, dicho aquello Max rodeó el auto para entrar, vio que Sergio se cubría los oídos con la cabeza agachada, acarició un poco su espalda y le pidió disculpas por haberlo asustado. Encendió el coche para marcharse de ahí y devolverle la seguridad al pelinegro.

No faltaba decir que esa noche lo llevaría con él a su casa, sin siquiera importarle lo que los señores Pérez dijeran o pensaran, él necesitaba proteger al menor a como diera lugar.

Durante el camino tomó la mano de Sergio quien la tenía descansando sobre su pierna, no la soltaba a menos que fuera necesario, tratando de hacer con esto que el otro se sintiera más aliviado y tranquilo, y así fue, tener su mano sujetada por el mayor lo hizo sentirse cómodo, observando por la ventana, se aferraba al agarre de sus manos, dejando a un lado el miedo que había sentido hace unos momentos atrás por causa de su hermano. Con Max a su lado cualquier miedo no importaba, por más grande que fuera.

Cuando llegaron, Max apagó el coche, quitó la llave y volteó a ver al menor, le acarició un poco la mejilla y desacomodó un poco su cabello. Aquel tenía la mirada cristalizada, aún se veía asustado.

—Pecas —habló suave, así aquel lo vió a los ojos—, no sientas miedo, estás a salvo.

Sergio sólo asintió con la cabeza regalándole una débil sonrisa. Terminado aquel momento bajaron rápido del auto, evitando mojarse por la lluvia que estaba presente, Max abrió la puerta y le dio pase primero a él.

Losing You [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora