Una noche mágica

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Lilly se dejó guiar por Noroña a través del estrecho corredor, mirando su enorme espalda. Pese a su etílico estado, sentía una extraña tranquilidad y a la vez un cierto temblor que la hacía sentir como si flotara. ¿Qué era aquello? Era perturbador, pero de alguna forma, le gustaba...

Bajaban los escalones de la fachada del edificio, cuando de repente Lilly tropezó. Gritó, pero Noroña la sujetó a tiempo, evitando que cayera al suelo y quedando cara a cara los dos. Lilly abrió sus enormes ojos sorprendida, pese a su gran estatura no se imaginaba que Noroña fuera tan fuerte y la sujetara con tanta firmeza. Sobre todo, jamás se le había acercado tanto el rostro de un hombre de esa forma, ni siquiera el de su esposo.

–G-g-gracias... –alcanzó a musitar, mientras sentía cómo le subía el calor a la cara.
–N-no hay de qué, s-senadora... –respondió Noroña.
Noroña ayudó a Lilly a ponerse en pie, cuando de repente su abrigo cayó y su peinado se soltó, dejando que su cabello cayera libre sobre sus hombros descubiertos.
Él la sostenía suavemente por la cintura, mientras ella lo veía con esos enormes ojos que brillaban extrañamente, sonrojada, y con su cabellera en desorden... jamás la había visto tan bella.
Ella también lo miraba, sin saber si eran efectos del alcohol consumido, o si de repente lo encontraba tan atractivo, con esa barba canosa y sus cabellos que formaban volutas grises como nubes tormentosas, la penetrante mirada que le dirigía, esa muestra inusitada de virilidad y sus enormes manos sobre su cuerpo.

 Ella también lo miraba, sin saber si eran efectos del alcohol consumido, o si de repente lo encontraba tan atractivo, con esa barba canosa y sus cabellos que formaban volutas grises como nubes tormentosas, la penetrante mirada que le dirigía, esa...

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Se quedaron así unos breves instantes que se antojaron una eternidad, sin saber qué hacer, hasta que él rompió el silencio:
–B-bueno, me alegra que no le haya pasado nada. Vamos suba, la llevaré a su casa.
Abordaron el vehículo de Noroña y emprendieron el camino en completo mutismo. Ninguno se atrevía a hablar. Finalmente, al llegar frente al portón de la casa de Lilly, se quedaron unos instantes dentro del auto. Noroña entonces, volteando a ver a la mujer, le dijo:
–Senadora, no me estaba burlando de usted. En verdad luce hermosa y elegante esta noche.
Lilly no contestó, pero el rubor de su rostro delataba su respuesta.

Noroña bajó para abrirle la puerta del auto pero ella, ya un poco más repuesta, descendió por su cuenta.
–No es necesario, gracias.
Noroña la acompañó a la puerta de la casa, y se despidió.
–Ya está en casa. Buenas noches, senadora Téllez.
Acto seguido, se dirigió a su vehículo pero lo detuvo el tono de voz tímido de Lilly.

–¡Senador Noroña! Espere...
–¿Dígame, senadora?
–Yo... lamento haberlo llamado bellaco. Hoy usted me ha mostrado un comportamiento muy diferente y quiero agradecerle sus atenciones, y ofrecerle una disculpa.
–No hay nada que perdonar, senadora. Comprendo que yo también he sido irrespetuoso con usted, y más bien la disculpa debe venir de mí.
–Ah... no se preocupe. Olvidémoslo. Buenas noches.
–Buenas noches.

Lilly subió a su recámara y avisó a su esposo de su llegada, aunque ya estaba medio dormido. Mientras se desvestía, tocó sus hombros, su brazo y su cintura, evocando las cálidas sensaciones que había sentido en las partes de su cuerpo donde había tenido contacto físico con Noroña. Todavía podía percibir una tenue estela de Siete Machos, que la estremeció.
Siempre había creído que lo odiaba y que eran completamente opuestos, pero esa noche había conocido una faceta oculta de aquel hombre. ¿Quizá la presidencia de la mesa directiva del senado lo habría cambiado? ¿Podría ser que él no era tan vulgar y majadero como ella creía? "NO", pensó en seco, "nada ha cambiado. Sigue siendo el mismo y yo bebí más de la cuenta, rezaré una vuelta del rosario y me iré a dormir." Pero Lilly sabía que en su rosario no buscaba templanza ni claridad, sino una distracción.

Noroña no dejó de pensar en ella en todo el camino de regreso a su casa. Siempre la había considerado una mujer intransigente, mocha, incluso loca y desquiciada, pero esta noche la había visto como nunca antes. Aunque no sin cierta reserva, ella había respondido a sus gestos amables, inclusive había tomado la iniciativa de disculparse con él. Eso era tan improbable, como fantástico. En el pasado la había llamado "princesa" de forma irónica, pero esta vez casi lo pensaba de verdad. Olisqueó sus dedos en busca del rastro del sensual y femenino perfume de la senadora, y sobretodo, no podía olvidar el suave tacto de su cuerpo.
Después de todos los escándalos, los desacuerdos, las peleas por Twitter, los gritos y las ofensas desde que ambos eran diputados, pudo admitir una cosa: en definitiva, Lilly nunca le había sido indiferente.

Lo que era seguro, es que algo estaba ocurriendo y sin saberlo, ambos pensaron al unísono:
"Me siento como adolescente", antes de sumirse en un plácido sueño.

Así, ambos se dispusieron a dar por terminada la noche en sus respectivos hogares, sin sospechar que un fotógrafo los había estado siguiendo desde que salieron del evento...

Mi Bellaco Amante (Noroña x Lilly Téllez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora