Tranquilidad en la cabaña.

76 11 2
                                    









El barco avanzaba sobre el río con rapidez, alejándose de la orilla donde RenJun y sus cazadores se habían quedado atrapados.

El sonido de los motores de los vehículos y los disparos se desvanecía, ahogado por el rugido del agua y el viento que los envolvía mientras cruzaban hacia el otro lado. La manada de la frontera se abría ante ellos, un territorio desconocido, pero, al menos por ahora, una promesa de refugio.

JiSung mantenía a Chenle firmemente acurrucado contra su pecho. Sentía el peso del cuerpo de Chenle, débil y vulnerable, podía percibir el suave ritmo de su respiración, un indicio de que su omega seguía luchando. La fiebre había bajado, pero la herida de la bala y el agotamiento seguían cobrando su precio. JiSung observó el rostro de Chenle, buscando cualquier señal de alivio, sabía que la batalla estaba lejos de haber terminado.

RenJun no se detendría tan fácilmente.

— ¿Cómo estás?—susurró JiSung, acariciando suavemente el cabello de Chenle mientras el omega entreabría los ojos.

Chenle intentó sonreír, aunque su rostro mostraba el cansancio que lo consumía.

— He estado mejor… pero… estamos del otro lado, ¿verdad? —preguntó Chenle, con voz débil pero cargada de alivio.

JiSung asintió.

— Lo logramos. RenJun no puede seguirnos aquí, no tiene conexiones ni poder en estas tierras.—dijo JiSung, su tono tranquilo, pero una pequeña parte de él seguía en alerta.

Sabía que incluso con la frontera del río entre ellos, el peligro no desaparecía del todo.

Giselle, al frente del barco, mantenía la mirada en la orilla que se acercaba cada vez más. El paisaje cambiaba lentamente, y al otro lado del río, los árboles parecían menos densos, las colinas más suaves. La manada de la frontera era un territorio neutral, pero sus reglas eran estrictas. No se permitiría a ningún intruso cruzar sin permiso, y Giselle confiaba en que sus contactos allí les permitirían al menos un breve refugio.

— Al menos tenemos tiempo para reagruparnos.—dijo Jaemin mientras se acercaba a NingNing en la cabina del barco.— Pero no podemos relajarnos por completo. RenJun está herido, y un animal herido es el más peligroso.

NingNing asintió, ajustando el curso del barco para asegurarse de que llegarían al pequeño puerto escondido en la orilla. La idea de estar a salvo era tentadora, pero sabía que su escape solo había sido un respiro temporal. RenJun no descansaría hasta encontrar otra manera de alcanzarlos.

— Lo sé.—respondió NingNing.— Pero si cruzamos con cuidado, no nos seguirán. Tendremos que mantenernos bajo el radar por un largo tiempo.

Jaemin miró a Kun, que seguía callado y cabizbajo en la parte trasera del barco. La traición de Kun aún dolía, pero por el momento no podía darse el lujo de preocuparse por él. Ya lo enfrentarían cuando fuera el momento adecuado. Ahora, lo único importante era asegurarse de que Chenle sobreviviera y que el grupo encontrara un refugio seguro.

El barco se deslizó suavemente hasta detenerse en el pequeño muelle escondido entre los árboles. Giselle apagó el motor y se giró hacia el grupo.

— Aquí es, el contacto de la manada nos estará esperando en el borde del bosque —dijo.— Nos llevará a un lugar seguro donde RenJun no podrá encontrarnos.

JiSung asintió, sabiendo que necesitaban descansar, pero también sabía que no podían bajar la guardia.

— Vamos.—dijo, levantándose lentamente mientras ayudaba a Chenle a ponerse de pie. XiaoJun ya estaba esperando con el botiquín en mano, preparado para cuidar de Chenle en cuanto tocaran tierra.

CACERÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora