RenJun estaba sentado en la amplia terraza de la casa principal de la manada del Sur, observando cómo el sol trataba de abrirse paso entre las nubes tras la tormenta de la noche anterior. La nieve aún cubría gran parte del suelo, y el frío parecía haberse instalado permanentemente en su piel.
A pesar del brillo matutino, su humor estaba lejos de ser ligero.
Sus ojos viajaban de un lado a otro, aparentemente distraídos, pero su mente estaba trabajando a toda velocidad. La tormenta no había sido el único disturbio en su vida en las últimas semanas. No era la primera vez que sentía una punzada de celos, una que intentaba ignorar, pero que ahora se hacía insoportable.
JiSung.
RenJun no podía entenderlo, y eso lo frustraba aún más. Desde que había conocido al alfa del Este, todo había sido perfecto. Al menos, en apariencia. Era el alfa ideal, uno que cualquier omega como él desearía tener a su lado: protector, atento y fuerte. Pero entonces... estaba Chenle.
Siempre estaba Chenle.
Miró al horizonte, sus pensamientos enredados con imágenes de su hermanastro. Su relación con él nunca había sido buena. La vida de RenJun en la manada del Sur siempre había sido sobre brillar, destacarse, ser el omega perfecto. Y en ese proceso, Chenle había quedado relegado, arrinconado por las opiniones que RenJun había moldeado a su favor.
Pero ahora, la presencia de JiSung lo cambiaba todo.
"¿Por qué él?"pensaba, mordiéndose el labio, tratando de no dejar que la frustración se filtrara demasiado en su expresión. "¿Por qué se repite la historia?"
No entendía por qué JiSung buscaba la compañía de Chenle. ¿Qué veía en él? Un omega que apenas hablaba con los demás, que se aislaba y se escapaba cuando tenía oportunidad. Chenle, con su actitud terca y su aparente desinterés por encajar, no debería ser competencia. No en su propia manada. No con RenJun, el omega perfecto, justo al lado de JiSung.
Sin embargo, algo había cambiado desde el último encuentro, desde aquella vez en la cafetería cuando JiSung había invitado a Chenle a unirse a ellos. El desconcierto y la irritación se apoderaron de RenJun, que había notado de inmediato cómo los ojos de JiSung buscaban a Chenle, cómo le prestaba atención de manera que nunca le había prestado a él. Y eso lo volvía loco.
— No puedo permitir esto...— murmuró para sí mismo, sintiendo que la rabia le encendía las mejillas.
El sonido de pasos detrás de él lo sacó de sus pensamientos. Su madre apareció, luciendo tranquila como siempre, pero RenJun sabía que ella percibía más de lo que dejaba ver. Su sonrisa cálida no le engañaba; detrás de ella había un cálculo frío, una habilidad para manipular situaciones que RenJun había aprendido a respetar... y temer.
—¿Cómo te sientes esta mañana, querido?—preguntó ella mientras se sentaba a su lado.
RenJun suspiró, sin responder de inmediato. No podía hablar con ella abiertamente sobre sus celos. No del todo, al menos.
— Solo un poco cansado.—respondió finalmente, evitando mencionar lo que realmente le preocupaba.
Su madre lo observó en silencio durante unos segundos antes de asentir, como si ya supiera lo que pasaba por su mente.
— He notado que JiSung ha estado... diferente últimamente.—dijo, su tono neutro, pero sus palabras cargadas de insinuación.—¿Está todo bien entre ustedes?
RenJun giró la cabeza hacia ella, sorprendido por lo directa que había sido. Por supuesto que había notado el cambio, su madre siempre lo notaba todo.
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CACERÍA.
De TodoEra algo que no debía ocurrir, Chenle no tenía derechos sobre ese Alfa, un Alfa ajeno.