Capítulo 8

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Cellice
Resilencia

Me duelen los pies y tengo mucha hambre, subo al auto que nos espera fuera del paddock en compañía de Charles, es el segundo día de práctica y estoy muy cansada.
 
—Desea algo de comer. —Charles me pregunta y yo asiento. —La cena estará en su cuarto cuando llegue. 
 
—Gracias, Charles. —digo agotada sin ánimos de mover un músculo más. 
 
—¿Desea conservar los tres ramos qué ocupan la cajuela?—me pregunta y yo no puedo evitar reír. 
 
Mi mañana había sido un poco caótica, mi pequeño cookie ha llegado hoy y al parecer está enfermo, por lo que más de la mitad de la mañana Charles me ayudó a conseguir algún veterinario de emergencia y al parecer es fiebre de perro. 
 
Después de regresar, tomé una ducha, pero a la mitad el agua del hotel dejó de salir, por lo que tuve que esperar más de media hora para acabar. 
 
Así que salí del hotel sin poder elegir algo de ropa decente más que unos jeans y la primera sudadera que vi en mi maleta, lo único bueno es que mi pelo es más lacio qué un espagueti antes de cocinar. 
 
Mis únicos buenos amigos, el día de hoy fueron los lentes oscuros. 
 
Al llegar al paddock junto con Charles, el equipo ya estaba preparando a Zaiden y Eros para empezar con las prácticas. 
 
El auto comenzó a tener fallas, que duraron más de tres horas, en lo que los mecánicos encontraron la falla, la práctica inició por lo que los chicos no tuvieron la oportunidad de salir a la práctica. 
 
Hasta que Charles me dijo que alguien había mandado más de tres ramos de todos decorados diferentes, con una nota y los había colocado en mi oficina para que nadie se diera cuenta. 
 
Llevo nota en mi bolsa y recuerdo lo que decía. 
 
No sé cuáles son tus flores favoritas, así qué mejor me aseguro que alguna de aquí te guste, eres la mujer más hermosa del mundo y qué he tenido la fortuna de ver.
 
—M.B 
 
Sonrió mirando a la ventana, mientras mi respiración se acelera, todo esto provocado por Miles. 
 
—Puedo decir algo.—Charles dice mirando la ventana. 
 
—Sí. 
 
—El joven Miles parece quererla mucho, cuando trabajaba para su padre muy pocas veces lo vi, pero creo que siempre ha sido un joven ejemplar, que parece estar encantado de volver a verla. 
 
—Solo somos amigos. —aclaro.
 
—De acuerdo.—menciona él. —Por cierto como directora tiene un balcón personal para poder ver la obra con mayor comodidad, mañana la peinaran y arreglaran a la siete en punto, tendrá la tarde para descansar si así lo desea. 
 
—¿Qué obra es?—pregunto curiosa. 
 
Romeo y Julieta.
 
—¿Iras conmigo?—digo nerviosa.
 
Charles y yo nos conocemos hace muy poco tiempo, literalmente semanas, pero no se que sería mi agenda sin él, creo es el único que aunque se harte de mí estará aquí todo el tiempo. 
 
—¿Desea que la acompañe? 
 
—Nos irá bien distraernos un rato después de todo esto. 
 
—De acuerdo, Señorita Dupont.
 
Llegamos al hotel y para mi buena suerte, veo que el piso está lleno de esponja. 
 
—Cookie. —suelto, caminado entre la espuma del sillón qué está en todo el piso. 
 
—Ay, por dios. —digo cuando lo veo correr divertido con la esponja en su boca. 
 
—Cookie.—camino trabado de tomarlo, pero el piensa que quiero jugar, así que se me escapa de las manos. —Cookie, basta. —después de sentir que corrí un maratón. 
 
Lo atrapó en mis brazos y lo abrazo, quitando la espuma de su boca. 
 
—Cookie, estás enfermo. —mencionó, pero el solo me mira. —No puedo enojarme contigo, pero tienes que parar; debes portarte bien. 
 
—¿Si?—solo ladra y lo tomo como respuesta, lo dejo de nuevo en el piso para recoger todo y ver todo lo que tendré que pagar. 
 
Terminó para tirarme sobre la cama, junto con Cookie y poder dormir y querer despertar tarde, pero la vida tenía otros planes para mí. 
 
Eran la seis de la mañana y mi teléfono no deja de sonar, abro los ojos y aún adormilada lo prendo y no entiendo nada de los mensajes, hasta que me llega una notificación y leo. 
 
“De pastelera a líder de un equipo de fórmula uno” 
 
Cellice Dupont, hija del controvertido Maximilian Dupont, cuyo arresto hace unas semanas conmocionó a la élite empresarial automotriz, ha pasado de gestionar una modesta cafetería a liderar StormForce Racing, uno de los equipos más prestigiosos de la Formula 1. La noticia de su ascenso no ha sido bien recibida, generando un caos sin precedentes dentro del equipo y poniendo en peligro su futuro en el circuito.
 
Maximilian Dupont, quien hasta hace poco gozaba de una imagen intachable, se encuentra tras las rejas, con pocas o nulas esperanzas de recuperar su libertad, según fuentes cercanas al caso. Ahora, la atención se ha volcado sobre su hija, quien, en menos de tres semanas, pasó de ser una repostera desconocida a ocupar el puesto de máxima responsabilidad en StormForce. Sin embargo, lejos de ser un ascenso triunfal, esta transición ha desatado una serie de consecuencias devastadoras para el equipo y sus pilotos.
 
En las últimas horas, varios patrocinadores han retirado su apoyo, mientras que inversionistas clave exigen la inmediata dimisión de Cellice Dupont. El argumento es claro: en un deporte que demanda precisión, experiencia y liderazgo, su pasado como dueña de una cafetería ordinaria resulta inaceptable. Las voces criticas no solo señalan su falta de credenciales, sino también la rápida caída de rendimiento en StormForce, cuyos pilotos ya están pagando las consecuencias de una dirección inexperta.
 
La presión sobre Dupont para que renuncie crece cada hora. Se habla incluso de la necesidad de colocar a un hombre al mando para salvar la temporada y evitar que el equipo se hunda por completo. Los rumores sugieren que si Cellice no abandona el cargo, las consecuencias podrían extenderse hasta su padre, afectando irreversibly su situación legal.
 
El panorama para StormForce es sombrío, y cada vez son más los que se preguntan: ¿Cuánto tiempo más podrá resistir Cellice Dupont antes de que el desastre sea irreparable?
 
Terminó de leer la nota y me quedo en blanco. 
 
Leo una, otra, otra, otra la nota entre más la lea, más preguntas surgen y más me convenzo de que el texto no dice mentiras. 
 
Llevo más de dos semanas, leyendo libros qué están a lado de mi cama, en mi bolso, en el auto, y aún hay cosas que no entiendo. 
 
Los errores que se han cometido en este segundo gran premio son mi culpa; los carros llegaron tarde, con fallas, estresando a todo el equipo. 
 
Eros ha estado distraído en las pruebas; su rendimiento esta bajando y no llevamos ni un mes, y esto esta fallando de una manera impresionante. 
 
Sebastián no me ha informado nada de mi padre, pero este texto deja en claro qué, necesito sacarlo de ahí y que el vuelva, no se cuantos inversionistas han renunciado ni los patrocinadores, no se nada. 
 
Y ese es el maldito problema que no tengo ni una maldita idea de que hago aquí, no soy la directora de este equipo y jamás lo seré. 
 
Soy solamente una ordinaria repostera, qué ama la música, lo dulce, la calma, las películas de amor, a Cookie, solo soy una pelirroja más en el mundo que no cambiará nada. 
 
Paso mis manos por mi cara, llevándome el par de lágrimas que se escurren por mis mejillas. 
 
—Nos vamos, Cookie. —me levanto de la cama, tomando una sudadera y mis tenis. 
 
Mi maleta esta desempacada, si guardo cosas por cosa me quedaré sin tiempo, Charles vendrá a tocarme la puerta y yo no seré capaz de decirle que esto ha acabado. 
 
Guardo mi pasaporte, algo de dinero y mi teléfono, para colgarme una bolsa y tomar a cookie entre mis brazos. 
 
Tapo mi pelo y me pongo unos lentes para salir de la habitación, presionó el elevador, mientras miro el pasillo, pidiendo qué Charles no salga. 
 
Entro sin más, saliendo por la recepción del hotel, caminando por las calles mientras Cookie se queda dormido en mis brazos. 
 
Camino y camino, la mañana cae y yo buscó un taxi, pidiéndole qué me llevé al aeropuerto, miro la hora en mi teléfono observado las llamadas perdidas, mensajes perdidos.
 
30 llamadas perdidas Charles. 
 
15 Mensaje Charles. 
 
Lo apagó y guardo hasta llegar al aeropuerto.
 
—Un vuelo a Italia.—le digo a la mujer mayor quien tiene una sonrisa d oreja a oreja.
 
—El próximo vuelo sale a las diez de la noche.
 
Suiza. preguntó como otra opción, puedo tomar el tren y llegar a casa. 
 
—No, hay vuelos hasta mañana.
 
No puedes ser, no puede ser. 
 
—Tomo el vuelo de Italia. —le entrego mi pasaporte y pago el boleto con el poco efectivo qué tengo suelto en mi bolso.
 
Camino hasta la sala de espera, pasaré todo el día aquí, me siento por cuatro horas, cuando Cookie necesita algo de comer.
 
Camino por el aeropuerto hasta conseguir algo que pueda comer tanto el pequeño cachorro como yo. 
 
Regresamos a la sala de espera, hasta que la tarde comienza a caer, la sala se comienza a vaciar, el trasero me duele, la cabeza igual, siento una presión en mi pecho y vacío en mi estómago. 
 
Solo me miró sentada en la sala de espera sola, viendo a la ventana dónde salen los aviones y al poco tiempo se queda vacío, el frío se comienza a hacer más presente, las manos me tiemblan, yo solo anhelo qué el tiempo se consuma rápido, pero es como si el tiempo se retarda cada minuto. 
 
—Se acabó. —me giro y veo a Charles sentarse a mi lado, desabrocha el botón de su saco y mira hacia la ventana. 
 
—Sí. —contestó. 
 
—De acuerdo.—pronuncia.  —Pediré mi renuncia. 
 
—Charles… 
 
—Cuando supe qué usted iba a tomar el liderazgo del equipo, sabía qué iba a necesitar una mano derecha como una vez la necesito su madre. —lo miro. —He estado menos de un mes con usted y puedo decirle con seguridad qué el recuerdo de su madre está profundamente en usted. 
 
—Este deporte va más allá de la experiencia, el conocimiento, es la resiliencia la que lleva a un director al éxito, su madre siempre tuve esa palabra sabía que podía no ser la mejor, qué el mundo iba a ir en su contra, qué era remar hacia el vacío, qué en cualquier momento iba a caer tan profundo, pero ella sabe que si hay resiliencia en una persona siempre habrá de salir. 
 
—Hay una historia detrás de todos esto señorita Dupont qué no me corresponde a mí contarle, pero lo que si puedo hacerle saber, es que su madre un día estuvo en este mismo lugar, su abuelo materno quería que se enamorara de los autos y yo era asiente de su abuelo, así que como a usted le empecé a ayudar, los sueños de su mande eran otros, pero a la vez se comenzó a enamorar de los autos, yo iba aprendiendo, los dos éramos nuevos en esto y su madre al igual que yo tenía mucha esperanza en lograr mejores cosas. 
 
—Pero este mundo siempre ha sido tan cruel con la mujer que intentan ir más allá de lo que los hombres quieren, su madre fue muy resiliente mucho tiempo, se enamoró de su padre, a su paso cargando con cosas que ella no podía controlar, así que decidió abandonar esto, su abuelo enfermo y murió, su madre optó por no dejarle su lugar a nadie así que cerró la escudería, desapareciendo con el paso de los años, yo decidí trabajar de la mano de su padre y ahora de la de usted. 
 
—Si usted decide renunciar, esta en toda su decisión, yo no quiero cambiar su opinión solamente quiero qué sepa una cosa más. —suspira. — Quien haya escrito la revista, ha demostrado qué su permanencia en estos dos grandes premios ha generado un desbalance en alguien, qué tiene mucho miedo qué le robe todo. 
 
—Robar a quien le voy a querer robar.—suelto estresada. —Yo solo quiero a mi padre.—por primera vez en dos semanas confieso que solo quiero verlo y ya. 
 
—Señorita Dupont, no me refiero a robar algún objeto material, usted ha llamado la atención de este mundo por completo, la prensa ha dado el primer golpe, dándole miedo los inversionistas, poniendo su salida como su única escapatoria, cuando esa no es la única que hay. 
 
—El equipo me odia, los patrocinadores e inversionistas qué se han ido, todo el dinero que se a perdido, no se si mi padre saldrá de la cárcel o se quedará ahí por mis estupideces. —digo al borde del llanto. 
 
—Nadie la odia, ni los pilotos ni el equipo, su padre también tuvo errores, unos que lo llevaron a la victoria y otros a la derrota y mire todo lo que ha crecido esta escudería, su padre está en una situación difícil, pero se que el por algo la eligió y que no debe de irse 
 
—La prensa estuvo feliz de que hoy no me presentará.—murmuró. 
 
—La prensa por supuesto es un punto para ellos, pero para el equipo, sus amigos y sobre todo para el joven Miles ha sido un día malo, al parecer su presencia es más importante de lo que usted piensa. —paso el borde de mi camisa por mis mejillas. 
 
—Qué haremos sin patrocinadores, ni inversionistas.
 
—Conseguir más, el mundo no se acabará Señorita Dupont. —me río y suspiro. 
 
—Yo debo de dejar de llorar por todo.—murmuró. 
 
—No lo haga deje salir todo esto, pero a partir de ahora todo tiene que cambiar. 
 
—¿Tienes algunos inversionistas en mente?—señaló levantándome. 
 
—Tengo uno en mente. 
 
—De acuerdo, necesitaremos una junta y tengo mucho qué hacer hoy en la noche. 
 
—Necesitaremos mucho café.—murmura y asiento con una ligera sonrisa. 
 
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Mis ojos lucen cansados, tomo el rubor para borrar lo pálido de mi rostro, al igual que el maquillaje que se lleva restos de lo que ha pasado en las últimas horas. 
 
Ayer después de que no asistí volvió a salir otro periódico, que no puede evitar ver. 
 
A pesar de las críticas, algunos sectores agradecieron su decisión de renunciar al cargo, que aún no se confirma, pero ante su ausencia se asume. 
 
"Su salida abriría más la puerta a un liderazgo más comprometido y enfocado en los objetivos deportivos. Esta era una decisión que muchos esperan sea ya confirmado. 
 
El equipo StormForce no ha anunciado a su nuevo dueño o gerente, pero se espera que en los próximos días se dé más información sobre la reestructuración interna y las consecuencias para la temporada en curso.
 
Suspiro largamente, y me repitió una y otra vez más qué soy fuerte, soy más fuerte que toda la prensa. 
 
En menos de una hora comienza la carrera, guardo algunas cosas en mi bolsa para salir antes que Charles me apresure. 
 
Subimos al auto, yo me concentró en la computadora que me muestra todas las estrategias qué se usarán para mis dos pilotos. 
 
Llegamos al paddock y es hora de afrontar las cámaras sobre mi, Charles abre mi puerta y estira su brazo para que pueda tomarlo, entrenrolló brazo con el de el, dándome esa seguridad en la sigo trabajando. 
 
Sonría, las cámaras se han inventado para captura momentos felices. 
 
Pero a ellos parece gustarles los más tristes. 
 
—Entonces no les de sus momentos triste, de les esa sonrisa qué suelta cuando esta dentro de garage. 
 
—Sonríe conmigo. 
 
—Señorita Dupont hace tantos años que mi rostro ha olvidado como sonreír. 
 
—¿Quién fue el o la afortunada de mirarte reír? 

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