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CAPÍTULO CINCO

En el abismo del apocalipsis, la supervivencia se convierte en la única verdad

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En el abismo del apocalipsis, la supervivencia se convierte en la única verdad. El mundo que conocimos se desvanece, y con él, todo lo que nos hizo humanos. La familia, los amigos, los amores, las vidas... todo se desintegra en un paisaje desolado.


Dejar ir es el precio de la supervivencia. Dejar ir el pasado, los recuerdos, las emociones. El amor y la felicidad se convierten en lujores inalcanzables, sustituidos por la crudeza de la realidad. ¿De qué sirve el amor en un mundo sin esperanza? ¿Enamorarse de un muerto solo para que esto acabe? No, ellos ya no viven, y eso es imposible.

La mente se enfoca en un solo pensamiento: sobrevivir. Sobrevivir como sea, sin importar el costo. La humanidad se reduce a su forma más básica: instinto de supervivencia. No hay espacio para la nostalgia, el dolor o la melancolía. Solo la determinación de seguir adelante.

En este mundo apocalíptico, la memoria es un lastre. Recuerdos de una vida que ya no existe, de personas que ya no están. Dejar ir es el único camino hacia la supervivencia. Dejar ir la ilusión de un futuro mejor, la esperanza de un mañana. Sobrevivir es el nuevo propósito. Sobrevivir en un mundo sin amor, sin felicidad, sin humanidad. Solo queda la voluntad de seguir adelante, sin mirar atrás. Dejar ir, para seguir viviendo.

Sobrevivir en un mundo apocalíptico es una lucha constante. Cada día es una batalla para encontrar comida, refugio y seguridad. La mente se enfoca en la supervivencia, pero el corazón sigue recordando lo que se perdió.

La soledad es un compañero constante. La ausencia de seres queridos duele más que cualquier herida física. El silencio es ensordecedor, solo roto por el sonido de pasos en la oscuridad.

Pero incluso en medio de la desolación, hay momentos de lucidez. Momentos en que se recuerda que la vida vale la pena luchar por ella. Momentos en que se encuentra un destello de esperanza en un mundo sin luz.

En esos momentos, la decisión de sobrevivir se vuelve más fácil. Se vuelve un acto de rebeldía contra la adversidad, un grito de resistencia en un mundo que parece haber perdido todo sentido.

Y así, se sigue adelante. Se sigue luchando. Se sigue sobreviviendo. Porque en el fondo, hay una chispa de humanidad que sigue viva, una chispa que no se apaga ni siquiera en el abismo del apocalipsis.

Esa chispa es lo que nos hace humanos. Esa chispa es lo que nos hace seguir adelante, incluso cuando todo parece perdido. Esa chispa es la llama de la esperanza, la llama que ilumina el camino en la oscuridad. Y aunque el mundo esté en ruinas, aunque todo parezca perdido, esa chispa sigue viva. Sigue viva porque es la esencia de nuestra humanidad, la esencia de nuestra capacidad para amar, para sentir, para vivir.

"Mercy"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora