12. Dar vuelta a la página

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Intento concentrarme en la tarea, pero me resulta casi imposible hacerlo. Mi cabeza parece estar completamente en otro lado.

Él ni siquiera ha llamado. Pero a estas alturas, ni siquiera debería sorprenderme. No le intereso, y nunca lo hice. Al menos, no de verdad.

Sólo salíamos. Lo que para mí significaba tanto, no fue nada para él. Pasó tal como pensé desde un principio, él solo terminaría marchándose y se olvidaría de mí. Mientras yo no puedo sacármelo de la cabeza.

No debería estar tan triste, no debería estar llorando por ningún chico. Lo sé bien. Mucho menos por alguien como él. Pero, por más que intento distraer mi cabeza, alejarla de los recuerdos e ignorar lo que siento por dentro; duele. Y mucho.

Sigo haciendo apuntes en la libreta. Y de reojo, veo que Emma se me queda viendo.

Por supuesto que sé lo que ha de estar pensando ahora mismo. Se lo conté todo ayer, desde que regresé a casa.

Temía hacerlo por miedo a que me lo terminara echando en cara. Pero, necesitaba hablarlo con alguien. Ella solo escuchó, y no hubo ningún reproche de por medio. Solo me abrazó y dijo que lo lamentaba. Intentó darme ánimos diciendo que todo terminaría tomando nuevamente su rumbo. Que es seguro que me espere algo mucho mejor de ahora en adelante. Que solo debo dar vuelta a la página y seguir adelante. No estancarme pensando en lo que pudo ser.

Sé que debo hacerlo. Pero, honestamente, no sé cómo comenzar a superarlo.

—Me preocupas —me dice, mientras se come una de las natillas de chocolate que se subió del comedor—. ¿Segura que todo está bien?

Asiento con la cabeza. Evito mirarla.

—Lo estoy —suspiro, cansada—. Necesito terminar esto. ¿Sabes? Estoy muy retrasada y detestaría que se me juntara con todo lo de esta semana.

De reojo, veo que deja de comer. Aprieta un poco los labios. Es claro que no he logrado convencerla.

—Solo quiero decirte que en verdad lo lamento —comienza, mientras se cruza de piernas sobre la cama—. De verdad que si. Mereces mucho más que a un idiota como Nate Merton, y lo sabes.

—Lo sé —me encojo de hombros—. Pero, es lo que toca. Supongo.

Al percatarse de mi renuencia por seguir hablando, no vuelve a insistir más en el tema y deja que me apure. 

Es lo que hago. Sigo con las clases, y tengo la cabeza tan ocupada que apenas y tengo tiempo para pensar en todo esto, para siquiera prestarle atención a cómo me siento. Solo intento concentrarme en lo que de verdad importa.

Y hoy en la noche, después de clases, decido darme un respiro y voy con Emma y algunos amigos de la facultad a Galway Hooker.

Pedimos cervezas y charlamos. Entonces, veo que Joe llega. Y una parte de mí se tensa al pensar que él también pueda venir acompañándolo. Pero Joe llega solo, y se sienta en el lugar vacío junto a Emma. Le da un beso en los labios y le pasa un brazo por los hombros.

Intento concentrarme en la plática, pero siento la tentación de voltear y preguntarle a Joe por Nate. Hay momentos en los que siento que tengo las palabras en la punta de la lengua, a punto de salir, pero me obligo a mantener la boca cerrada y no decir nada.

Platicamos, y por instinto volteo al sentir la mirada constante de alguien sobre mí. Mis ojos buscan el origen, y me encuentro con un castaño que me mira desde lejos. Emma al parecer también se da cuenta, porque me da un pequeño codazo y me mira con picardía.

—Oye, es lindo —me dice, mientras le da un sorbo a su cerveza—. No ha dejado de mirarte todo el rato. ¿Sabes? —lo señala—. ¿Por qué no vas a hablar con él?

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