8. Comenzar a caer

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Aquella noche, después de lo que pasó con Emma; Nate y yo fuimos a Lombardi's Pizza a cenar algo y platicar un poco. Una parte de mí anhelaba que sucediera algo más; pero, al parecer los dos estábamos igual de cansados, porque después me llevo de regreso a la residencia y quedamos de vernos después.  

Los dos hemos estado tan saturados con trabajo, proyectos y estrés..., que a veces sólo tenemos pequeños ratos en los que podemos vernos para almorzar algo cerca del campus.

Así han sido estos días. Pero, hoy me ha escrito para invitarme a su departamento. Pasará por mí después de clase. Dice que tiene planeado algo tranquilo y relajado. Lo cual me viene perfecto, porque estoy tan cansada que solo me apetece relajarme.

Durante la semana, apenas y he visto a Emma. Se la pasa fuera casi todo el día, y no nos hablamos en las pocas veces que nos topamos en el dormitorio. 

Ni siquiera ha intentando disculparse, y en verdad dudo que lo haga pronto. Ella es una persona demasiado orgullosa. No es de las que piden disculpas. Y siendo ese el caso, lo mejor por ahora será mantener mi distancia con ella. No pienso ser yo quien arregle las cosas después del problema que ha creado entre nosotras.

El profesor Broderick se expande más de lo usual con la explicación de las diapositivas. No puedo evitar echar un vistazo al celular de vez en cuando, temiendo que Nate ya se encuentre a fuera esperándome. 

Cuando por fin veo que el profesor comienza a guardar sus cosas, me apresuro a tomar la libreta y me cuelgo la mochila en el hombro mientras me doy prisa en salir del salón. Me abro paso entre los estudiantes, y salgo del edificio. Confirmo mis sospechas, porque veo el coche de Nate aparcado enfrente. 

Hago a un lado los lamentos, y me subo en el asiento de copiloto. No quiero hacerlo esperar más.

—¿Ya lista? —me pregunta.

Asiento con la cabeza.

—Si, lo lamento —cierro la puerta, y acomodo la mochila en mi regazo—. Al parecer hoy se le ha ocurrido al profesor Broderick alargar un poco más la clase. Cosa que nunca hace, porque siempre es el primero en retirarse en cuanto dan las seis.

Lo escucho reírse. Mete la llave y arranca.

—No hay problema. ¿Quieres ir por golosinas?

—Por supuesto —noto que comienzo a relajarme—. No puede ser una noche de películas sin golosinas.

Vamos al supermercado que queda más cercano y agarramos un montón de cosas; papas fritas, palomitas, algunos caramelos y chocolates también.

Pagamos, y nos vamos directo a su departamento. 

Ha sido una semana terrible, y esta noche es lo único que de verdad promete algo bueno. Al menos, podré olvidarme de los montones de tarea que me esperan al regresar a la residencia.

Guardo las golosinas en mi mochila, y él empuja la puerta de cristal del edificio mientras me deja pasar. Presiona el botón del ascensor y me mira.

—Entonces. ¿Te parece bien comer pizza otra vez?

Asiento con la cabeza.

—No me molesta, nunca le diría que no a una buena pizza —suspiro—. Aunque, me temo que estoy tan cansada que me quedaré dormida a la mitad de la primera película. 

Sonríe.

—Lo sé —bosteza, y se talla los ojos—. Solía hacerle burla a mi abuelo cuando se quedaba dormido apenas empezando el título de las películas. Pero, parece que los veintes son los nuevos sesentas. 

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