capitulo 5

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Los fines de semana solía trabajar en una pista de patinaje sobre hielo.

Era una nave de dimensiones olímpicas, abarcaba una pista del tamaño de un campo de fútbol, casi. Así era gran parte del año, en
invierno la pista se sacaba a la calle.

Desde pequeña siempre había mostrado habilidad para el patinaje, así que cuando se me presentó este
trabajo, me sentí bastante afortunada. Aunque ya no veía el patinaje como cuando pequeña, ya que no
podía disfrutar de ello todo lo que quería, para mí era suficiente.

La mayor parte del tiempo me lo pasaba dando vueltas por la pista, ya fuera de monitora (hay gente
que no nació para esto, ni aunque pongan todo el empeño del mundo), o simplemente dando vueltas por ahí, y ayudando a quien lo necesitase.

Y otras veces estaba fuera, vigilando, controlando el tiempo o repartiendo patines.

A veces llevaba a Alen conmigo, y le enseñaba a moverse sobre el hielo sin caerse.

Era un poco patoso, pero ya sabía moverse para cualquier lado sin
suponer ningún peligro para él, ni para la gente que le rodeara.

Sin embargo, aquel sábado de primeros de febrero, él no estaba.

Había sido un niño travieso en el colegio, y su padre lo había castigado sin salir.

Pobre. Pobre él y pobre yo, que ahora me tocaría trabajar aburriéndome sin sus comentarios ingeniosos de niño
travieso.

Llevaba varias horas repartiendo patines, entonces Evie me cambió el turno.

Pasarse horas sobre las cuchillas de metal te mataba los pies, aunqe
descansaras.
.

Así que se fue al lado calentito de la
pista, y yo me enfundé la chaqueta y los guantes, y salí a dar vueltas libres por ahí.

Estaba bastante lleno, pero una se podía mover bien.

Ayudé a un niño pequeño, de apenas cinco o seis añitos, a dar sus primeras vueltas sobre el hielo.

En cuanto cogió el equilibrio y el truco para no caerse, lo dejé libre.

Sus padres patinaban también, pero lo
dejaron a mi cargo. No tengo tanta cara de delincuente, o debe de ser que no aparento ser una ladrona de niños.

La mayoría de los fines de semana eran familias con sus hijos pequeños, que no tenían tiempo entre semana, y aprovechaban el resto para pasar días en familia.

A veces los envidiaba, yo no había tenido un día así en mi vida con mis padres.

Aprendí a valerme por mí misma desde bastante pequeña, el tener padres que se dedicaban al negocio negro ayudó
mucho en eso.

Volví a ensimismarme tanto, que iba patinando sin darme cuenta de hacia dónde me llevaban mis pies.

Pero entonces vi el destello de una cabellera roja, y rogué para que sólo fuese una alucinación, un producto de mi imaginación, incluso una mala
pesadilla, y me encontrase aún en mi cama, a punto de levantarme.

Pero no. Alguien me llamaba, Evie, para que ayudase a una chica a patinar.

Cerré los ojos unos segundos, rogando al cielo para que no fuese ella.

Pero el de ahí arriba debe de estar muy ocupado, cuando jamás atendió a ninguna de mis peticiones.

O debe de odiarme, porque mi suerte no puede ser tan mala.

Allí estaba ella, con su cabello rojo suelto y liso, unas orejeras que descansaban en su cuello y un precioso
abrigo que le llegaba poco más debajo de la cintura, donde se entallaba, unos pantalones de mezclilla color rojo tostado y unas botas altas, Con un poco de tacón.

Dulces sueños || Redxchloe || glassheart || chloexredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora