Capítulo 3: El pago de una deuda, ojo por ojo.

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La tristeza había anidado en el corazón del príncipe Jaecarys. No solo por la pérdida de su libertad, ni por como había terminado lo que él había considerado su primer amor, sino más bien, por la incertidumbre de saber que estaba ocurriendo en casa, con su madre y sus hermanos.

El hecho de no saber si era verdad o mentira, que su hermanito había muerto ni el cómo esto había sucedido. Estar prisionero sin poder hacer nada, lo llenaba de impotencia y dolor.

También comenzaba a sentir deseos de venganza. Por supuesto, no quedaba ya ningún atisbo del antiguo romance que había tenido.

Sus sentimientos cuando veía, Aegon, eran completamente turbulentos. Entre tristeza, odio y resentimiento. Casi podría decir que nada quedaba de aquel gran amor que había sentido, puesto que una gran culpa le invadía.

Si no hubiera sido tan estúpido, si no hubiera confiado tanto en él. Quizá desde un principio todo había sido un juego, un engaño. Quizá nunca había sido realmente amado. Quizá habían sido las circunstancias que los estaban separando.

Ya no sabía qué pensar. Y en ese encierro solo podía dar vueltas a cada pensamiento que le pinchaba como si fuera una daga clavándose en su corazón y su mente, le dolía la cabeza, le dolía el pecho y le dolían los ojos de tanto llorar. ¿Se estaba volviendo loco?

Recordó que mencionaban que había un gran historial de locura en la familia Targaryen. Pensaba que quizá era cierto, porque definitivamente, Aegon y Aemond, estaban locos y definitivamente, él estaba por convertirse en demente también.

No sabía qué hacer. Tenía que pensar en alguna forma de escape, pero no lograba hilvanar sus ideas, cada momento qué pasaba era un completo tormento para él, sin saber cómo actuar, sin saber que pensar, sin saber que sentir, sin saber nada de nada.

Y sintiendo que de aquel príncipe sabio e inteligente que solía ser, no quedaba ya nada.

Las noticias sobre la muerte del príncipe Lucerys, también habían llegado a roca dragón. La Reina había enloquecido de ira y dolor al enterarse. Lágrimas poblaban sus ojos y no quería admitir que aquello era cierto. No podía aceptarlo, ¿Cómo le dices a una madre que su hijo nunca va a volver?

Un niño tan dulce que solo había ido a entregar un mensaje en su nombre. Se sintió tan furiosa, nunca debió dejarlo ir. Debió enviar a algún soldado, a un Guerrero, no a su pequeño y dulce niño, pero realmente, no pensó que hubiera peligro. Realmente pensó que lord Boros tendría algo de honor, aunque no apoyase su reclamo, no lastimaría a su mensajero que era además un príncipe y heredero de Driftmark, Y quizás asi había sido, después de todo se enteró, no había sido atacado en el castillo, si no en su viaje de retorno, en un retorno a casa.

¿Qué habría sido de su pequeño niño? Incluso si ahora tenía la corona, no sentía que valiese la pena. Aún le quedaban más pequeños por perder. ¿De qué serviría tener un trono y una corona, si para ello habías de ofrendar a tus hijos? Pero dentro de ella, algo clamaba por venganza.

Estaba realmente llena de furia y desesperación y no era la única, la serpiente marina y la reina, que nunca fue, también estaban realmente deprimidos. Tristes y molestos por la pérdida de su heredero. Incluso si no llevaba su sangre, habían aprendido a amar profundamente a ese dulce niño. Su pequeña y lustrosa perla.

Damon también estaba furioso. No sabía si él había llegado a desarrollar algún sentimiento al ser su padrastro. No sabía si había llegado a querer al chico al estar comprometido con su hija Rhaena, o por la convivencia con él, cuando lo estuvo entrenando, le decía que le gustaba lo hábil que el pequeño era con sus dagas, lo que sí sabía era que estaba muy enojado y que él le daría su venganza.

La maldición del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora