Capítulo 2: El cautiverio mata el corazón

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Y mientras el príncipe dragón estaba cautivo aun sin poderse creer como termino así. Su hermanito sí había llegado a dar su mensaje, o al menos lo había intentado.

Si bien el príncipe Lucerys, llego a bastión de tormentas, las cosas no habían ido para nada como el menor hubiese querido, puesto que su tío ya estaba a allí, con la gran Vagar, amenazante.

Su misión fue un fracaso, Lord Boros rechazo su juramento, prefirió aliarse con los usurpadores, por una promesa de matrimonio. Así que se retiraba desanimado, pero más que nada con cierta ansiedad, al notar la agresividad de Aemond.

Se había ido tan rápido como había podido, pero aun así fue interceptado por si tío y su colosal montura.

Él realmente lo había intentado, trato de esconderse, de ir más rápido, de esquivarlo, pero todo había sido inútil.

Días más tarde, su madre la reina Rhaenyra, recibiría la noticia de su deceso, dejando devastada a la reina, sin podérselo creer y organizando una gran búsqueda desesperada.

Por su parte Jaecarys, se sentía patético estando así encerrado, cuál princesa en torre y en sentido figurado, si era un dragón que lo mantenía cautivo.

No quería resignarse a pensar que este era el final de su relación. Tenía que hacerle entrar en razón, sin embargo, estaba consciente de que solo había complicado las cosas para su madre, lejos de realizar alianzas, ahora era prisionero del enemigo.

"El enemigo" que feo se oía eso, que terrible para su corazón aceptar ese hecho. El siempre creyó que Aegon, no era malo, que simplemente le había hecho falta amor y atención.

Su abuelo había sido un rey pacifico, bueno para el pueblo hasta cierto punto, pero débil en muchos aspectos y definitivamente muy mal padre, si bien su madre fue amada por él y le reconocía como su heredera y sucesora al trono, él no hizo mucho por defenderla de los ataques verbales en su contra, ni ratificó si derecho al gobierno con hechos y conocimientos, para tal fin.

Se dejo influenciar por su suegro, su mano, aun a sabiendas de sus intenciones, permitió que su autoridad fuera socavada y que su ambiciosa esposa, fuese su regente, se desligo de muchas cosas en el gobierno y no volvió a pedir que reafirmaran el juramento, cuando sus días estaban contados.

Con todo y eso al menos la amaba. Los hijos que tuvo con Alicent, no estaban en su corazón.

O en su mente. Se casó de nuevo por supuesto deber, un deber estúpido que los había llevado a eso, sin más posibles herederos, esa guerra no tendría sentido, quizá fue más bien algo de presión por su consejo que buscaba un heredero varón, quizá debió realmente apoyar a Aegon, su madre no habría peleado más.

Se habrá decepcionado sí, pero habría respetado sin causar una guerra, o tal vez fue solo la lujuria o soledad, lo que le llevó a los brazos de Alicent, pero no amor y ni siquiera cariño y por ende los niños nacidos de esa relación, fueron ignorados por completos, sin amor, sin atención, sin guía.

Con un padre que los veía solo como "herederos necesarios solo por si los siete no lo quieran, algo le pasa a mi princesa" "niños de repuesto" "los varoncitos que el consejo quería"" niños no de Aema" "ah si otra niña, una rara" "nacieron muchos, porque Alicent, no se tomó el té de luna, ya que, al menos soy rey tengo para mantenerlos" "Productos de la calentura"

Viserys, tenía cinco hijos. Tres varones y dos chicas, pero el miraba a Rhaenyra y pensaba "mi hija, mi niña mi única hija" miraba a los demás y pensaba... Solo un poco de semillas, semillas legitimas, pero me dan tan igual, como las semillas que deje en la calle de la seda, cuando adolescente y ni siquiera sé, si existen o cuantas son.

La maldición del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora