Sin duda, me estaba volviendo loco. Perdía la noción del tiempo a cada momento, y esa niña molesta amenazándome con atacarme. ¿Qué haría?
—La noche está por acabar, espero no te importe —dijo Mónica con una sonrisa siniestra.
Tomó un bisturí y lo acercó a mi cuello. Inmediatamente tomé su brazo. Esta vez pude tocarla a la primera; su piel estaba fría y seca. No sé qué fue eso, pero por instinto de supervivencia, golpeé su cara. Hubiese preferido no hacerlo; no le agradó en lo absoluto. Me miró enfadada, con el aspecto de un zombi, aunque más aterrador. Inmediatamente me levanté y salí de esa habitación. Fue entonces cuando me di cuenta: estaba en un hospital psiquiátrico.
¿Qué? ¿Mi madre me metió en un manicomio solo por perder la conciencia? No pude pensar más, pues Mónica venía detrás de mí.
—¡Espera, solo muere! —gritó.
Sí, claro, como no. Seguí corriendo con la esperanza de ver a alguien, pero no había nadie. Corrí hasta que vi una caja de cristal con marco rojo. Era un hacha para emergencias. Quise abrirla, pero estaba cerrada con llave. Intenté romper el vidrio, pero era muy duro; por más que lo golpeaba, no lograba nada. En eso, Mónica llegó a mí. La esquivé apenas y se estrelló contra el vidrio, rompiéndolo. Me alejé unos pasos. Se acercó lentamente a mí, lo suficiente para alejarse del hacha. Corrí hacia el hacha y ella también, así que la empujé con mi hombro. Por su propia velocidad, cayó al suelo. Tomé el hacha y, antes de que se levantara, dejé caer el filo oxidado en su cara, terminando así el día 3, al parecer.
Tomé el hacha ensangrentada y oxidada de nuevo y me dirigí a la salida, guiado por los letreros verdes. Aún no había nadie en esos pasillos. Había poca luz y un gran silencio. Perfecto, ya podría pensar mejor. Lo primero que se me vino a la mente fue: "He pasado por largos pasillos con infinidad de puertas y esto es un manicomio". Aquí estaba la respuesta a esa sensación de que alguien me observaba.
Después de un largo camino, llegué a la recepción, donde tampoco había nadie. Me acerqué a la salida, pero la puerta estaba cerrada con una cadena. No creo ser el primero en querer escapar, pero sí el primero con un hacha. Le di con ella a la cadena hasta romperla y, al fin, salí de ahí. Corrí por toda la calle hasta que me cansé y pensé: "¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi casa? ¿Cómo llego?". Al menos me sabía mi dirección, pero todas las calles seguían vacías. Bueno, se notaba que realmente era muy noche. Solo caminé y caminé a la deriva hasta que llegué a un centro comercial nocturno, donde sí había mucha gente.
Entré y le pregunté a una señora la hora. Solo me miró extrañamente y me dijo:
—¡Deberías ponerte ropa decente, hijo! Son las 12 am.
Asombrado por sus palabras, me miré y solo tenía puesta esa bata que ponen en los hospitales. Corrí hasta los puestos del fondo y entré a uno de ropa. El lugar estaba lleno de estantes con ropa de todo tipo. Me escondí detrás de un estante y comencé a buscar algo que ponerme. Encontré unos jeans y una camiseta que parecían de mi talla. Me los puse rápidamente, sintiendo un poco de alivio al estar vestido de manera más normal.
Mientras me cambiaba, no podía dejar de pensar en lo que había pasado. ¿Por qué estaba viviendo mis pesadillas en la realidad? ¿Quiénes eran esas personas que me atacaban? Y lo más importante, ¿cómo podía detener esto?
Salí del puesto de ropa y me dirigí a la salida del centro comercial. Necesitaba encontrar una manera de volver a casa y hablar con mi madre. Tal vez ella sabía algo que yo no. Caminé por las calles desiertas, tratando de orientarme. Finalmente, después de lo que parecieron horas, llegué a mi casa. La puerta estaba cerrada, pero tenía una llave escondida debajo de una maceta. La saqué y entré silenciosamente.
La casa estaba en silencio. Subí a mi habitación y me dejé caer en la cama, exhausto. Cerré los ojos, esperando que todo esto fuera solo una pesadilla de la que pronto despertaría.
Eran las 9 de la mañana y, por primera vez en días, no sentía que había perdido la noción del tiempo. Seguramente se debía a las medicinas que usaron en el hospital. Todo estaba tranquilo, solo faltaba esperar la noche. Al parecer, los ataques comenzaban entre las 6 y las 6:30 pm, justo cuando la noche caía. Solo tenía que estar listo para lo que viniera. Por ahora, decidí jugar un poco para distraerme.
De repente, escuché la voz de mi madre llamándome desde abajo.
—¡Rony! ¡Baja a comer!
—¡Voy! —respondí, apagando mi consola.
Bajé a comer y, después de terminar, subí de nuevo a mi cuarto. Tomé mi tarjeta de crédito, la cual me había dado la escuela cuando gané el primer lugar en literatura, aunque eso fue hace mucho. Me puse la ropa que me regaló el viejo Mat y salí rumbo al centro en el auto. Me detuve en una tienda que tenía todo lo necesario para un día en el bosque, o al menos eso parecía. Tomé unas cuantas cosas: una mochila, unos encendedores, un cuchillo bastante largo, una lámpara y una soga. Tal vez fue algo exagerado, pero quién sabe qué me esperaría más tarde. Pagué todo y salí de la tienda para ir a una pequeña pizzería. Compré una pizza mediana y una soda, y me senté en una de las mesas afuera para comer. Ya eran las 5:26 pm, debía comer rápido.
Cuando terminé de comer, puse la mochila en la mesa y vi la hora: ya eran las 6. Jugué con mi celular hasta que se descargó. No pasó nada, supuse que no atacarían en un lugar público. Tomé mis cosas y me fui en el auto, conduciendo hasta un edificio en construcción. Ya no había nadie, pasaban de las 7:30. Bajé del auto, me colgué la mochila y tomé el cuchillo y la lámpara, una cosa en cada mano, el cuchillo en la derecha, claro. Me adentré en el edificio. Todo estaba muy oscuro; sin la lámpara no diferenciaría nada. Después de avanzar bastante, decidí detenerme. Me senté en el suelo y esperé a que apareciera algo o alguien.
Pasaron un par de horas o más, ya pasaban de las 10. Me levanté y caminé hacia el auto, pero en el camino algo pasó muy rápido por mis pies. No alcancé a verlo, pues pasó justo por mis pies y yo alumbraba mucho más al frente. Me detuve un poco asustado cuando empecé a escuchar ruidos extraños detrás de mí. Parecían gruñidos llenos de baba, como de algún perro. Fue lo que pensé: había un perro en el edificio. Me di media vuelta y, sí, estaba la silueta de un perro. Decidí enfocar la luz en él y noté que no era un perro. Solo tenía la forma, pero lo primero que noté fue que toda su piel estaba despellejada y su boca caía a pedazos, con sangre mezclada con saliva.
No tardó en correr hacia mí. Intenté detenerlo encajándole el cuchillo en el cuello, pero le di en un costado y pareció no importarle. Se lanzó sobre mí, tirándome al suelo. Solo podía tomarlo de la cara para evitar que me desgarrara con sus mordidas. Desesperado, intenté tomar de nuevo el cuchillo, pero esa cosa logró morderme el brazo. Aproveché que su boca estaba ocupada y tomé el cuchillo para encajarlo en su cara. Me soltó el brazo, pero seguía moviéndose. Saqué de nuevo el cuchillo y, mientras se quejaba, corrí hacia la salida. Cuando estaba por salir, me alcanzó esa cosa y mordió mi pierna. Lo sujeté y corté su cuello hasta que dejó de moverse. Lo vi por un momento hasta que se desvaneció.
Subí al auto y me dirigí a una farmacia. Compré unas vendas, algo de diclofenaco y una botella pequeña de alcohol. Subí al carro e intenté curarme las mordidas. Sirvió un poco...
Después de eso, me fui a casa. Ya eran las 11 o más, mi madre ya estaba dormida. Subí a mi cuarto y me acosté en mi cama. Las cosas estaban cada vez más fuertes. Si seguía así, no sabía cuántos días más podría sobrevivir. Con esto ya eran cuatro días. Solo me dormí esperando la mañana.
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31 Seres "El primer octubre"
Mister / ThrillerLa trama de esta historia se centra en un joven que, al acercarse a su cumpleaños número 18, comienza a vivir sus pesadillas en lugar de solo soñarlas. Estas pesadillas parecen estar conectadas con entidades sobrenaturales que tienen la misión de ma...