Cuatro figuras surgieron de las sombras en el lado opuesto del prado, cada una de ellas ataviada con una túnica negra con ribetes carmesí y la capucha recogida para ocultar su rostro. El cuarteto se movía en silencio, atravesando el campo a paso lento y deliberado. Se trataba de una mera exhibición, una táctica intimidatoria, pero tuvo el efecto deseado. Había un cambio tangible en el aire a su alrededor, y Bella luchó contra el impulso de retorcerse bajo la presión. No es que pudiera esperar moverse más de uno o dos centímetros dado el agarre de Rose alrededor de su cintura, pero la necesidad seguía ahí; su piel se erizaba incómoda mientras su instinto de huida gritaba en presencia de los depredadores de élite.
Bella se dio cuenta de que no era la única que se sentía así. Aunque los vampiros disimulaban mejor sus emociones, Bella podía ver signos sutiles de que los demás luchaban por mantener la compostura. Como era de esperar, las hermanas Denali parecían ser las más afectadas por los recién llegados. Los dedos de Kate crujían intermitentemente. La mandíbula de Irina estaba tan tensa que Bella podía oír el rechinar de sus dientes. Los puños de Tanya se apretaban y aflojaban una y otra vez a los lados. Por lo demás, no parecían afectadas en absoluto, tal vez un poco rígidos y con los ojos alerta y sin pestañear.
Debe ser agradable poder entrar en modo estatua. Sería un infierno en una partida de Texas Hold'em, pensó Bella con ironía, maldiciendo internamente los latidos erráticos de su corazón que delataban sus nervios desenfrenados. Intentó que sus facciones coincidieran con las expresiones impasibles de su familia, aunque sabía que era inútil.
Estaba claro que los Denalis y los Cullen que quedaban intentaban parecer tranquilos y no conflictivos, independientemente de la experiencia previa de cada uno o de su opinión sobre los Volturi. Era un hecho bien conocido que Aro codiciaba su poder hasta el punto de la paranoia, y cualquier amenaza -real o imaginaria- era tratada de manera rápida. Un grupo de este tamaño era intimidante y sin duda podía ser percibido como una amenaza. Por lo que le habían contado, Bella tenía la impresión de que los Volturi citarían cualquier acto de desafío o señal de insubordinación como excusa para alegar provocación y tomar represalias en consecuencia.
Se andaban con pies de plomo y todos lo sabían. No era la primera vez que los Volturi destruían un aquelarre y destrozaban una familia. Los propios Denalis eran prueba de ello.
La tensión seguía aumentando, y cuando los agentes Volturi se detuvieron a diez pasos de distancia, era algo feo y sofocante que amenazaba con aplastarlos a todos. En un movimiento unificado, todos levantaron las manos y se echaron hacia atrás las capuchas, mostrando sus rostros por primera vez.
A pesar del miedo instintivo que Bella sintió al ver a los vampiros de ojos rojos y saber que uno de ellos era Demetri, no pudo evitar que su curiosidad bullera en su interior. Los ojos castaño chocolate revolotearon entre las figuras vestidas de pie ante ella. Había tres hombres y una mujer, todos de distintas edades y apariencias.
La única mujer parecía tener uno o dos años menos que Bella, no más de dieciséis. Llevaba el pelo rubio claro recogido en un moño, lo que acentuaba la altiva mueca que se dibujaba en sus labios. Sus ojos carmesí observaban a los vampiros vegetarianos con una repugnancia no disimulada, al borde del desprecio. Bella recordó que Rose había mencionado que su estilo de vida era incomprendido y ridiculizado por los demás, y se preguntó brevemente si ésa era la causa del desdén de la joven rubia o si había algo más en juego.
Aunque tenía el pelo de un tono rubio bastante más oscuro y era varios centímetros más alto, el joven que estaba a su derecha tenía unos rasgos faciales muy parecidos a los de la chica. Tanto que Bella se preguntó si eran parientes. Su mueca de desprecio y su postura corporal sólo sirvieron para confirmar las sospechas de la morena de que existía algún tipo de vínculo entre hermanos.
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Falling Slowly | Rosella
FanfictionTres semanas. Veintiún días desde que los Cullen se fueron. Quinientas horas desde que él la dejó sola en el bosque con nada más que el corazón roto y la promesa de que sería como si nunca hubieran existido. Sin palabras, fue todo un shock cuando Be...