Sé que está loco pero es a él a quien quiero.
Hija obediente, todos mis planes fueron trazados.
Zarcillos metidos en una trenza tejida.
Crecer precozmente a veces significa no crecer en absoluto
Era caos, era juerga.
Los ojos de dormitorio como reme...
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El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando Gyutaro llegó a casa después de un largo día de trabajo en el taller. Sus músculos dolían, sus manos estaban cubiertas de grasa y polvo, y el cansancio lo envolvía como una pesada manta. Todo lo que quería en ese momento era tumbarse en la cama y descansar, pero al abrir la puerta de su pequeño hogar, se encontró con una escena que le devolvió un poco de energía.
Hanami estaba de pie en la cocina, moviéndose de un lado a otro mientras terminaba de limpiar los platos. El aroma de la comida recién hecha llenaba el aire, envolviendo la casa con una calidez reconfortante. La mesa estaba ya puesta, con dos platos servidos con esmero.
Gyutaro se quedó un momento en la puerta, observando cómo Hanami trabajaba diligentemente. Su corazón se llenó de una mezcla de gratitud y admiración. A pesar de todo lo que estaban pasando, ella siempre encontraba una forma de cuidar de él, y eso lo hacía sentir afortunado, aunque no siempre supiera cómo expresarlo.
─¿Estás bien?─ preguntó Hanami al notar que él había llegado. Su mirada se encontró con la de Gyutaro, y una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
Gyutaro dejó caer su mochila en un rincón y se acercó lentamente, su cuerpo sintiendo el peso de todo el trabajo del día. ─Sí, solo un poco cansado─ murmuró. Se pasó una mano por el cabello despeinado y dejó escapar un suspiro de alivio al sentir el ambiente tranquilo de la casa.
Hanami lo miró con preocupación mientras dejaba el último plato en su lugar. ─Debes estar agotado. Siéntate, la comida ya está lista─ le dijo, señalando la mesa con una sonrisa más amplia.
Gyutaro asintió y se dejó caer en una de las sillas, observando cómo Hanami se sentaba frente a él. El olor de la comida lo hizo darse cuenta de lo hambriento que estaba. Se sirvió una porción, y al primer bocado, su rostro mostró una expresión de alivio.
─Esto está delicioso─ dijo después de tragar, mirando a Hanami con gratitud. ─Gracias, de verdad.
Hanami lo observó con ternura, y sus ojos brillaron al verlo disfrutar de la comida. ─No es nada. Solo quería que pudieras relajarte un poco después de todo lo que haces.
Gyutaro dejó los cubiertos por un momento y se inclinó sobre la mesa, tomando la mano de Hanami. Su tacto era suave, pero lleno de sinceridad. ─No tienes idea de cuánto aprecio todo lo que haces por mí─ murmuró. ─Trabajas, cuidas de la casa, y encima estás lidiando con... ya sabes, todo lo demás.
Hanami apretó suavemente la mano de Gyutaro, sonriendo. ─Lo hago porque te amo─ dijo con suavidad. ─Y no importa lo difícil que sea. Todo vale la pena si estamos juntos.
Gyutaro sintió un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. Nunca había imaginado que alguien como Hanami, con su dulzura y bondad, pudiera estar a su lado, mucho menos amarlo como lo hacía. A veces, sus inseguridades intentaban nublar esos momentos, pero el amor de Hanami siempre encontraba la forma de atravesar esa oscuridad.
