11

12 1 0
                                    

𝐋𝐚 𝐕𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐘 𝐍𝐚𝐝𝐚 𝐌𝐚́𝐬 𝐐𝐮𝐞 𝐋𝐚 𝐕𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝

Me levanté y fui a la ducha. No notaba si el agua estaba fría o caliente, pero esa era una de las pocas cosas que aún me hacían sentir normal. Yi-hyun comentó algo sobre baños de agua helada para cuando me transformará, pero no tenía la más ligera intención de llegar tan lejos en ese momento, así que no había prestado mucha atención. Me recogí el pelo en una coleta, me puse unos vaqueros y una camiseta manga larga y me calcé unas converse. Con lo que tenía que luchar era con el color de mi piel, ahora que había descubierto la verdad habían puesto a colocar todos los espejos en la casa y podía contemplar como cada vez se volvía más grisáceo. Los botes vacíos de base de maquillaje se amontonaban cada dos por tres en mi papelera.

El día era soleado y el característico aroma de la tierra húmeda inundaba el ambiente. Ese olor me levantó un poco el ánimo; me encantaba. El día anterior, Yi-hyun se había quedado atónita cuando le dije que quería continuar acompañándola a la biblioteca; por supuesto, la razón era que quería hablar con Lomon. Nada de lo que me habían contado tenía sentido. Explicaba algunas cosas, desde luego, pero no era algo alentador. No sabría decir con exactitud que pensaba al respecto. ¿Decepción? ¿Escepticismo? ¿Miedo? Acababa de conocer lo que ocurre después de la muerte y no parecía ser capaz de asimilarlo, tal vez porque no recordaba como me había ocurrido.

Desde el momento en que lo supe, padecí una sensación de vértigo permanente y muchas ganas de vomitar, acompañados por una irritante impotencia; no sabía que debía hacer a continuación. Ahora que todo lo que me estaba ocurriendo tenía más o menos explicación y que no me estaba volviendo loca (o tal vez si, nunca se sabe), mi decisión vacilaba.

No quiero decir que me estuviera echando atrás, tenía muy claro que no quería volver a empezar y mucho menos sin saber que era lo que me había ocurrido; pero saber más cosas sobre mi nueva existencia me quitaba la excusa que me empujaba a querer quitarme la vida. Además, no quería ni imaginarme la expresión de Los Cho al enterarse de lo que habría hecho. La verdad es que les había cogido cariño, eran lo único que conocía y se habían portado muy bien conmigo, pero tampoco podía continuar con esa existencia solo por ellos. Ellos lo entenderían tarde o temprano.

Cogí mis cosas y bajé a la calle. En ese momento, Yi-hyun me esperaba ya en el coche, leyendo un libro cualquiera mientras se pellizcaba distraídamente el labio inferior con dos dedos. Me saludó con un movimiento de cabeza desganado en cuanto me senté a su lado. Yo esperé pero no arrancó, parecía que estaba demasiado enfrascada en la lectura. Me encogí de hombros, al fin y al cabo yo no tenía ninguna prisa, así que me acomodé en mi sitio y guardé silencio hasta que, de pronto, en un inesperado arrebato lanzó el libro contra el salpicadero, rebotó y cayó bajo mi asiento.

– ¡LO ODIO, LO ODIO, LO ODIO! – Comenzó a gritar.

– ¿Qué ocurre? – Pregunté alarmada.

Giró la llave de contacto con un rápido movimiento de muñeca y arrancó pisando a fondo el acelerador.

– ¡Los finales felices no existen! ¡Los odio! Malditos sean esos absurdos humanos y su estúpida concepción del amor.        

Me aferré a mi mochila; conducía de forma temeraria y ni siquiera parecía prestar atención a la carretera.               

– Yi-hyun... – Intenté decir, pero ella giró, sin ninguna delicadeza, hacia la izquierda y yo perdí el equilibrio chocando contra el cristal de mi ventanilla.

«𝐄𝐗𝐎𝐃𝐎» 𝘗𝘈𝘙𝘒 𝘓𝘖𝘔𝘖𝘕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora