| Querido Diario | I

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19 de Enero.

Habitación A32 y el licor de mora.


María Corina suspiro por quinta vez en la noche, contemplando en completo silencio y seriedad la escena que estaba haciendo la joven en la tarima del aquel restaurante.

Su semblante estaba serio, pero denotaba serenidad. Cosa contraria a lo que ocurría en su interior, que estaba excitada y molesta a partes iguales.

Alzó una ceja y la comisura derecha de forma inconsciente al tropezar su mirada con la de la joven en una fugaz intención de picardía y provocación por parte de la menor.

-. Canta buenísimo -, la voz masculina y maravillada se Gerardo, su esposo, la saco de su estupor y le sonrió de acuerdo a sus palabras -. Canta con mucha pasión, seguro que llegará lejísimo con este talento -, aseguro, acariciando inocentemente el muslo de su esposa, provocando con ese toque intensificar el deseo de María Corina en su interior.

-. Buenas noches -, la voz femenina que hacía unos minutos se dedicaba a deleitar a todos con su cantar, ahora estaba frente a ellos, con una sonrisa ligera y una mano firme en la silla vacía en esperar de una aceptación a la petición muda de sentarse junto a ellos.

Gerardo notando el simple gesto, afirmó con una sonrisa y un ademán de manos a sentarse con ellos.

-. Buenas noches -, sonrió María Corina, sabiendo cual era la intención de la joven en sentarse justamente con ellos.

-. Espero no interrumpir nada... -, jugo a las disculpas, mirando discretamente a María Corina sin perder detalle de las expresiones tranquilas de Gerardo.

-. En lo absoluto -, respondió Gerardo -. Le comentaba a mi esposa el increíble talento que tiene, que va a llegar muy lejos... -, "lejos", pensó, lejos había llegado, y María Corina sabía cuánto.

-. Muchas gracias -, río divertida, como si el comentario le hubiera avergonzado y no se estuviera burlando de la inocencia del hombre y la perversidad de sus pensamientos -. ¿No quieren una copa? Yo invito -, por la expresión en las fracciones de la mayor supo que esa noche se divertiría muchísimo.

-. Por supuesto, yo mismo voy por ellas -, Gerardo sin esperar respuesta se levantó, dejando a ambas mujeres sola y con una intensidad horrible en el ambiente, tan horrible que se podía percibir el celo y el aroma a sexo en el aire.

-. Sabes que no me gustan estos jueguitos, Amanda -, sentenció tranquila, jugando con la copa vacía sobre la mesa y dirigir su mirada profunda en los ojos azules frente a ella.

-. Precisamente por eso es que me encanta jugar. No sabes cuánto estoy esperando que me castigues -, admitió juguetona, despojándose de tu zapato de tacón he ir a la intimidad de María Corina con su pie. Pudo divisar la sopresa y el deseo en el mismo segundo que sus dedos hicieron presión en la intimidad de la mayor, sonrió y volvió su pie al suelo al sentir como la mano de María Corina le quitaba el pie de un tirón.

Se reacomodo en su asiento, carraspeando bajo y arreglarse la perfecta cabellera lisa antes de dirigirse a Amanda y casi matarla con la mirada.

-. Para ya -, ordenó sería, sonriendo al ver a Gerardo regresar con las copas y una sonrisa genuina.

-. Me han recomendado este licor, si nos gusta podemos ir por la botella -, dejo las tres copa de shot sobre la mesa y se dirigió a Amanda -. Corre por mi cuenta -, aclaro riendo y Amanda negó en una risita.

-. Se que licor es, y también sé que a tu mujer le va a encantar. Así que voy por la botella -, agarro su copa y la bebio con absoluto gusto y facilidad -. Se que le encantan las cosas andinas. Gocha de corazón -, le guiño inocentemente para Gerardo y provocadoramente para ella y se fue en busca de la botella.

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