| Querido Diario | VII

99 7 22
                                    

07 Abril.

Dos meses después y el regalo exótico.

Pov: María Corina

-  ¿Y qué vas a hacer esta noche? -, me
preguntó Gerardo por teléfono. Dos meses después estaba nuevamente en Barinas, en la misma hacienda.

-. No sé -, contesté, consciente de que le diría
una verdad a medias -. Creo que me quedaré
en la hacienda viendo una peli, y me acostaré pronto para que se me haga más corta la espera hasta que llegues -, lo último que deseaba era verle en esa hacienda sabiendo que Katherin estaría en los mismos lugares.

-. No llego a Barinas hasta las diez, así que no creo
que llegue a la hacienda antes de las once -, me
informó -. Es viernes, y tienes tiempo más
de sobra para dormir y no madrugar, ¿por
no quedas con alguien y te diviertes un rato
Así no me echarás de menos tanto como yo
echo a ti...

-. Eres un cielo, cariño... No sé, ya veré si
encuentro algo con lo que entretenerme... -, le
dejé caer, sin poder evitar que decirle medias
verdades me resultara emocionante.

"Algo grande, duro y potente que me deje
sin respiración", confesó mi diablillo,
regodeándose en mi cerebro.

-. Bueno, tú intenta divertirte, preciosa, que
ya no queda nada para que volvamos a casa... Te dejo, que Arturo acaba de llegar y estamos por salir. Un beso.

-. Lo intentaré... ¡Buen viaje! Un beso.

"Y claro que lo intentaré".

Aún quedaban casi cuatro horas para la hora
señalada, pero tratándose de la primera vez
que iba a quedar con mi joven amante con
premeditación y alevosía, quería prepararlo
todo con tranquilidad. Las inoportunas
molestias del día anterior ya habían
desaparecido, y quería deslumbrar a Katherin
para que, en cuanto cruzase la puerta, no
pudiera pensar más que en darme lo que yo
deseaba de ella.

Antes de darme una tranquila ducha, y a
pesar de que por la hora que era Delsa ya
habría entendido que rechazaba su invitación,
preferí escribirle un mensaje a mi amiga
para posponer una posible quedada para otra
ocasión. Aunque, en última instancia, no pude
reprimir mi entusiasmo para insinuarle la
razón:

-. Como me dijiste que era totalmente
recomendable... ¡esta noche voy a bailar "La
Macarena"! -, M.C.M

-. ¡Coño, pana. Suerte! -, me contestó casi al instante -. "Que tu cuerpo es pa' darle alegría y cosas buenas." ¡Disfruta! Y ya me contarás -, D.S

Esa pequeña confesión, compartiendo el
secreto con mi amiga, lo hacía aún más
estimulante. Tenía su bendición para cometer
el pecado, y luego reviviría este contándoselo,
qué excitante era ser una pecadora.

Justo cuando volvía de la terraza de fumarme
un cigarro tras mi ritual de higiene, escuché
el alboroto en el pasillo de las habitaciones que
indicaba que Roberto y Victoria ya se marchaban cargando con las maletas. Se me aceleró el corazón, a pesar de que aún faltaba mucho tiempo para la cita.

Gran parte de ese tiempo lo consumí eligiendo
vestido perfecto para la ocasión: sugerente,
pero no vulgar, pues no era ninguna cría deseosa de enseñar carne de más, y Katerin
había elevado mi autoestima demostrándome
que no lo necesitaba para que me deseara.

Finalmente elegí un vestido de un color
similar al de mis ojos que envolvería toda
mi figura, ciñendose a ella desde las rodillas
hasta el escote de mi cuello, delineando
mis femeninas formas sin mostrar más
que la de mis hombros, clavículas, brazos
y rodillas hacia abajo. Ese vestido había causado sensación en la boda de un sobrino de
un par de meses atrás, en la que, incluso el
novio me había dedicado alguna mirada
prolongada de lo política y familiarmente
correcto.

Querido Diario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora