| Querido Diario | VI

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27 de Marzo

"Delsa y el maldito orgasmo"

Pov: María Corina



-. Umm, María, ¿ya se ha ido Edmundo
de viaje? -, pregunto Delsa al nada más abrirme la puerta, recorriendo todo mi cuerpo con sus
inquisitivos ojos. Desde hacía días llevábamos un juego absurdo y la tensión se nos estaba saliendo de las manos.

Estaba desnuda de cintura para arriba,
haciendo gala de un fibroso torso con
sus senos definidos y compactos,
perfectarmente cincelados junto a un plano
abdomen en el que se apreciaba la forma de
sus fuertes músculos trabajados.

«¡Dios, qué delicia de mujer!», grité por
dentro. Tan solo llevaba un pantalón corto
de deporte, de tela fina, que en cuanto su
mirada terminó de escanearme, evidenció
una abundante humedad en su entrepierna. No pude evitar morderme el labio.

-. Hola, Del... eeh... sí, ya hace unas horas...-,
contesté, incapaz de creerme lo que estaba
haciendo.

" ¡Coño, pero qué buena está!, lánzate
sobre ella! ", me gritó el demonio interno que
me había llevado hasta allí.

-. ¿Estas tu sola? -, pregunté, manteniendo
la compostura e interpretando la farsa de una
inocente visita a una amiga.

-. Si, de hecho estaba haciendo ejercicio. Pero eso ya tu lo sabías -, aseveró con una sonrisa de medio lado -. Pero es a mi a quien buscas, ¿Verdad?

"Es una coqueta, una descarada, ¡y estamos casadas...! ¿Qué estás haciendo?, me recriminó mi conciencia, como último vestigio de mi
integridad moral".

-. Esté... Yo... -, susurré debatiendome internamente con mis dudas de última hora.

-. Está claro que tienes un problema urgente
con tu computador -, se decidió a impulsarme,
viendo mi titubeo -. Vamos a tu oficina, que te lo arreglo -, sentenció, poniendo las manos en su cintura para hacerme bajar la vista hacia sus abdominales y la tremenda humedad que no se molestaba en ocultar ahí abajo.

Solo pude afirmar con la cabeza. Estaba
nerviosa, muy nerviosa, la chiquilla parecía yo.
Pero a la vez estaba excitada, tan excitada, que
las dudas solo habían sido una fugaz sombra
que se había difuminado con el brillo de la
seguridad de Delsa.

Sin mediar más palabra, me dirigí de vuelta
a mí oficina, cerciorándome que mi mejor amiga me seguía. Ni se había molestado en buscar una blusa para cubrir su torso, tan solo había tomado las llaves de su oficina
para ir tras de mí, con la vista fija en mi culo
y el contoneo de este por los altos tacones que
calzaba.

Confieso que al llegar al apartado de mi oficina no supe que hacer o que decir. Estaba a punto
de conseguir, justo, lo que había ido a buscar.

Pero, a la hora de la verdad, sentí vértigo de
dar el último pasó que convirtiera un fugaz
desliz, por un calentón, en una verdadera
infidelidad premeditada, y dañará por completo mi relación de amistad con ella.

-. Mi computador está bien -, rompí,
finalmente, el tenso silencio.

Con su seductora sonrisa, Delsa asintió.

-. Lo sé, María. La que necesita que la ponga
a punto eres tú -, me dijo, con solo un paso de
separación entre ambas.

-. Uff, sí -, suspiré.

-. Ese vestidito que llevas es toda una
provocación -, afirmó, recorriéndome con sus
ojos avellana -. Quítatelo para que pueda ver
con claridad ese cuerpazo de madurita caliente
que apenas oculta.

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