DESEO

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Me removí en mi taburete, con una desgastada foto de mi difunto marido en las manos. Antes de que la bruja chasqueara los dedos, me advirtió: "Ten cuidado con lo que deseas".

Advertencia: La siguiente historia incluye relaciones sexuales no consentidas, relaciones sexuales de dudoso consentimiento y fisting fantasmal.

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Gulf no podía dejar de mirar la fotografía de su marido muerto en sus manos.

Las últimas palabras que la bruja le había dicho antes de chasquear los dedos fueron: 'Ten cuidado con lo que deseas'.

Él no entendía qué significaba eso.

Lo único que había deseado era recuperar a su marido, y no entendía qué podía tener de terrible eso.

Ahora estaba esperando en su casa, esperando que llamaran a la puerta, pero aún no había pasado nada.

Tal vez la bruja era una mentirosa.

Ella dijo que el hechizo podía tardar en funcionar, así que decidió que intentaría esperar un poco más. Sólo tenía que ser paciente. Intentó pasar el tiempo limpiando. Después de todo, no quería que la casa fuera un desastre cuando Mew volviera.

Tiró las flores muertas del funeral y se debatió si sería o no raro conservar el lirio de la paz que alguien le había regalado. Tal vez él y Mew podrían reírse de ello, regando la planta de su propio funeral.

No era justo.

Mew era demasiado joven para haber muerto. Ni siquiera llevaban un año casados. Habían tenido tantos planes, viajes que querían hacer, todas las cosas que querían hacer...

Todo eso se había esfumado, a menos que la bruja pudiera hacer lo que había prometido.

El precio había sido inmenso, casi todos sus ahorros, pero valdría la pena si Mew pudiera volver a casa.

Después de las flores, Gulf ordenó la nevera. Sus amigos y familiares le habían traído comida suficiente para seis meses por lo menos, pero no había comido mucho. El luto no le había dado mucho apetito, y la mayor parte de la comida estaba destinada a la basura.

También había una pila de pañuelos de papel con mocos y botellas de cerveza vacías que abarrotaban el nido que se había hecho en el salón. Tenía varios pantalones y camisetas de Mew con las que se había acurrucado porque aún olían a él. Pero eso no importaba porque muy pronto iba a tener el verdadero. Sólo tenía que seguir esperando.

Fregó, aspiró, fregó y finalmente se derrumbó en el sofá. Llamaron a la puerta.

—¡Mew!—, casi gritó, levantándose de golpe para contestar. Su corazón se agitaba, atreviéndose a esperar que vería la cara de su marido al otro lado cuando abriera la puerta. —Oh, Mew, yo...

No había nadie. Gulf frunció el ceño.

El vecindario estaba tranquilo y no vio a nadie en la calle. Era tarde, estaba oscuro y el único sonido que oía era el de un perro ladrando unas casas más abajo.

Tal vez estaba escuchando cosas.

Cerró la puerta y se volvió hacia el salón. Su estómago se retorcía de ansiedad y se preguntó si había imaginado los golpes.

Pero allí, otro golpe en la puerta, más fuerte, más insistente esta vez.

Gulf abrió la puerta de golpe, con el pulso acelerado, pero de nuevo sólo encontró un porche vacío.

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