EXTRAÑO

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—Ahora ten cuidado. Esa línea de sal marina es lo único que los mantiene alejados —Advertí mientras dejaba entrar al extraño a mi casa.

—Sal de roca —Aclaró mientras entraba—. Eso es lo que en verdad nos mantiene fuera.

Advertencia: La siguiente historia incluye relaciones sexuales no consensuadas, relaciones sexuales de consentimiento dudoso, múltiples parejas y relaciones sexuales monstruosas que incluyen colas, tentáculos y nudos.

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—Por favor, ten cuidado —Dijo Gulf mientras abría la puerta para el apuesto desconocido—. Esa línea de sal marina es lo único que mantiene alejados a esos monstruos demoníacos.

—Sal de roca —El extraño sonrió brillantemente y entró.

—¿Qué? —Gulf cerró la puerta detrás de ellos y echó la llave, volviéndose hacia el desconocido con el ceño fruncido.

—En realidad es sal de roca lo que nos mantiene alejados —Los ojos del extraño brillaron de color rojo y su sonrisa se convirtió en una mueca desagradable.

Fue entonces cuando Gulf se dio cuenta de que había cometido un error horrible, uno que probablemente le costaría no solo su vida, sino también su alma.

Los demonios se habían apoderado de todo el país gracias a un estúpido imbécil en Florida que había leído una inscripción prohibida dentro de un libro todavía más prohibido, y terminó abriendo un portal al infierno.

Ahora, los demonios estaban en todas partes, arrancando a la gente de sus hogares y arrastrándolos para quemarlos en el fuego del infierno por los siglos de los siglos. Se decía que algunos de los demonios estaban haciendo tratos por almas, y que pronto no quedaría nadie en la Tierra, excepto los condenados y los demonios que estaban en espera para cobrar sus partes cada vez que se terminaran sus contratos.

Algún grupo de paladines super secreto liderado por una bruja loca, habían aparecido después de vigilar por siglos, y estaban luchando contra los demonios en una especie de guerra santa; pero era más que seguro que eso no estaba ayudando a Gulf ahora mismo.

No, porque al parecer no sabía leer, y acababa de dejar que uno de esos cabrones demoníacos entrara en su casa.

Odiaba haber visto el hermoso rostro del extraño —grandes ojos marrones, labios carnosos, construido como una montaña de ladrillos— y haber cedido a sus súplicas con tanta facilidad. Gulf había pensado que este tipo era seguro, y que era realmente atractivo; y ahora mismo eso no era justo en lo absoluto.

—Sal de roca —dijo Gulf tontamente—. No me digas.

—Mmhmm —El demonio tarareó y gruesos cuernos brotaron de su frente. Ahora había una cola, una maldita cola, silbando detrás de él, y sus ojos comenzaron a brillar aún más—. Me temo que la sal marina no hace mucho contra los demonios. Lo siento por eso. Es genial para condimentar, sin embargo. Especialmente los grandes y jugosos trozos de carne.

Había algo en la forma en que el demonio enfatizó esa última palabra y en cómo se relamió los labios, que provocó un temblor en Gulf, haciéndolo darse cuenta que su cerebro había colapsado. Estaba desperdiciando un tiempo valioso para escapar y agarró el pomo de la puerta, tirando frenéticamente.

La puerta no se movió. Joder, no, estaba cerrada.

Se apresuró a girar el cerrojo, pero fue apartado de la puerta. Manos invisibles estaban por todo su cuerpo, presionándolo contra la pared y sosteniéndolo contra ella. —¡Mierda! ¡No!

El demonio se rio. —¿De verdad pensaste que iba a dejar que te fueras?

—Por favor. Solo déjame ir —El corazón de Gulf latía con fuerza en su pecho, y se sentía tan apretado que le costaba respirar. No quería morir. No quería ir al infierno—. N-no tienes que hacer esto, solo quiero...

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