Capítulo V: Entre el deber y el amor

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Alicia salió del examen con una sensación de alivio inmensa, pero también con una mezcla de nostalgia y tristeza. Sabía que su éxito no habría sido posible sin el apoyo de su madre, quien, a pesar de su delicada salud, nunca dejó de animarla a seguir adelante. Sin embargo, la enfermedad degenerativa que afectaba a su madre había empeorado en los últimos meses, y la situación se tornaba cada vez más difícil de sobrellevar.

La enfermedad, una forma avanzada de Alzheimer, comenzó manifestándose años atrás con pequeños olvidos y momentos de confusión, pero ahora estaba en una fase en la que su madre ya no reconocía rostros familiares y requería asistencia constante. Cada día que Alicia volvía a casa después de estudiar, se encontraba con la mirada perdida de su madre, que parecía estar en un mundo lejano. Los recuerdos de su infancia, de las largas conversaciones y de los abrazos reconfortantes, se sentían cada vez más distantes, como si un velo los cubriera.

Alicia había optado por contratar a una cuidadora para que la asistiera durante las horas que estaba fuera de casa, pero la culpa nunca la abandonaba. A menudo, mientras repasaba sus apuntes o participaba en el grupo de estudio, su mente viajaba a casa, imaginando si su madre estaría bien, si la cuidadora le estaría prestando suficiente atención o si habría algún momento de lucidez en el que su madre la recordara.

A pesar de todo, la madre de Alicia tuvo días en los que parecía más presente. En esas raras ocasiones, Alicia aprovechaba para contarle sobre su día, hablarle de la universidad y, aunque su madre no siempre respondía con coherencia, esos momentos de conexión breve eran lo que la mantenía en pie. Recordaba con claridad una tarde en la que, después de contarle lo difícil que estaba siendo el último tramo de la carrera, su madre la miró a los ojos y, por un instante, pareció reconocerla. "Siempre supe que lo lograrías", susurró. Aquella frase se quedó grabada en su corazón y le daba fuerzas en los días más oscuros.

El avance de la enfermedad también hizo que Alicia se replanteara sus prioridades. Sabía que el tiempo con su madre era limitado y, por eso, cada día intentaba estar presente para ella, no solo físicamente, sino emocionalmente. A veces, se sentaba a su lado y le leía fragmentos de los libros de derecho que estudiaba, en un intento por mantener viva la conexión que alguna vez compartieron. Era un acto de amor, aunque su madre ya no pudiera comprenderlo del todo.

Mientras tanto, Alicia se preparaba para su último examen, consciente de que una nueva etapa estaba por comenzar. Pero también sabía que, en esta nueva etapa, tendría que enfrentar la despedida de su madre. Esa despedida inevitable le producía un dolor indescriptible, pero al mismo tiempo, le daba fuerzas para seguir adelante y terminar lo que había comenzado años atrás.

La abogacía, que en su momento había parecido un sueño inalcanzable, ahora se convertía en un legado que quería ofrecer a su madre, quien, a pesar de su enfermedad, siempre había creído en ella. La graduación no sería solo un logro personal, sino un homenaje al sacrificio y al amor que su madre le había dado a lo largo de su vida.

La excepción a la reglaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora