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La luz del atardecer se filtraba suavemente por la ventana, tiñendo la habitación en un resplandor dorado

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La luz del atardecer se filtraba suavemente por la ventana, tiñendo la habitación en un resplandor dorado. Ese cálido brillo contrastaba con el torbellino emocional que se agitaba en su interior. A su lado, la presencia que había desordenado su mundo, con esa sonrisa enigmática, seguía jugando con su equilibrio. Los libros de física, antes su único refugio, yacían olvidados sobre la cama, testigos mudos de una batalla perdida por la concentración.

Cada roce de aquellos largos dedos era como una descarga eléctrica que recorría su cuerpo, desde los muslos hasta la garganta. Las manos del mayor, ligeras pero ardientes, trazaban caminos invisibles sobre su piel desnuda, erizando cada centímetro. La tela de su pijama se había deslizado, dejando expuesta una cantidad vulnerable que ahora ardía bajo el toque.

Un pequeño gemido escapó de sus labios, casi como una súplica. La mirada que recibió era intensa, oscura, con una promesa silenciosa y peligrosa que la dejó sin aliento.

Tenemos que estudiar - murmuró Samantha, intentando protestar. Aunque su voz era débil, traicionada por el deseo evidente en su cuerpo que se arqueaba buscando más.

Sin decir nada, el pelinegro se acomodó entre sus piernas, envolviéndola en un abrazo que parecía hecho a medida. El calor entre ambos crecía, y la presión de sus corazones latiendo juntos era lo único que podía escuchar. El mundo a su alrededor se desvanecía, dejando solo el calor, la cercanía, y ese deseo creciente que quemaba bajo la superficie.

Cuando se apartó por un breve momento, el vacío fue inmediato. Su cuerpo, radiante, exhibía el rubor en sus mejillas y la tensión bajo la fina tela de su camiseta, que se reflejaba a través de los pezones duros y rosáceos.Felix la observaba, extasiado por el efecto que provocaba, consciente de cada sensación que despertaba en el.

La tensión en la habitación era casi palpable, cargada de una energía que crecía con cada segundo. El deseo mezclado con la vergüenza la hacía morderse el labio, consciente de que habían cruzado una línea que no sabía si quería desandar. En su mente persistía una pregunta: ¿Podría regresar atrás?

Los dedos volvieron a deslizarse por su piel, lentos, marcando círculos que parecían dejar un rastro invisible. Cada caricia era una invitación silenciosa que la hacía retorcerse bajo el toque, mientras intentaba, en vano, contener los gemidos que se ahogaban contra la almohada.

- No podemos seguir así... - murmuró Felix, su voz ronca, impregnada de una seducción que la hacía temblar. - Estamos... distraídos.

Abrió los ojos lentamente, su mirada encontrándose con esos ojos avellanas que parecían brillar con una intensidad casi abrumadora. El corazón le latía con tal fuerza que sentía que su pecho podría estallar.

- Quizás... - comenzó el mayor, con un susurro apenas audible - la mejor forma de concentrarnos sería olvidarnos de los libros por un rato.

La sugerencia, descarada y atrevida, la dejó paralizada. Pero al mismo tiempo, la llenaba de una excitación tan intensa que le costaba respirar. Asintió, incapaz de encontrar palabras, dejándose llevar por el momento.

Los labios comenzaron a rozar su cuello, dejando una serie de besos ardientes que hicieron que su piel se erizara por completo. Esos besos no eran simples caricias. Eran Ilamas controladas que encendían cada parte de su ser, haciéndola arder con más fuerza. Su autocontrol se desmoronaba, y sus uñas se aferraban a la piel pálida bajo sus dedos, arañando suavemente, buscando más de esa conexión abrasadora.

El mundo alrededor de ellos desaparecía lentamente. El calor de sus cuerpos entrelazados, la presión de sus respiraciones entrecortadas, y la mirada ardiente que la consumía eran todo lo que importaba. Sabía que la posibilidad de ser descubiertos, de que alguien pudiera entrar en cualquier momento, estaba presente, pero ese riesgo solo intensificaba lo que sentía.

- Esto es lo que hacen los amigos, Samy- susurró con una sonrisa pícara, mientras sus manos se aventuraban bajo la tela, rozando la piel caliente. - Se apoyan... de una manera un poquito más extrema.

Un pequeño quejido escapó de sus labios cuando los dedos llegaron a su destino, jugando con la sensibilidad de su cuerpo. El pequeño clítoris temblando bajo el tacto, a pesar de tener una fina capa de ropa interior. Su espalda se arqueó de manera automática, y un grito que no pudo contener resonó en la habitación, Ilenándola de ese sonido que solo intensificaba el deseo.

Las palabras de Ama resonaron en su mente con más fuerza ahora: "No se supone que los amigos hagan eso entre ellos... o al menos no debería afectarlos así. Si eso pasa, cuestiona lo que sientes, Samantha."

Pero negociar con su mente era imposible. La única voz que escuchaba con claridad era la del deseo, la sensación de los labios y las manos que se movían sobre su piel. No importaba que las advertencias estuvieran en su cabeza; lo único que quería era ese contacto, ese roce que parecía quemar y, al mismo tiempo, darle vida.

Los dedos que habían encontrado su camino bajo la tela continuaban jugando, mientras la respiración se volvía más entrecortada. Un gemido, más fuerte esta vez, salió de su boca, y la sonrisa juguetona en los labios de Felix era clara.

Esto... - murmuró el pelinegro, acercándose aún más, sus labios apenas rozando los de Samantha es solo el comienzo.

La tormenta que había desatado dentro de ella ya no podía ser contenida. La única opción era dejarse llevar, perderse en el caos y el deseo que ahora lo consumían todo.

Pero entonces todo se desvaneció entre el sonido irritante de una alarma y el brillo infinito que se introducía por su pequeña ventana.

Mierda, la situación la estaba afectando.

Mierda, la situación la estaba afectando

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⏰ Última actualización: Sep 25 ⏰

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𝐁𝐨𝐨𝐛𝐬❝ʳⁱᵛᵉʳᵈᵘᶜᶜⁱᵒⁿ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora