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El corazón de Samantha seguía latiendo con fuerza, resonando en sus oídos como el tamborileo de la lluvia en una ventana

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El corazón de Samantha seguía latiendo con fuerza, resonando en sus oídos como el tamborileo de la lluvia en una ventana. Se quedó quieta un momento, respirando profundamente, intentando calmar la tormenta que sentía en su interior. Pero la paz no llegaba. El ardor, esa sensación extraña que la había acompañado durante todo el día, no hacía más que intensificarse.

Cuando levantó la vista, Ama estaba frente a ella, su silueta alta y esbelta recortada contra la luz que entraba desde el pasillo. Parecía preocupada, y esa preocupación solo hizo que Samantha sintiera un nudo en el estómago. Los cuadernos que llevaba apretados contra su pecho de repente se sintieron más pesados.

La de último año le rodeó con un brazo, su toque era cálido, reconfortante. - Samy, te estuvimos buscando por todas partes. - La voz de la misma, normalmente ligera y alegre, tenía un tono serio que hizo que la castaña frunciera el ceño. Ari y yo estábamos angustiadas. Cuando no te vimos en la cafetería, comenzamos a pensar lo peor.

Después de todo la menor era demasiado pura en comparación con todas las personas que habitaban el tedioso colegio de Hargyeld. Samantha bajó la mirada, sintiendo el rubor subir por su cuello. - Estaba con Félix - murmuró, intentando sonar casual, aunque sabía que no podía engañar a la castaña.

Ama suspiró, el sonido fue como una pequeña explosión de frustración contenida. Se separó de la menor lo suficiente como para mirarla a los ojos, buscando algo en su expresión. - Samantha, sé que Félix es tu amigo, pero... últimamente ha estado muy encima de ti. - La preocupación en sus ojos se mezclaba con algo más, algo que no lograba descifrar. - No me gusta cómo te trata a veces.

La rubia parpadeó, confusa.

- Pero Félix dice que así es como los amigos se llevan, que es normal.

Sam, soy amiga de Félix, y también soy tu amiga. - Ama tomó las manos más pequeñas entre las suyas, sus dedos rozando suavemente la piel de la blanca, como si intentara transmitirle algo más allá de las palabras. -Pero no me ves toqueteándote a cada momento, bebé.

Samantha bajó la mirada, notando cómo sus manos temblaban ligeramente. Era difícil procesar todo lo que Ama le venía diciendo desde inicio de año. Siempre había confiado en Félix, había creído en su amistad y en sus intenciones. ¿Entonces por qué Ama miraba eso mal?

Pero Félix sólo... - comenzó a decir, pero Ama la interrumpió suavemente, con una sonrisa triste en los labios.

- Lo sé, Samy. Pero quiero que recuerdes que está bien poner límites, incluso con las personas que más queremos. - Ama le dio un pequeño apretón en las manos antes de soltarlas, como si le estuviera pasando una parte de su fuerza. - Quiero que te cuides, que no dejes que nadie juegue contigo. - Pasó su mano por la suave cabellera rubia.

Se alejó un poco, dándole a Samantha espacio para respirar. El pasillo, que antes había parecido tan seguro, ahora se sentía opresivo, como si las paredes se cerraran lentamente a su alrededor. Miró a Amairani, queriendo decir algo, pero las palabras no llegaron a sus labios. En su lugar, solo asintió, sintiendo un peso en su pecho que no podía explicar.

Pero antes de que pudiera hacer nada más, otra presencia se acercó, envolviéndola en un abrazo firme. El calor de Félix la rodeó como un manto, y la menor sintió cómo la tensión que había estado acumulándose en sus hombros se disipaba un poco. Pero algo seguía ahí, una inquietud que no desaparecía del todo.

Félix la abrazó por la cintura, inclinándose para depositar un beso suave en su cuello. Ese gesto, que solía ser tan reconfortante, ahora la hizo sentir un escalofrío. Samantha se giró lentamente, encontrando la mirada intensa del pelinegro. Había algo en esos ojos oscuros, algo que la hacía sentir vulnerable, como si estuviera a punto de caer en un abismo sin fondo.

¿Por qué eres tan linda? - preguntó, su voz era un susurro bajo, casi una caricia. Samantha sintió cómo el calor subía a sus mejillas, pero esta vez no era solo timidez. Era algo más, una mezcla de confusión y deseo que no sabía cómo manejar.

El pelinegro la acorraló suavemente contra los casilleros, sus manos deslizándose por su cuerpo con una familiaridad que bordeaba lo íntimo. Samantha sintió cómo la falda se levantaba ligeramente, revelando la piel suave de sus muslos. Los dedos del más alto rozaron esa piel, y tuvo que contener la respiración para no dejar escapar un suspiro.

Porque soy tuya. - La voz de Samantha salió en un susurro, como si apenas pudiera creer lo que estaba diciendo. Siempre había sido así con Félix, siempre desde los trece años, una mezcla de devoción y dependencia que nunca había cuestionado. Pero ahora, las palabras que Ama recitaba desde que las cosas empezaron a tonificarse, resonaron en su mente, sembrando dudas que no sabía cómo manejar.

Félix sonrió, una sonrisa que no tenía nada de inocente. Complacido por lo que escuchaba.

Se inclinó, sus labios rozando las mejillas de la menor en un beso que era suave pero firme, como si estuviera marcando territorio aunque a la vez se sentía un tanto juguetón.

Samantha sintió cómo su corazón se aceleraba, la sensación era familiar, pero ahora estaba mezclada con una inquietud que no podía ignorar. Más cuando el mayor trazó pinceladas con la punta de su nariz en la misma zona, soltando una risa un tanto inquietante.

O sólo un tanto Seductor.

O sólo un tanto Seductor

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𝐁𝐨𝐨𝐛𝐬❝ʳⁱᵛᵉʳᵈᵘᶜᶜⁱᵒⁿ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora