CAPITULO VI "PADRE AMOROSO"

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Boston Massachusetts

Danzel Gallagher

Los días se deslizaban uno tras otro, cada uno prácticamente idéntico al anterior en nuestra casa de rutinas y silencios. Sin embargo, una pregunta persistía en mi mente, un enigma que no lograba descifrar: ¿qué significaba realmente estar "en los brazos de otro hombre"?

Al principio, mi mente inocente construyó una explicación que parecía lógica. Pensé en cómo yo mismo había estado en los brazos de mi padre cuando era aún más pequeño —aunque esos recuerdos eran demasiado escasos y apenas podía recordarlo—. ¿No era natural que un hijo estuviera en los brazos de su padre, que era, después de todo, "otro hombre"? Pero esta teoría se desmoronó rápidamente. Si fuera algo tan inocente, ¿por qué mis padres mentirían al respecto? ¿Por qué el nerviosismo, las miradas furtivas, los susurros temerosos?

La respuesta llegó en una tarde aparentemente normal, durante una de mis lecciones en casa. El Sr. Thompson, mi tutor, estaba explicándome los misterios del álgebra cuando me di cuenta de que necesitaba mi libro de ejercicios.

"Discúlpeme un momento, Sr. Thompson," dije, levantándome de la mesa. "Olvidé mi libro de matemáticas en mi habitación. Volveré enseguida."

Subí las escaleras, mis pasos silenciosos sobre la alfombra gruesa. Entré en mi habitación, localicé el libro en su lugar exacto en mi estantería perfectamente ordenada, y me dispuse a regresar.

Bajé las escaleras con el libro apretado contra mi pecho, mis dedos acariciando distraídamente el borde de las páginas. Un, dos, tres, cuatro... conté los escalones mientras descendía, un ritual que me daba una sensación de control y normalidad.

Al llegar al pie de la escalera, giré hacia la sala donde tomaba mis clases. Y fue entonces cuando el mundo que conocía se hizo añicos.

Allí, en medio de la sala, estaba mi madre. Pero no estaba sola. Sus brazos rodeaban el cuello del Sr. Thompson, su cuerpo presionado contra el de él de una manera que nunca había visto antes. Y él... él tenía su rostro enterrado en el cuello de ella, sus manos aferrándose a su cintura como si temiera que ella pudiera desvanecerse.

El tiempo pareció detenerse. El libro resbaló de mis manos, pero logré atraparlo antes de que cayera al suelo. El sonido de mi corazón latiendo era ensordecedor en mis oídos.

En ese momento, comprendí. Esto, esto era lo que significaba estar "en los brazos de otro hombre". No era el abrazo inocente de un padre a su hijo. Era algo más, algo prohibido, algo que hacía que mi estómago se retorciera de una manera que no podía explicar.

Con una agilidad que no sabía que poseía, me di la vuelta y me pegué a la pared, moviéndome silenciosamente a fuera de la habitación. Mi mente era un torbellino de pensamientos y emociones. Vergüenza, confusión, ira, todo se mezclaba en un cóctel tóxico que amenazaba con ahogarme.

Así que esto era lo que mis padres tanto temían que se supiera. Este era el secreto que se escondía detrás de las sonrisas forzadas y las mentiras susurradas. La perfecta fachada de nuestra familia, la imagen que mis padres se esforzaban tanto en mantener, era exactamente eso: una fachada.

Me quedé allí, inmóvil, mi espalda presionada contra la pared fría, mi libro de matemáticas apretado contra mi pecho como un escudo. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Fingir que no había visto nada? ¿Confrontarlos? ¿Contarle a mi padre?

Mientras las preguntas se arremolinaban en mi mente, una cosa quedó clara: el mundo de los adultos era mucho más complicado y oscuro de lo que jamás había imaginado. Y yo, a mis escasos años, acababa de dar un paso irrevocable hacia ese mundo, dejando atrás los últimos vestigios de mi inocencia infantil.

SILENCIO. (Obsesión Vol 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora