CAPÍTULO IX -CONFUSIÓN-.

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BOSTON MASSACHUSETTS

DANZEL GALLAGHER.

Los días en la escuela se sucedían uno tras otro, cada uno más confuso que el anterior. Por más que me esforzaba, no lograba encajar. Mis compañeros me evitaban como si fuera portador de alguna enfermedad contagiosa, otros simplemente me ignoraban como si fuera invisible. Y eso dolía. Dolía más de lo que jamás hubiera imaginado.

Cada mañana, al ponerme el uniforme pulcramente planchado, sentía como si me estuviera poniendo una armadura para enfrentar un mundo hostil. Cada paso hacia la escuela era una pequeña batalla contra el deseo de dar media vuelta y correr de vuelta a la seguridad de mi habitación.

Un día, sin embargo, algo cambió. Un grupo de mis compañeros me invitó a unirme a su plática durante el receso. La emoción que sentí en ese momento fue tan intensa que casi me mareé. Con el corazón latiendo a mil por hora, los seguí por el patio hasta la fuente central, ese lugar que hasta ahora solo había observado desde lejos.

Nos sentamos en el borde de piedra de la fuente, el murmullo del agua proporcionando un telón de fondo para nuestra conversación. Al principio, hablamos de cosas típicas de niños de 12 años. Discutimos sobre los últimos episodios de "La pequeña huérfana Annie" que habíamos escuchado en la radio, debatimos sobre qué equipo de béisbol ganaría la Serie Mundial ese año, y comentamos sobre los nuevos modelos de automóviles que habíamos visto pasar por las calles.

Pero entonces, la conversación dio un giro que me dejó completamente desconcertado. Uno de los chicos, Tommy, cambió el tema a algo que para mí era terra incognita.

"Oye, ¿han visto a la nueva chica de tercer grado?", preguntó con una sonrisa pícara. "Es una verdadera muñeca".

Los otros chicos asintieron entusiasmados, lanzando silbidos y comentarios que me hicieron sentir incómodo. Hablaban de las niñas de una manera que nunca había considerado. Discutían sobre qué chica les gustaba, sobre qué actriz del momento les parecía más atractiva.

"A mí me gusta Mary Pickford", dijo uno. "Es tan bonita y delicada".

"Nah, Clara Bow es mucho más atractiva", rebatió otro. "Tiene ese 'no sé qué' que te hace querer mirarla todo el tiempo".

Yo permanecí en silencio, incapaz de contribuir a la conversación. ¿Cómo podían hablar así del sexo opuesto? Era un verdadero enigma para mí. Miré por encima de mi hombro al grupo de niñas que charlaban animadamente al otro lado del patio, tratando de entender qué veían mis compañeros en ellas que yo no lograba percibir.

Mientras los escuchaba, mi mente vagó hacia otros pensamientos. Recordé la última vez que había ido al cine con mi padre, cómo me había quedado embelesado mirando a Cary Grant en la pantalla. Su presencia magnética, su voz profunda, la forma en que se movía con tanta seguridad... Había algo en él que me fascinaba, aunque no podía explicar exactamente qué era.

O cuando leía las aventuras de Sherlock Holmes, cómo me imaginaba al detective alto y delgado, con su mirada penetrante y su mente brillante. Sentía una especie de admiración que iba más allá de querer ser como él. Era algo más profundo, más confuso.

"¿Y tú, Danzel?", la voz de Tommy me sacó de mis pensamientos. "¿Cuál chica te gusta?"

Sentí que mi cara se ponía roja como un tomate. "Yo... yo no... Es decir, no he pensado mucho en eso", balbuceé, sintiendo cómo el pánico se apoderaba de mí.

Los otros chicos me miraron como si me hubiera crecido una segunda cabeza.

"¿No has pensado en eso?", preguntó Billy, incrédulo. "¿Acaso eres raro o algo así?"

SILENCIO. (Obsesión Vol 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora