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Llegué a casa tarde y Minjeong ya estaba dormida

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Llegué a casa tarde y Minjeong ya estaba dormida. Después de darle un beso a mis hijas me acosté y dormí profundamente, abrazado a mi preciosa esposa.

Amaneció un sábado nublado y frío, muy diferente al día anterior, donde las temperaturas habían superado los veinte grados. Me levanté temprano, me puse ropa de deporte y salí a correr. Necesitaba desentumecer los músculos y aclarar la mente después de la charla y la sesión de sexo que había tenido con Heeseung.

Tome la carretera del bosque y subí hasta la colina. Tardé cuarenta minutos en llegar a la cumbre y cuando estaba arriba me encontraba agotado y empapado en sudor. Hice estiramientos y me quedé unos minutos observando la ciudad desde allí arriba: los rascacielos a lo lejos, las casas familiares de los suburbios, los campanarios y torres. Era una vista que lograba trasmitirme paz.

―Hola. Te llamabas Sunoo, ¿verdad?

Me giré de inmediato. No era habitual encontrar a nadie allí, y menos a aquella hora. Mi corazón empezó a palpitar acelerado cuando me di cuenta de que quien estaba a mi lado era el señor Park Sunghoon, precisamente el tipo que quería sacar de mi cabeza. Ni siquiera lo había oído llegar.

Llevaba unos pantalones de deporte muy cortos y sudadera de mangas largas con capucha. Estaba tan sudoroso como yo. Al parecer también había llegado a la empinada cima corriendo. Tenía apoyadas las manos en las rodillas e intentaba recuperarse.

―Y tú eras el padre de Marc. ―reaccioné al fin.

Le tendí la mano, y él se incorporó para estrechármela. Olía a sudor y a ropa recién lavada, una mezcla que me volvía loco. Rogué porque aquellos estímulos no alcanzaran mi polla, ya que mis ajustados pantalones deportivos podían dar el espectáculo.

―No sabía que corrías. ―me preguntó, inclinando la cabeza con curiosidad.

―Eso suena a que no te parece que esté en forma.

―Nada de eso. ―rio, pasándose la mano por la barriga―. Ya veo que lo estás. Lo que quería decir es que... no sé lo que quería decir.

Entonces fui yo quien sonreí, y Sunghoon se ruborizó. Creo que fue justamente aquel rubor, aquella manera en que ese hombre absolutamente machote y deseable se mostraba, por un instante, vulnerable, lo que me hizo decidir que iría a por él.

―Si eres aficionado podemos quedar de vez en cuando. ―dije como por casualidad―.

Conozco algunos circuitos muy tranquilos.

―Es una buena idea. Aún no tengo muchos amigos aquí. ¿Te parece si volvemos? Hoy me toca la colada y Wonyoung ha quedado con sus compañeras de trabajo.

Asentí y emprendimos el camino de regreso. Corríamos codo con codo, aunque de vez en cuando me volvía discretamente para mirarlo. Era un hombre guapo, tremendamente guapo y atractivo. Muy viril, como a mí me gustaban. El esfuerzo marcaba los músculos de sus piernas y me pregunté cómo sería sin ropa. Ya había intuido sus fuertes bíceps y sus apretados pectorales. ¿Cómo sería su vientre? Era una de las zonas más erógenas de un hombre para mí.

Lascivia (Sunsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora