Errores que se vuelven oportunidades.

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Los primeros días los había gastado en arreglar los papeles, elegir las optativas y, rellenar al completo la matricula para así entregarla.
Se había tomado su tiempo en reconocer aquel lugar, por lo menos el ala de ciencias, la cafetería, las habitaciones y los salones.
Se había estudiado las clases que le tocaban, y intentaba memorizar que gran mapa en su cabeza, creando un cacao en su mente, cambiando alguna clase por otra como equivocación.
Debía elegir un taller, para las últimas horas de la mañana, y ahí es cuando cometió el error. En cuanto la carta le vino a la habitación, informándola de que la habían admitido en el equipo de fútbol femenino fue corriendo junto a dirección, intentando cambiar aquello. No es que no fuera deportista, de pequeña le encantaba el deporte, pero poco a poco se había hecho algo mas tranquila, dejando de lado todo lo que conllevaba al cansancio físico.
En aquel despacho tan soló logró negativas, verdaderamente la necesitaban, pocas chicas de aquel lugar se paraban para formar un equipo y, este año, lo habían completado gracias a su error.
Con cierta desgana, pasó lo que le quedaba de mañana, hasta que escuchó por el altavoz que debía acercarse al pabellón.
Con todas sus rastas sostenidas en una coleta alta caminó por los pasillos cabizbaja, con sus manos juntas, vergonzosa. Se sentía incomoda con la mirada de los demás sobre su nuca, aunque ni tan si quiera se fijaran en ella, su mente no cesaba de pensar eso.
Nada mas entrar en el pabellón deportivo se sentó en una esquina, observando al entrenador, un hombre tendiendo al sobrepeso y medianamente calvo, caminando de lado a lado, nervioso, repasando el discurso que casi se sabia de memoria para aquel momento.
Mas chicas fueron ocupando sus puestos, pero no centró su atención en ello, si no que su mente, su imaginación, se perdía por miles de cosas imposibles hasta que el sonido de un silbato le hizo saltar de la butaca.

-Buenos días, señoritas, este año, seremos un equipo de verdad, comenzaré por presentarme, me llamo Matt, pero prefiero eso de entrenador. Poco a poco me iré sabiendo vuestros nombres, nuestras jugadas y movimientos,y os iré colocando para hacer un gran equipo. -La voz de aquel nombre sonaba rasgada, cansada, pero lograba llamar la atención de cada una de las jóvenes.- Deberíamos comenzar con la resistencia, para así saber como andáis después de este gran verano. Los vestuarios están al fondo. Tenéis cinco minutos para cambiaros. -Nuevamente el sonido del silbato marcó el comienzo y, más de la mitad de las chicas se levantaron a la carrera para así comenzar a calentar sus piernas para lo que les venia después.
Alex, con parsimonia y desganada se dirigió arrastrando sus pies, haciendo que las suelas de sus tenis chirriaran contra la pintura del suelo hasta mas de la mitad del campo.

Una vez en los vestuarios la charla entre las chicas eran simples presentaciones y cotilleos en los que ella no se metía, en su taquilla, se las apañaba para quitarse la camiseta y así, mostrar su blanca espalda, recubierta de miles de pecas de un tono claro que ascendían hacia sus hombros y clavícula.
Despistada, no lograba fijarse en la mirada que tenía sobre su cuerpo, puesto que la muchacha con la que compartía habitación no le sacaba la vista de encima. Una y otra vez recorría aquella piel, deslizando sus ojos por cada curva de esta, deleitándose con aquel femenino cuerpo, hasta que la ropa le impidió continuar disfrutando.

Alex, absorta, ni cuenta se había dado de que ella estaba allí y, con otras compañeras, salió hacia el pabellón de nuevo, donde se encontraban ya un par de conos marcando cada esquina del campo.
Con la voz más alta, casi en gritos como un sargento, el entrenador volvió a hablar.
-¡Probaremos con diez vueltas al campo! Quien vea que no llega, que vaya reduciendo pero, no se puede parar, aunque vayáis andando, tenéis que moveros. -De nuevo el silbato informó de que le infierno, había comenzado.

Una, dos... Seis, siete... Su respiración acelerada, sus piernas doloridas, su cuerpo sudoroso junto a los puños cerrados, así continuaba Alex, asombrada de si misma, había más de una joven que continuaba a su lado, corriendo, pero más de la mitad ya habían reducido de tal modo que apenas caminaban, quejándose, tras ella, estaba Lucca, siguiéndola con cierta separación.
Nueve, diez... Ya en la última, aceleró el paso, intentando mantener la compostura, controlando su respiración, inspirando por la nariz para después soltar el aire por la boca, mañana, seguramente no se movería de la cama por culpa de las agujetas pero, hoy, quería hacerse la valiente. Era la única que continuaba con la carrera, o eso creía, hasta que aquella muchacha se colocó a su lado con una sonrisa sobre los labios, retándola, obligándole a acelerar el paso. Todo iba bien, picadas, adelantando la una a la otra entre sonrisas, en la última vuelta, apenas a unos centímetros de llegar al final, hasta que sus pies se cruzaron en la última curva, haciéndolas tropezar a las dos a la vez, terminando Alex en el suelo, boca arriba, con aquella joven sobre su cuerpo, con la respiración alterada y sosteniendo su peso, se removió por unos instantes, hasta que abrió los ojos y se encontró con aquellos ojos, unos ojos de un tono gris claro, los cuales la absorbieron. Dejándola boca abierta por unos segundos.
Lucca tampoco reaccionó del todo, ya que parecía que su respiración se había parado en el mismo instante que se vio encima de la chica, aunque su corazón galopase contra su pecho como un loco.
Notó como aquella joven humedecía sus labios, y incapaz de sacar la mirada de estos, se aceró un poco más a ellos, pudiendo sentir así el calor de la respiración ajena, a simples centímetros, cuerpo contra cuerpo, respiración contra respiración.
Si el silbato no sonase, llamando la atención de las dos, obligando a Alex a sonrojarse, removiéndose bajo de ella para incorporarse, sacando del ensimismamiento a Lucca, la cual, se había quedado completamente embobada con aquella chica. Deseaba besarla, y tan solo sabia su nombre, el aroma de su colonia y, que les tocaría entrenar juntas cada día.

-¿Estáis bien? -Interrumpió el entrenador, incorporando a una de las muchachas, para después ayudar a la temblorosa Alex, a la cual, hasta le temblaban las piernas. -S-s-si... -Tartamudeando, alargando la ese más de lo normal, respondió con la mirada baja, a vista de todas las del equipo. El entrenador extrañado, asintió con la cabeza, mandando a todas a las duchas.
Alex lo único que hizo fue coger su ropa y, salir, con la mente llena de preguntas y aquellos ojos grises sobre la nuca, dedicándole una sonrisa divertida.

Con sólo una sonrisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora