Capítulo V

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Gojō Satoru estaba tomando su chocolate caliente sentado en la barra de su cocina-comedor estilo americano. Habían pasado un par de semanas desde que había hecho esa fatídica entrevista, y empezaba a sospechar que no iban a llamarle.

Seguro que papá me programará otra en breves.

Aunque estuviera aún con los ojos medio cerrados, ya llevaba las gafas de sol puestas. Se había despertado hacía poco, aunque fueran las once de la mañana. Pero... Ha valido la pena, pensó, con una sonrisa triunfadora en el rostro. Su teléfono empezó a sonar.

Getō Suguru escuchó el primer pitido de la línea y notó que apretaba la mandíbula sin querer. Era viernes y, aunque mañana también tenía que trabajar, casi podía sentir el fin de semana con las yemas de sus dedos.

Cordialidad y educación ante todo. Es el hijo del jefe, puede hacer que me despidan con sólo chasquear los dedos...

Había hecho una selección entre todos los candidatos, y Satoru había pasado. Reconocía que tenía un currículum impresionante y que podía ser un buen activo para la empresa –un diamante en bruto. Aún le odiaba con todas sus fuerzas, pero Suguru se vanagloriaba de ser un profesional y no dejaba que sus sentimientos interfiriesen con el trabajo.

Miró el reloj sobre la mesa de su escritorio una vez más. Eran las once de la mañana y acababa de sonar el segundo tono. Llamaría para comunicarle la noticia y, después, bajaría a la cafetería a almorzar. Porque iba a necesitar un descanso después de ello.

–¿Diga? –preguntó Gojō, antes de dar otro sorbo a su chocolate.

–¿Gojō Satoru? Buenos días, soy Getō Suguru. Le llamo de parte de Gojō Family Business Inc. –contestó el moreno con su mejor voz cordial.

Getō Suguru...

Gojō no pudo evitar el pensamiento sobre lo dulce que sonaba su voz cuando no parecía querer matarle. Por supuesto que se acordaba del entrevistador demonio. Como para no hacerlo, con la entrevista que le dio... ya creía que no iba a llamarle.

–Buenos días, Suguru–senpai –respondió. No se acordaba del honorífico que Nanami le había dicho que debía usar.

Getō puso una cara por la que agradeció estar hablando por teléfono y no en persona. Satoru se había cogido muchas confianzas con él y prefería marcar distancia.

–Getō-san está bien, si no le importa –le corrigió, carraspeando–. Como habrá imaginado, le llamo por la entrevista de trabajo que realizó para la compañía hace dos semanas. Me hubiese gustado ponerme en contacto con usted antes, pero el proceso de selección ha sido tedioso –se excusó.

¿Getō-san? Qué frío.

–No se preocupe, entiendo que es usted un hombre ocupado –respondió Gojō, jugando con la patilla de sus gafas.

Más de lo que me gustaría...

–El caso es, Gojō-san, que después de valorar varios factores, hemos decidido que usted es el candidato adecuado para ocupar el puesto dentro de nuestras filas –comunicó, manteniendo un tono neutro y profesional.

La mirada de Satoru se iluminó por completo.

–¿En serio? –preguntó, contento–. ¡Muchas gracias por esta oportunidad, Suguru-senpai!

Suguru se sonrojó suavemente, como si volviese a tener 16 años y estuviese a cargo de un compañero más joven en el instituto.

–E-Empezará el lunes que viene, en Contabilidad. Como ya tiene una relación previa con Nanami-san, estará a su cargo y trabajará en su área –dijo.

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