La cafetería era una zona muy amplia. Al fondo se situaba la cocina en la que, a través de mostradores, los empleados recogían la comida en fila –igual que en un colegio. El menú era el mismo para todos, aunque había varios platos a elegir. Hoy lunes había cerdo shōgayaki como plato principal acompañado de arroz blanco, repollo cocido en tiras, sopa de miso, algas nori fritas, ensalada de pepino y, de postre, flan de huevo o yogur natural.
El resto del espacio lo ocupaban las mesas para comer, cada una para ocho comensales. Cada empleado cogía su bandeja y, cuando terminaba de comer, llevaba las bandejas a los carros adyacentes en los extremos y se iba. Satoru buscó con la mirada por todo el comedor, buscando a su querida niñera para saludarla.
Anda, mira.
–¡Suguru–senpai! –saludó, viendo la cabellera negra atada en un moño haciendo fila para recoger la comida.
El nombrado no pudo evitar girarse a buscar la fuente de esa llamada. Nadie le llamaba así, con ese mote tan infantil –nadie, salvo Satoru. El chico le saludaba con su mejor sonrisa como si nada.
¿Cómo me ha llamado? Le dije que no lo usase conmigo... Ay, qué vergüenza. Me está mirando todo el mundo...
Lo cierto era que varios compañeros le estaban mirando –porque nadie se atrevía a mostrar esos compadreos en la oficina, mucho menos con los directivos.
–Parece que le cayó usted bien, Getō-sama –comentó Manami a su lado, peinándose un poco.
Suguru forzó una sonrisa y le devolvió el saludo con la mano. A diferencia de Suguru, a Satoru le daba bastante igual llamar la atención, por lo que ignoró todas las miradas indiscretas dirigidas a su persona. Amplió su sonrisa en dirección a Getō.
Si en el fondo sólo iba de duro...
–¿Conoces a Getō-sama? –preguntó la compañera de trabajo al chico, mirándole entre sorprendida y abochornada.
Satoru le miró, sonriendo con cordialidad.
–Sí, me hizo la entrevista. Me las hizo pasar putas –comentó bastante animado.
–¿En serio? Eso no parece propio de él, con lo educado que es siempre... –la mujer contestó, sorprendida–. Tiene un club de fans. Cuando se sienta a comer, siempre lo rodean un montón de mujeres. Pero, hasta donde yo sé, nunca ha pasado nada con ninguna. Es muy profesional. Y eso que su secretaria le pone ojitos desde que llegó... –añadió, bajando la voz.
Un club de fans...
Satoru volvió de nuevo su vista hacia él, examinándole por primera vez.
La verdad... Es bastante atractivo...
A Satoru le sorprendía no haberse fijado en eso hasta ahora. Suponía que era por la cara de perro que le puso nada más verlo.
Había notado que era guapo. Pero no que lo fuera tanto.
Vaya, vaya... Y qué buen culo tiene...
Satoru se entretuvo un par de segundos de más observando esa maravilla anatómica.
¿De qué me suena ese culo...?
–Su secretaria, la mujer pelirroja, ¿verdad? –preguntó, intentando despistar–. Me la he cruzado en el comedor antes.
A mí también me ha puesto ojitos, pensó, con orgullo.
–Sí, Manami-san... Aunque si yo fuese como ella, también intentaría acercarme a él... –murmuró la mujer.
Fue en ese momento en el que la susodicha, como si la hubiesen invocado, se acercó a ellos con paso decidido.
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Ima demo ao ga sunde iru
FanfictionGetō Suguru decide salir de fiesta con sus amigos para celebrar que, por fin, le han ascendido en la empresa para la que lleva trabajando cinco años. En una discoteca, conoce a un misterioso joven que le cautiva. Dos semanas después, se lo encuentra...