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Promesas rotas

aemma's perspective

Su mirada me suplicaba que me fuera de aquella sala, que nos librara del tormento y pudiéramos seguir con nuestras vidas como antes eran. Con una relación normal de tío y sobrina, sin nada más ni menos. Esto nunca debió de suceder. Yo jamás debería de haberlo mirado un poco de más; de ver un atractivo más allá de lo físico; de idealizar su persona; de pensar que cada uno de sus gestos o movimientos pudieran significar algo más; de hacerme ilusiones que no sucederían. Ambos teníamos un deber definido para cada uno desde hace años, esto no podía romperlo.

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A la mañana siguiente todo fue como planeado, nos despertamos pronto por la mañana y tras desayunar algo ligero, nos montamos sobre nuestros respectivos dragones. El vuelo era uno de sobre cuatro horas, no muy largo a su parecer debido que ya estaba acostumbrada a volar an Antigua o al Valle de vez en cuando. Y Gaelithox no volaba nunca muy cerca de Vhagar, así que se salvó de esas miradas que duraban segundos que se escapaban en su dirección tras la conversación que tuvieron anoche. Una que prefería enterrar en lo más profundo de su mente debido a la inmensa vergüenza que más tarde sintió tras regresar a sus aposentos. Había dejado claro que había alguna atracción, pero, nunca actuaría de acorde por el deber que ambos le debían a la reina, al reino.
Este gran deber descansaba sobre los hombros de la princesa heredera desde el día que sus hermanos mayores fallecieron, había pasado un lustro desde entonces y no paraba de aumentar.
Y Aemma solo era humana, un día llegaría a su límite. Todos rezaban que ese día no llegase.

En el aire y entre las nubes, ella era libre de toda responsabilidad o deber al reino y por eso es que pasaba la mayor parte del tiempo a lomos de su dragón, sino era en la biblioteca de la Fortaleza Roja o el Septo. Con su dragón se sentía más ella.
Ser la futura reina de los Siete Reinos no era algo que habría considerado en su camino hasta cinco años atrás, eso siempre estuvo reservado para Visenya o en todo caso Baelon, quien era el primogénito de los tres. Sin embargo, este era un deber que cumpliría con toda su capacidad y honor. Sabía lo mucho que significaba para su madre y sus hermanos, si ellos aún permanecieran con ella. Por lo que el fracaso era algo que no se podía permitir.

No tardaron mucho más en llegar a las Tierras de las Tormentas, aunque no estaba lloviendo. Dejaron a sus dragones por las praderas, donde también había un carruaje esperando su llegada. El trayecto hasta Bastión de Tormentas fue relativamente corto, llenado por el silencio entre ambos. "Definitivamente no me imaginé que Aemond me acompañara en esto resultara así" pensó la princesa Aemma sobre la situación actual en la que se encontraba con su tío. Se distrajo todo lo que pudo manteniendo su mirada al paisaje a través de la ventana, sabiendo que lo que pasaría en los próximos días no sería para nada de su agrado.

En cuanto llegaron dentro de los muros del castillo, al bajar del carruaje estaban ya Lord Borros Baratheon junto a sus cuatro hijas y único hijo varón.

—Sus altezas, es un honor para la Casa Baratheon ser los anfitriones para este gran importante asunto para su majestad.—dijo Lord Borros.—Ella es mi esposa, Lady Elenda Caron; mis cuatro hijas, Cassandra, Maris, Ellyn, Florys Baratheon.—noto la mirada coqueta que le ofrecía la señorita a su tío mientras ellas se reverenciaban ante ella, un gesto que ciertamente no lo aprecio e hizo que la pusiera en su lista negra.—Y mi hijo y heredero, Royce Baratheon.

—Es un honor conocerla, los rumores sobre su belleza no le hacen justicia.—dice el joven Baratheon al ser presentado a la princesa heredera.—Su alteza.

𝐅𝐎𝐑𝐓𝐍𝐈𝐆𝐇𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora