Acto I, Capítulo III

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La puerta se abrió y Dani salió corriendo. Por un momento su cuerpo había sido visible, pero ahora volvía a ser invisible. Huyó hasta el patio. El Sol le devolvió la calma. "Creerá que ha sido una alucinación, tu tranquilo.", pensó. Respiro, e inspiró hasta que se lo creyó. Solo había sido un fallo, pero lo importante es que ya volvía a ser como antes.

Esa mala experiencia le había arruinado el momento, tanto que prefería olvidarse de lo que había ocurrido. Resopló, algo indignado. "Si todo hubiera salido bien ahora me estaría tocando de nuevo", pensó, "pero aún no ha parado este extraño poder"

Sonrió, aún le quedaba una cosa por hacer.

Entró al vestuario masculino y se sentó en uno de los bancos. Llego justo a tiempo, los chicos no tardaron en hacerse aparecer. Eran de Segundo de Bachillerato, aunque sólo tenían uno o dos años más, algunos le doblaban la altura.

Se dio un festín cuando los chicos se lo quitaron todo. Pollas flácidas que Dani observaba desde un rincón, sin decir nada. Lo que más le calentaba era cuando los heteros hacían "juegos" en los que se daban cachetazos, se ponían a hacer el helicóptero, etc. Uno incluso se arrodilló para "fingir" una mamada a su compañero.
Fueron cinco minutos, pero para Dani fueron como cien horas de puro placer.

El profesor de Educación Física (no el del ascensor, por supuesto) les regañó diciendo que tardaban mucho y que salieran ya. Y les obedecieron, todos, menos dos.

El marica invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora