13 años [2]

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Draco caminaba junto a Draven por las calles empedradas de Hogsmeade, el viento frío despeinando su cabello rubio. Se habían puesto de acuerdo para tener una cita, algo tranquilo para escapar del bullicio del castillo. Sin embargo, desde que habían llegado, Draco no podía evitar sentir una extraña incomodidad cada vez que alguien, ya fuera chico o chica, miraba a Draven con demasiada atención.

Draven, por su parte, parecía completamente ajeno a lo que ocurría. Caminaba alegremente, saludando a sus compañeros de otras casas, siempre con esa sonrisa despreocupada que tanto encantaba a Draco... y, al parecer, a todo el mundo.

— ¿Por qué todos te miran tanto? —murmuró Draco, cruzando los brazos.

— ¿Qué? —preguntó Draven, girándose hacia él con una expresión confundida.

— Nada —respondió Draco, mirando hacia otro lado mientras apretaba la mandíbula. Sabía que estaba siendo irracional, pero no podía evitarlo. La forma en que la gente miraba a Draven le hervía la sangre.

A medida que avanzaban hacia Las Tres Escobas, una chica de Ravenclaw se acercó a Draven con una sonrisa radiante.

— ¡Draven! ¡Hace tiempo que no te veo! —dijo la chica, tocándole el brazo de forma demasiado amistosa para el gusto de Draco.

Draven le devolvió la sonrisa, completamente ajeno al aura de irritación que empezaba a rodear a Draco.

— ¡Hola, Beatrice! Sí, ha pasado un tiempo. ¿Qué tal estás? —preguntó Draven, educado como siempre.

Draco entrecerró los ojos. Beatrice rió por algo que Draven dijo, y eso fue suficiente para que Draco empezara a contar mentalmente los segundos hasta que esa conversación terminara.

Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, la chica se despidió, y Draven volvió a su lado.

— ¿Qué pasa contigo? —preguntó Draven, notando la tensión en Draco.

— Nada —respondió Draco de nuevo, pero su tono dejaba claro que no era cierto.

Entraron al pub y se sentaron en una mesa cercana a la ventana. Madame Rosmerta les llevó dos cervezas de mantequilla, y Draven empezó a hablar animadamente sobre los nuevos libros que había encontrado en la biblioteca. Sin embargo, Draco apenas lo escuchaba, distraído por las miradas furtivas que algunos estudiantes lanzaban hacia ellos desde las mesas cercanas.

— Están viéndote otra vez —soltó Draco de repente, interrumpiendo a Draven en mitad de su frase.

Draven frunció el ceño, claramente desconcertado.

— ¿Quiénes?

— Todos —dijo Draco, agitando la mano hacia el pub en general—. No puedo creer que no te des cuenta.

Draven se rió suavemente.

— Estás exagerando. Nadie me está mirando.

Draco bufó.

— Claro que lo están. Te miran como si fueras la cosa más interesante que han visto en su vida.

— Draco, relájate —dijo Draven, colocando una mano sobre la de Draco para calmarlo—. No tienen ningún interés en mí de esa manera.

Draco se mantuvo en silencio, mirando hacia la ventana. Sabía que Draven no lo hacía a propósito, pero eso no hacía que se sintiera mejor.

A lo largo de la tarde, las interacciones continuaron. Un chico de Gryffindor le hizo un comentario divertido a Draven mientras caminaban por Zonko's, y una alumna de Hufflepuff casi tropezó al intentar atraer la atención de Draven en Honeydukes. Cada pequeño detalle alimentaba los celos de Draco, aunque intentaba con todas sus fuerzas no mostrarlo.

El hijo de mamá [Harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora