Goto, un kakushi cualquiera, jamás pensó que le tocaría vivir algo tan inesperado. Un amorío con el Pilar del Viento, Sanemi Shinazugawa, era algo que nunca habría imaginado en su vida. Pero ahí estaban, entregados a la pasión, buscando saciarse rápidamente, conscientes del poco tiempo que les quedaba.
—¡Mierda! ¡SÍ, SÍ, SÍ! —jadeaba Sanemi cada vez que arremetían en él.
Jaló el cabello de Goto para empujar su boca contra la suya y apretar con fuerza ambos labios. Suciamente, en un ritmo desesperado, lleno de baba y sudor. El pilar se encontraba empotrado contra la pared siendo sostenido por el kakushi. Follado violentamente, Sanemi, apretaba sus piernas para que empujara más fuerte dentro de él, desesperado. Cada vez más profundo, haciéndole difícil respirar.
Amaba esta adrenalina de encontrarse y coger que habían acordado; con una sola mirada ya ambos se encontraban comiéndose la boca y desgarrando la ropa del otro. Después de todo, Goto lo hacía tan malditamente bien, dios, follaba exquisito. Con su fuerza lo elevaba, agarrando y apretando sus nalgas con gula haciéndolo gemir repetidas veces. Se sostenía de su firme espalda, sintiendo su entrada chocar contra los testículos del Kakushi en un sonido obsceno que lo hacía delirar.
—¡Mas fuerte! Cogeme más fuerte — le pidió urgido.
Sanemi no era silencioso, para nada. Le encantaba, amaba gritar y gemir incoherencias. Así que se soltó a gozar el exquisito vaivén.
Goto, con destreza seguía moviéndose en su interior hasta que la pared cundiera de la presión de ambos. Aplastando al pilar mientas le mordían su cuello, lo lamía y besaba su nuez de Adán con hambre, a Sanemi le resultaba sabroso, exquisito, aditivo todo de él.
Llegaba a darle ansiedad tenerlo tan cerca y no poder tocarlo ni besarlo. No sabía en qué momento empezó a agradarle tanto, hasta el punto de encontrar irresistible incluso el olor a sudor del kakushi. Podía imaginarse pegándose a su cuello por horas, sintiendo cada segundo hasta alcanzar el clímax juntos.
A punto de venirse, Goto se fue separando de Sanemi, pero el aludido lo evitó aferrándose y moviendo las caderas a la par de sus penetraciones buscando que el pené dentro de él se vaciara, llenándolo.
—Adentro —demandó.
El kakushi lo miró sorprendido, y el pilar, sin pensarlo, lo besó con un frenesí que no dejaba espacio para la duda, haciendo que obedeciera sin cuestionar. Sin resistirse sus movimiento se volvieron erráticos y se vino dentro de él, pegando sus cuerpos aún más, agarrando ahora la cintura del pilar, con rabia, buscando alcanzar lo más profundo. Siguió moviéndose dando estocadas en seco calmando su lívido de a poco. Cerró sus ojos por el extasis y suspiró tirando su cabeza hacia atrás. Nunca se había venido dentro de Sanemi, nunca. Ahora sabía que el orgasmo se volvía mucho más placentero.
Al volver en sí, vio a Shinazugawa observándolo con una sonrisa orgullosa, disfrutando de haberle provocado tal satisfacción. Goto lo ignoró y lo bajó de sus brazos. Al despegarse su semen escurrió por las piernas del pilar, ensuciándolo.
Un poco exaltado, busco entre los bolsillo de su uniforme abierto algún pañuelo que debiera tener. Lo encontró y se lo ofreció, pensando en la incomodad del otro.
—Ten —dijo gentil.
Sanemi levantó una ceja y sonrió con sorna:
—Limpia tu desastre, Kakushi —ordenó. Se dio vuelta, deslizando sus manos con lentitud por la pared, encorvó su espalda para alzar su culo y menearlo provocativo mientras mostraba su agujero embarrado de semen—. Límpiame bien.
Goto le costó resistirse. Esta sería la tercera vez ya que se viene.
Sanemi últimamente le exigía más sexo del que realmente podía en un día. Había dejado sus tareas a medias junto a sus compañeros cuando el cuervo del pilar apareció, solicitando su ayuda de manera urgente y exclusiva en su finca. Claramente ya sabía bien para qué era, pero no podía evitar dejar a sus compañeros confundidos con su repentina partida. Si seguían así, iban a correr rumores.
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GotoxSanemi
RomanceUn Kakushi cualquiera nunca pensó tener un amorío con el gran Pilar del Viento, Sanemi.