Capitulo 2

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Habían pasado semanas desde la última vez que se vieron. No era raro, ambos llevaban vidas ocupadas viajando por distintas partes de Japón: uno para asesinar demonios, el otro para atender a los heridos.

La mayor parte del tiempo, Goto trabajaba en la Finca Mariposa como asistente. De hecho fue allí donde conoció a Shinazugawa antes que se volviera pilar, y con el tiempo su relación se fue profundizando hasta llegar al punto en el que se encuentran hoy. Curiosamente, siempre estaba cerca del Pilar, aunque nunca imaginó que un día este terminaría por notarlo.

Dejando esos pensamiento de lado, Goto soltó un suspiro decidido y volvió a concentrarse en su tarea, levantando a heridos con la misma facilidad con la que se cargan sacos de pluma. Resultaba sorprendente cuántos cazadores se requerían para vencer a un solo demonio, y cómo siempre terminaban gravemente heridos

En ese momento, Goto y la brigada de kakushi atendían a los cazadores envenenados durante una misión. Se habían enfrentado a demonios araña en una peligrosa montaña. A él, en específico, le habían asignado la tarea de encontrar a un joven cazador con una cicatriz distintiva, cuya hermana era un demonio, lo que complicaba aún más la situación. Durante la búsqueda, se encontraron con la Pilar de Insecto, quien les dio instrucciones precisas para tratar a los heridos que sufrían reducción de extremidades, pérdida de cabello y masivas ampollas en la piel, todo causado por el veneno.

Goto se encargó de repartir las inyecciones con el antídoto y terminó por suministrárselo al último cazador, cuyos signos vitales se estabilizaron casi al instante.

—Es increíble el antídoto de la señorita Kocho —comentó Goto.

—Sí, y lo preparó en un instante tras evaluar la situación —respondió su compañera mientras vendaba las heridas del cazador—. Es realmente asombrosa...

Su compañera continuó hablando y Goto emitió un largo "mmm" en respuesta mientras guardaba la jeringa y el antídoto restante, concentrado en terminar de vendar al último herido.

—Bien, parece que todos sobrevivirán. Vamos a buscar al chico de la cicatriz y salgamos de esta apestosa montaña —concluyó.

Junto a su compañera, se adentraron en el bosque siguiendo al cuervo que los guiaba hacia el cazador. Al encontrarlo, notaron que tenía la mandíbula rota y cortes profundos causados por algún arma afilada.

—Le cortaron con algún hilo, el corte es demasiado recto y profundo —analizó Goto—. ¿Tienes alcohol? Vamos a curarlo y se lo llevaré al patrón.

La chica asintió y ambos lo curaron. Goto se lo echó a la espalda junto a otros dos heridos. Siempre terminaba siendo la "mula de carga" del grupo, pero al menos el trabajo por hoy estaba casi hecho.

Ya más avanzada la mañana, después de largas horas rescatando a los cazadores heridos en la montaña, el equipo de kakushi había logrado trasladarlos a la Finca Mariposa. El sol comenzaba a asomarse tímidamente entre las nubes, bañando el lugar con una luz suave mientras los sanadores trabajaban sin descanso. Los heridos, agotados y en su mayoría inconscientes, habían sido distribuidos en varias habitaciones para recibir tratamiento.

Goto continuó organizando al equipo de kakushi, dando instrucciones para revisar a los heridos y administrarles el tratamiento adecuado. Algunos cazadores seguían en estado crítico, a pesar de haber recibido el antídoto, por lo que llevó a pedirle a Fujimura y Tsubaki, su compañera de antes, que lo atendieran.

—Fujimura, revisa al de la tercera cama en la habitación C. La fiebre no baja —indicó Goto, sin detenerse—. Tsubaki, tú sabrás qué darle.

A medida que los heridos empezaban a despertar, Goto les pedía a los kakushi que ofrecieran soluciones prácticas, como rapar a aquellos que habían perdido mechones de cabello debido al veneno como un gesto de cuidado.

Con los heridos bajo control, Goto se dirigió al cazador con la cicatriz para llevarlo a la reunión de los pilares, mientras que sobre su espalda llevaba también la caja que contenía a su hermana demonio. Al llegar a una habitación apartada en la finca, dejó la caja con cuidado sobre una cama, cerró las cortinas y observó en silencio por un momento.

—¿Vas a salir? —murmuró, casi en tono de desafío, aunque no esperaba respuesta.
Esperó alguna reacción de la demonio, cualquier señal de movimiento, pero no ocurrió nada. Inquieto, palpó el cuchillo que siempre llevaba consigo, preparado para actuar si era necesario. A pesar de su nerviosismo, la caja permanecía en completo silencio.

Antes de irse, Goto decidió tomar precauciones adicionales. Encargó la llave de la habitación a Tsubaki y le pidió que encendiera incienso de glicina, una medida extra para asegurar que la hermana demonio no escapara.

—No dejes de vigilarla, y mantén el incienso encendido todo el tiempo —dijo con seriedad mientras le entregaba la llave.

—Entendido —respondió Tsubaki, tomando la llave con una mirada firme.

—Ten cuidado, ¿sí?

La mujer se sonrojó un poco y asintió.

Con la habitación sellada y protegida, Goto se retiró. Antes de llevarse al cazador, cuyo nombre era Tanjiro Kamado, le ató los brazos a la espalda para asegurarlo y lo cargó hacia la mansión del patrón. Un poco ansioso de poder ve a Sanemi.

GotoxSanemiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora