—No, espérate... —trató de decir, pero su máscara y gorro fueron quitados de un tirón para unir sus labios en un necesitado beso.
Shinazugawa sostuvo su rostro y profundizó el beso sin darle espacio para escapar. Goto sintió como todo su impulso de parar se rendía ante la voluntad ajena. Sus manos se deslizaron bajo la ropa, delineando la cintura del pilar y apretando con fuerza, acercándolo más.
Sus lenguas se entrelazaban en un vaivén deseoso, mordiendo, explorando, y Goto apenas podía contener su deseo mientras respondía al beso. Había extrañado sentir esos labios firmes y dominantes.
Aun así, miró de reojo hacia la puerta, que estaba cerrada y atrancada con una silla. ¿En qué momento el pilar había hecho eso?Se rio un poco al recordar que Shinazugawa hacía lo mismo en sus primeras veces tratando de acostarse con él. Qué recuerdos.
—Enfócate en mí —le reclamó. Separándose del beso para desabrochar su uniforme.
Afanoso quito boton tras boton y al terminar deslizó con hambre la manos por todo su torso, apretando sus pectorales para luego descender hasta su pelvis, iba a abajarle el pantalón pero Goto lo detuvo.
—No me he aseado —le advirtió, viendo como sus bellos cortos delineaban la línea de su ombligo hasta su intimidad.
—Me gusta así, no te rasures más.
A Sanemi le excitaba que el Kakushi tuviera bello en su pecho e intimidad, le gustaba el carácter masculino que le daba. Le molestaba verlo sin este, pero nunca se lo había confesado.
Se relamió los labios gustoso y bajo su hakama para ver como su virilidad se alzaba dura y húmeda. Se arrodilló para repartir besos por su abdomen, delineando cada músculo, ignorando intencionalmente el miembro erecto y goteante del Kakushi.
Lo hizo sufrir, dibujando signos incoherentes con la lengua por su pelvis. Goto gimió bajo y frotó su pene contra la mejilla de Sanemi, indecoroso, deseando entrar por esos labios finos.
—Chúpala, chúpala... —pidió delirante.
El pilar lamió la punta, solo la punta y el Kakushi ya ejerció presión de inmediato para empujar su gorda cabeza dentro. Malició gustoso, con sus ojos fijos en los labios estirados de Sanemi, viendo como apretaba y succionaba su pene, comenzando a moverse frenéticamente, apretando sus piernas.
Shinazugawa sentía palpitar el pene dentro de él, hundiéndose cada vez más y más, sin límites; pero para el Kakushi no era suficiente así que agarró el cabello albino con una mano y con la otra elevó su mentón manteniendo un agarre firme, mientras su cadera se movía bruscamente contra la boca del pilar.
Sonidos ahogados se escuchaban en la habitación y eso no le importaba. Follo bruscamente, azotando toda su pelvis contra el rostro mientras lo adulaba con devoción.
—Dios, qué exquisito eres, Shinazugawa —hablaba sin pensar —. Mierda, sí, sí, sí... —murmuraba al compás de cada estocada.
El ritmo era tan bueno y tan sincronizado que Sanemi solo podía sentir como su garganta se apretaba deliciosamente para Goto. Se sentía embriagado por el aroma intenso de él, por los bellos de este frotándole la nariz y rasguñaba ahora los muslos al sentir sus labios entumecidos, pero ya estaba cerca. Sentía un calor subir a punto de estallar dentro de él y lo hizo. Arremetiendo aún dentro a pesar de haberse venido.
Liquido salado se escurría afuera de su boca, deslizándose adentro y por fuera de su garganta. Hasta que al fin salió, dejándolo respirar y tragar a gusto todo el semen.
Goto se dejó caer en la cama, extasiado, echando la cabeza hacia atrás con satisfacción, mientras Sanemi lo observaba desde abajo, como un perro obediente en espera a que su dueño lo cogiera.
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GotoxSanemi
RomanceUn Kakushi cualquiera nunca pensó tener un amorío con el gran Pilar del Viento, Sanemi.