Capitulo 5

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Ya en la cama, Sanemi no paraba de besarlo. A pesar de haberse venido dentro de él, este seguía brincando sobre su pene, una y otra vez hasta saciarse por completo.

Montaba a Goto con destreza, manteniendo ambas manos en el pecho del Kakushi mientras se movía rítmicamente, azotando su culo contra la pelvis de él. En un momento, flectó los brazos para inclinarse hacia Goto y besarlo con pasión. El Kakushi lo sintió, sabía que estaba a punto de llegar al clímax y con los últimos movimientos, el pilar terminó ensuciando a ambos.

Cansado, se recostó sobre Goto, apoyando la cabeza en el pecho mientras controlaba su respiración. Goto estaba exhausto; aunque solo se llevaran por dos años, a su lado se sentía mayor, en contraste con la inagotable energía del pilar. No podía más, su pene ya se había desmayado adentro de Sanemi.

El pilar se acomodó mejor sobre él y se inclinó hacia su cuello, inhalando profundamente. Sabrá Buda qué percibía, pero a Goto le recordaba a un perro marcando su territorio. Sanemi empezó a besar su cuello, dando pequeños besos que subían lentamente hasta llegar a su boca.

—No, Shinazugawa, necesito un descanso —suplicó Goto entre los besos que le daba el pilar.

Ya era muy de madrugada y seguían ahí, sucios y agotados.

—Entonces tomemos un baño —sugirió Sanemi con un toque de picardía, dejando claro que tenía en mente continuar la faena en la bañera.

Goto suspiró resignado hasta que un mordisco en el cuello lo hizo quejarse.

—¡Au! ¿Y eso qué fue? —preguntó, llevándose una mano al cuello.

—Por la marca que me dejaste la otra vez —le susurró Sanemi al oído, mordiéndole este también. Luego le dio una palmada en el pecho y se levantó del futón—. Ven, vamos —lo apuró, yéndose al baño a preparar la bañera.

—¡Yo te hice un chupetón, no te mordí como un perro el cuello! —le gritó indignado mientras se sentaba en la cama.

Sanemi, sin voltearse, le levantó el dedo medio antes de salir de la habitación. Goto rodo los ojos en respuesta y se quedó ahí observando el desastre que habían dejado. Se rió un poco al imaginarse a Shinazugawa molesto por el chupetón, considerando lo mucho que su uniforme dejaba al descubierto. No podía imaginarlo tratando de ocultarlo.

Se levantó del futón con una sonrisa, recogiendo del suelo su yukata para colocárselo encima. Como de costumbre, comenzó a ordenar todo y hasta cambió el futón para lavarlo. Ya conocía bien dónde estaba cada cosa en la casa de Sanemi. Incluso saludó al escarabajo rinoceronte, la peculiar mascota del pilar, que siempre le había parecido lo más curioso de él.

—¡Oye! Ya está listo, ven —llamó Sanemi desde el baño. Apurado, regresó a la habitación y frunció el ceño al ver todo ordenado—. No tienes por qué limpiar... —murmuró, un poco irritado.

Pero el Kakushi no llegó a escucharlo, sonriéndole sin captar su molestia. Sanemi simplemente le hizo un gesto para que lo siguiera y Goto obedeció yendo tras él.

—¿Para qué te vestiste? —le interrogó el pilar.

—Para no andar desnudo por tu casa, como la gente normal —respondió sarcástico, pellizcándole el trasero, ya que Sanemi aún se mantenía desnudo.

—Es mi maldita casa —contestó, palmando la mano que lo había pellizcado.

—Yo no soy el que se anda quejando. A mí me gusta que seas tan exhibicionista —confesó divertido, mientras agarraba las caderas de Sanemi y lo acercaba a su cuerpo, dejando su intimidad contra la suya, besándole el cuello.

GotoxSanemiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora