El tiempo pasó volando en aquel baño, mientras la luz del amanecer se filtraba suavemente por la ventana, bañando sus cuerpos desnudos y anunciando el comienzo del día.
Después de secarse, Goto se vistió, aceptando el yukata que Sanemi le había ofrecido. Era de un verde profundo y conservaba el inconfundible aroma de Shinazugawa. A pesar de ser una simple prenda, le causaba una extraña alegría, una felicidad casi infantil, solo por llevar puesto algo que pertenecía al él.
Con una mezcla de emoción y ansiedad, se acercó a Sanemi, quien lo observaba ya vestido. Aunque su mirada parecía serena, pronto la desvió.
Goto no entendió la reacción del Pilar, y simplemente le dio las gracias y se despidió antes de salir de la finca. Sanemi, en respuesta, levantó una mano en un gesto de despedida mientras él le sonreía desde la distancia.
De camino a su casa, aunque la fatiga y el sueño pesaban en él, no lograban borrar su sonrisa. Sentía una tranquilidad inusual, listo para dormir solo dos horas antes de volver al trabajo. Aunque sonara insensato, no le importaba; incluso saludo a sus vecinos malhumorados, quienes rara vez le prestaba atención y ahora lo miraban con extrañeza.
—Hola, hijo, te veo feliz —le contestó una vecina, que salía de su finca cargando un saco de arroz. He hizo una pausa para apoyarlo en su cuerpo.
—Sí, acabo de recargar energías —le comentó—. Cuántas lunas sin verla. ¿Quiere que la ayude con eso? —ofreció Goto, tomando el saco sin más.
—Gracias, pero no te preocupes, ya casi termino —le sonrió sobándose los hombros cansada, y agregó sin pensar—. Pronto vendrá mi hija con... ya sabes quién a recogerme —comentó con una sonrisa tenue y una sensación incómoda.
Goto levantó las cejas y respondió con un largo "aaah" mientras colocaba el saco en el carro. Ya se había olvidado de eso.
—No se preocupe, señora Shimizu, todo está bien. No me molesta —dijo con tranquilidad y una mirada comprensiva.
Su vecina asintió, comentando que le agradaba verlo mejor y le dio las gracias antes de despedirse.
Al llegar a casa, Goto abrió la puerta y fue directo a su habitación. Se dejó caer en el futón sin importarle que estuviera desordenado, permitiendo que el cansancio y el sueño lo envolvieran. Mientras se abrazaba a sí mismo, recordando al pilar en aquella prenda.
—¡Goto! ¿Dónde hay más analgésicos? Ya se acabó hasta el opio.
—¿Cuánto tenía que darle de fanacetina, Goto?
—¡Goooto! ¡El cazador de la habitación B-1 no quiere dejarse revisar! —le gritó, agotada, finalmente otra compañera.
"Qué reconfortante era volver al trabajo", pensó.
—Dile a Aoi que se encargue del paciente en B-1 —respondió sin más, entregando a su compañero la cantidad exacta de fanacetina en una jeringa.
—El problema es que ya fue, pero el paciente es muy violento con ella.
Goto la miró extrañado y un tanto molesto al imaginar que alguien le estuviera gritando a Aoi, aunque, conociéndola, seguro ella estaría igual.
—De acuerdo, iré yo. Recarga los analgésicos por mí.
La chica asintió y se marchó en dirección opuesta a Goto.
Cuando llegó, abrió la puerta rápidamente y encontró a Aoi de espaldas, intentando calmar al cazador, quien respondía de mala gana.
—¡Necesito revisarte! Es imposible que, tras romperte un hueso del brazo, de repente estés bien —le decía.
—Aoi, ¿qué pasa? —preguntó Goto tras ella, tocándole el hombro suavemente.
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GotoxSanemi
RomanceUn Kakushi cualquiera nunca pensó tener un amorío con el gran Pilar del Viento, Sanemi.