REX INFERORUM

ℂ𝔸ℙ𝕀𝕋𝕌𝕃𝕆 𝕀𝕀𝕀

𝕰𝖝𝖎𝖘𝖙𝖎𝖔 𝖚𝖓 𝖆𝖓𝖌𝖊𝖑 𝖖𝖚𝖊 𝖕𝖊𝖗𝖉𝖎𝖔 𝖘𝖚 𝖇𝖗𝖎𝖑𝖑𝖔, 𝖕𝖊𝖗𝖔, 𝖚𝖓 𝖉𝖎𝖆, 𝖛𝖔𝖑𝖛𝖎𝖔 𝖆 𝖙𝖊𝖓𝖊𝖗 𝖇𝖗𝖎𝖑𝖑𝖔 𝖘𝖔𝖑𝖔 𝖕𝖔𝖗 𝖚𝖓𝖆 𝖓𝖚𝖊𝖛𝖆 𝖊𝖘𝖙𝖗𝖊𝖑𝖑𝖆 𝖖𝖚𝖊 𝖛𝖎𝖓𝖔 𝖕𝖊𝖗𝖔 𝖈𝖔𝖒𝖔 𝖙𝖆𝖑 𝖓𝖔 𝖉𝖚𝖗𝖆𝖗𝖎𝖆 𝖊𝖑. 𝖄 𝖊𝖘𝖕𝖊𝖗𝖆𝖇𝖆 𝖚𝖓 𝖒𝖎𝖑𝖆𝖌𝖗𝖔.

𝕾𝖔𝖑𝖔 𝖘𝖚𝖘𝖚𝖗𝖗𝖔: "𝕮𝖚𝖎𝖉𝖆𝖑𝖆, 𝖊𝖓 𝖒𝖎 𝖑𝖚𝖌𝖆𝖗". 𝕯𝖊𝖘𝖕𝖚𝖊𝖘 𝖉𝖊𝖘𝖆𝖕𝖆𝖗𝖊𝖈𝖎𝖔

𝙀𝙡 𝙡𝙖𝙢𝙚𝙣𝙩𝙤 𝙙𝙚 𝙪𝙣 𝙖𝙣𝙜𝙚𝙡

Héctor miraba aburrido el lugar, estaba caminando en su propio territorio. Nadie de aquí conocía su persona, agradecía al lucifer nunca a ver estado en un lugar de publicidad o algo así. Pero algo le decía que pasaría algo interesante y no se equivoco.

— ¡¡Ahh!! - con rapidez atrapó entre as brazos largos el cuerpo de un demonio.

La forma demoníaca albina con blanco, pero en su personal. Este demonio tenía un físico de una araña con pecho al parecer.

— Bienvenido, - dice bajando con cuidado a la Araña sacudiendo su ropa a tu propio infierno, no hay reglas… A
A excepción de una salvar tu vida

Estaba listo para irse hasta que sintió que le tocaba el hombro, miro sobre su hombro a la araña.

– ¿Es verdad?, ¿esto es el infierno?.  - su voz se escuchaba desconsertando y tal parece nerviosa.

— si, no es como lo pintan los humanos. Fuego, demonios que torturan hasta que ruegues por dios y todo eso - le da poca importancia pero ríe de buen humor -. No es el infierno de sus sueños, pero es algo.

— N-No te vayas - súplica deteniendo el andar del rubio mirándolo con un leve interés. - Are lo que sea.

“Por favor, are lo que sea pero deja a la niña”
No supo como. Pero el rostro de aquel demonio fue replanzada por un chico joven. Tal vez un adolecente, cabello oscuro y ojos marrones claros. Su físico era tan delgado y sus ojos parecían estar muy exaltados, rojos y con ojeras.

La vestimenta parecía estar deteriorada, pero vacilaba a alguien enfrente suyo, suplicando. Aún cuando Héctor sabía de síntomas cuando alguien estaba drogado y éste joven lo estaba.

— pasó tanto tiempo que… - sus expresión se suaviza escuchando las súplicas del joven – veo mi rostro cuando estuve vivo.

— Y eso es todo de lo que soy bueno. Por favor. No me deje aquí - regreso a la realidad mirando como aquel demonio se puso de rodillas.

— Ven con migo.

…

Cuando Héctor cumplió quince años, fueron por así decirlo años oscuros para el. Su padre adoptivo esta más ausente en su vida y su ex madrastra trataba de visitarlo. No para una convivencia de madre e hijo. Era de algo peor.

Una vez que sucedió, trató de estar alegre con las drogas. Se hizo un adipto que su propio padre no noto. Fue que un día. Sucedió algo que rompería mentalidad con el mundo.

— ¡Malditos sin vergüenzas! - grito lleno de furia sin detenerse en golpear al otro joven.

— Eres un maniático, sueltame.

Héctor, no se detuvo en golpear el rostro, sus lágrimas escurría hasta que la policía llegó y tuvieron que separarlo con el otro tipo. En la comisaría, atrás de las rejas sentado tratando de esconderse de la mirada decepcionada de su padre.