X. CAMINOS CRUZADOS.

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La atmósfera en la casa Sainz se sentía más ligera desde la conversación entre Max y Ariadna

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La atmósfera en la casa Sainz se sentía más ligera desde la conversación entre Max y Ariadna. La tensión que había permeado su relación se había disipado un poco, y aunque no todo estaba solucionado, ambos sabían que habían dado un paso importante. Ariadna aún tenía días difíciles, pero ahora Max la acompañaba con mayor comprensión, y esa presencia le daba cierta paz. Sin embargo, la dinámica entre ellos estaba lejos de ser estable. Las sombras del accidente seguían presentes, y, de alguna manera, la brecha entre su vida antes y después del accidente se mantenía.

Esa mañana, Ariadna se encontraba en su habitación, mirando su reflejo en el espejo. Su cuerpo aún mostraba las cicatrices del accidente, no solo físicas, sino también las emocionales. Aún luchaba con su identidad: la fisioterapeuta del Atlético de Madrid que siempre había sido fuerte, segura, y capaz de manejar cualquier situación, ahora parecía rota. A veces no se reconocía a sí misma, pero otros días se aferraba a esa parte de su vida como una cuerda de salvación.

Justo cuando sus pensamientos empezaban a abrumarla, escuchó un suave golpe en la puerta. Era Carlos, su hermano mayor, siempre tan atento, siempre cuidándola.

—Ari, ¿cómo te sientes hoy? —preguntó mientras entraba a la habitación, su voz llena de cariño y preocupación.

Ariadna le ofreció una pequeña sonrisa. Sabía cuánto se preocupaba Carlos por ella, y aunque odiaba ser una carga para él, apreciaba profundamente su apoyo constante.

—Un poco mejor, Carlos. Al menos hoy no tengo fisioterapia... Eso ya es algo.

Carlos asintió, observándola cuidadosamente, como si tratara de medir su verdadero estado emocional. Después de unos segundos de silencio, se acercó y se sentó a su lado.

—Ari, quería hablar contigo sobre Max.

Ariadna lo miró con curiosidad. Sabía que Carlos era protector con ella, especialmente después del accidente, pero su relación con Max siempre había sido algo que él observaba desde las sombras.

—¿Qué pasa con él? —preguntó, algo preocupada.

—Mira, sé que las cosas entre ustedes han sido complicadas desde que te encontró en esa sesión de rehabilitación —dijo Carlos con cautela—. Y sé que te está costando abrirte por completo. No te estoy presionando para que lo hagas, pero quiero que sepas que Max te quiere mucho. Lo noto, y aunque a veces no lo dice con palabras, sus acciones lo dejan claro.

Ariadna se quedó en silencio por un momento, procesando lo que Carlos había dicho. Sabía que Max se preocupaba por ella, y que había estado a su lado incluso cuando ella no se lo merecía. Pero una parte de ella seguía sintiendo miedo, miedo de perderlo si le contaba todo lo que había vivido, si le mostraba las partes más rotas de su alma.

—Lo sé, Carlos —murmuró—. Max ha sido increíble. Pero a veces me pregunto si realmente puedo ser esa persona para él. Si soy la misma Ariadna que era antes del accidente.

Renacer entre el dolor.     1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora