XI. REVELACIONES Y DUDAS.

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La relación entre Max y Ariadna había cambiado desde su última conversación

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La relación entre Max y Ariadna había cambiado desde su última conversación. Aunque todavía quedaban muchas heridas abiertas, ambos se estaban esforzando por encontrar un nuevo equilibrio. Para Max, era difícil ver cómo Ariadna se debatía entre su recuperación física y emocional, pero no quería presionarla más de lo necesario. Sabía que necesitaba tiempo, y estaba dispuesto a dárselo.

Era una mañana soleada cuando Carlos Sainz recibió una llamada inesperada en su teléfono. Al ver el número en pantalla, frunció el ceño y se apartó de la mesa donde desayunaba con Ariadna y sus padres.

—Es el entrenador del Atlético —dijo brevemente, antes de salir a contestar.

Ariadna lo observó marcharse, notando la preocupación en su rostro. Había sido extraño no recibir noticias del club durante semanas, y aunque no lo decía abiertamente, ella también se sentía inquieta por lo que significaba su futuro como fisioterapeuta del equipo. ¿Estaba su puesto en peligro después de su larga ausencia? ¿Habían encontrado a alguien más para sustituirla?

Carlos volvió unos minutos más tarde, con una expresión más seria de lo habitual.

—Ari, tenemos que hablar sobre tu futuro en el Atlético —dijo directamente.

Ariadna sintió que su estómago se hundía. Había temido esta conversación, pero sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarla.

—¿Qué pasa? —preguntó, tratando de mantener la calma.

Carlos se sentó frente a ella, su rostro una mezcla de preocupación y apoyo.

—Me han dicho que el club está preocupado por tu recuperación. Entienden que has pasado por mucho, pero están dudando sobre si podrás volver a trabajar al nivel que requiere el equipo. Quieren saber cuál es tu plan a largo plazo.

Las palabras de Carlos cayeron como una losa sobre Ariadna. Sabía que había sido un tiempo largo desde el accidente, y aunque había trabajado duro en su rehabilitación, su progreso no había sido tan rápido como esperaba. Todavía había días en los que caminar le resultaba doloroso, y el miedo a no ser capaz de regresar a su trabajo la atormentaba.

—Pero... estoy mejorando, Carlos —dijo, con un tono que sonaba más como una súplica—. No es fácil, pero cada día me esfuerzo más. No pueden quitarme el trabajo por algo que no puedo controlar.

Carlos la miró con empatía.

—Lo sé, Ari. Nadie está diciendo que no lo mereces, pero el Atlético es un club grande. Tienen una presión constante para mantener a los mejores en todas las áreas, y sé que ellos no quieren presionarte, pero necesitan saber si podrás volver al nivel de antes.

Ariadna bajó la mirada, las palabras de su hermano calando profundamente en su corazón. Sabía que su situación era difícil, pero siempre había creído que el equipo le daría tiempo. Pero la realidad era que el mundo del deporte era exigente, y a veces no había lugar para segundas oportunidades.

Antes de que pudiera decir algo más, el sonido de un motor familiar resonó en la entrada. Max acababa de llegar. Carlos se levantó, dándole una palmada en el hombro a su hermana.

—Hablaremos de esto después, Ari. No te preocupes ahora. Solo piensa en lo que realmente quieres hacer —dijo suavemente antes de salir a saludar a Max.

Cuando Max entró, llevaba su habitual aire despreocupado, pero al ver la expresión en el rostro de Ariadna, su sonrisa desapareció.

—¿Qué pasa? —preguntó, acercándose a ella y tomando asiento a su lado.

Ariadna suspiró, pasando una mano por su cabello. No quería cargarlo con más problemas, pero sabía que no podía evitar hablar del tema.

—El Atlético está dudando si podré volver a mi puesto —confesó, su voz débil—. Están preocupados porque mi recuperación no ha sido tan rápida como esperaban, y eso me pone en una situación complicada. No sé si podré cumplir con sus expectativas.

Max la miró fijamente, procesando lo que acababa de escuchar. Sabía lo mucho que significaba ese trabajo para Ariadna, lo mucho que había luchado por llegar a donde estaba. Y aunque entendía las exigencias del mundo del deporte, le enfurecía que ella tuviera que enfrentar una presión tan abrumadora mientras aún lidiaba con las secuelas del accidente.

—Ari, no tienes que hacer esto sola —dijo Max con firmeza—. Y no puedes dejar que te presionen. Si necesitas más tiempo, entonces lo tomas. Nadie puede obligarte a apresurar tu recuperación.

Ariadna lo miró, con los ojos llenos de incertidumbre.

—Lo sé, pero no es tan sencillo. Este trabajo es todo para mí, Max. Es mi carrera, mi vida. Si lo pierdo... no sé qué haré.

Max suspiró, su corazón dolido al ver a Ariadna tan vulnerable. Quería protegerla, solucionar todo para ella, pero sabía que algunas cosas estaban fuera de su control.

—Voy a estar a tu lado, sin importar lo que decidas —le dijo con suavidad—. Pero no te castigues por algo que no puedes controlar. Si el Atlético no puede esperar por ti, entonces no merecen tenerte en su equipo.

Ariadna sonrió débilmente ante sus palabras, pero el peso de la situación seguía presente en su pecho.

—Gracias, Max —susurró—. Solo... necesito tiempo para pensar.

Max asintió, sabiendo que lo mejor era darle su espacio. La abrazó con delicadeza, y aunque el contacto fue reconfortante, Ariadna no podía dejar de sentir la presión acumulándose dentro de ella.

Más tarde ese día, cuando Max se fue para sus entrenamientos, Ariadna decidió salir a dar un paseo por el campo cercano. Necesitaba claridad, aire fresco, algo que la ayudara a despejar su mente. Mientras caminaba por el sendero, las palabras de Carlos resonaban en su cabeza. ¿Qué haría si no pudiera volver al Atlético? ¿Qué significaba eso para su futuro?

Sin darse cuenta, sus pasos la llevaron hasta el pequeño lago donde solía pasar tiempo antes del accidente. Se detuvo en la orilla, mirando su reflejo en el agua. Las cicatrices en su cuerpo eran un recordatorio constante de lo que había pasado, pero también eran un testamento de su supervivencia. Había logrado tanto, pero aún sentía que no era suficiente.

Mientras se sentaba en una roca, su teléfono vibró en su bolsillo. Era un mensaje de Marcos Llorente.

"Ari, ¿cómo estás? Sé que hoy fue difícil para ti. Si necesitas hablar, aquí estoy."

Ariadna sonrió levemente. Marcos siempre había sido un amigo increíble, y aunque a veces sentía que no merecía tanta preocupación de su parte, le reconfortaba saber que tenía personas en su vida que realmente se preocupaban por ella.

Le respondió brevemente, agradeciendo su apoyo, pero diciendo que necesitaba tiempo para pensar. Mientras guardaba el teléfono, se dio cuenta de algo importante: no podía dejar que las decisiones del Atlético definieran su valor.

La verdad era que había superado lo imposible. Había sobrevivido a un accidente que casi le quitó la vida, y estaba haciendo todo lo posible por reconstruirla. Tal vez nunca volvería a ser la fisioterapeuta que había sido antes, pero eso no significaba que su carrera estaba terminada. Si el Atlético no podía ver su valor, entonces tal vez no era el lugar para ella.

Con esa idea en mente, se levantó, sintiendo un renovado sentido de propósito. Su futuro no estaba escrito aún, pero ella tenía el poder de decidir hacia dónde iría. Y con personas como Max, Carlos y sus amigos a su lado, sabía que no tendría que enfrentar ese camino sola.

Ariadna mirando el horizonte, dispuesta a tomar el control de su destino, sin importar lo que viniera.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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Renacer entre el dolor.     1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora