IV. REPROCHES.

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El aire en la sala de estar seguía denso tras la revelación de Carlos sobre el accidente de su hermana Ariadna

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El aire en la sala de estar seguía denso tras la revelación de Carlos sobre el accidente de su hermana Ariadna. Aunque los pilotos comenzaban a asimilar lo que habían escuchado, la tensión no se desvanecía del todo. Charles y George, dos de los amigos más cercanos de Carlos, seguían mostrándose visiblemente afectados. Ambos pilotos, quienes consideraban a Carlos como un hermano más, no podían ocultar su decepción.

Charles fue el primero en romper el silencio, su mirada fija en Carlos con una mezcla de tristeza y confusión. Aunque sabía que lo que había contado era doloroso, no podía evitar sentir que había sido apartado de algo fundamental en la vida de su amigo.

—Carlos, entiendo que quisieras proteger a tu hermana —comenzó Charles, sus palabras cuidadosas pero cargadas de emoción—. Pero no puedo evitar sentirme... traicionado. Nos conocemos desde hace años, hemos compartido tantas cosas... y no sabía que tenías una hermana, ni lo que le había pasado.

Carlos respiró profundamente. Sabía que las palabras de Charles provenían de un lugar de amistad y lealtad, pero eso no hacía que el peso de sus reproches fuera más fácil de soportar.

—Charles, nunca quise apartarlos de esto —respondió Carlos, su voz un poco más suave de lo habitual—. Pero no era algo que podía compartir en ese momento. Mi familia tomó una decisión para proteger a Ariadna de la atención pública. Fue una situación muy delicada... y difícil de manejar.

George, que hasta ese momento había permanecido en silencio, frunció el ceño mientras cruzaba los brazos, su postura tensa.

—Pero, Carlos —interrumpió George—, somos tus amigos. Hemos estado contigo en las buenas y en las malas. ¿No crees que merecíamos saber lo que estaba pasando? —La voz de George estaba calmada, pero su tono dejaba entrever la decepción—. Hemos sido un equipo, en la pista y fuera de ella. Me duele pensar que no confiaste en nosotros con algo tan importante.

Carlos bajó la mirada por un momento, el peso de la culpa comenzando a asentarse en su conciencia. Sabía que había lastimado a sus amigos, pero también sabía que en su momento no había visto otra opción. La protección de Ariadna había sido su prioridad absoluta, incluso si eso significaba ocultar la verdad a las personas más cercanas a él.

Lando, quien estaba sentado en el borde de un sillón, se inclinó hacia adelante, su expresión más preocupada que molesta. A diferencia de Charles y George, Lando no sentía la misma intensidad en su reacción, pero aún así le costaba procesar lo que estaba escuchando.

—Yo lo entiendo hasta cierto punto —dijo Lando, su tono más conciliador—. Proteger a tu hermana es importante, y sé lo horrible que debió ser todo eso para ti y tu familia. Pero... nosotros estamos aquí para apoyarte, Carlos. Es lo que hacemos. No necesitas cargar todo el peso tú solo.

Carlos se sintió atrapado entre las palabras de sus amigos. Sabía que estaban en lo correcto al sentir que había faltado confianza, pero al mismo tiempo, cada vez que recordaba el estado en el que había encontrado a Ariadna después del accidente, se reafirmaba en que había tomado la decisión correcta.

Renacer entre el dolor.     1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora