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—¡Te estoy esperando, Yume! —rugió Yin, el gran lobo alfa, con una voz profunda y resonante que vibró en el aire. Estaba en posición de ataque, sus enormes patas clavadas firmemente en el suelo mientras sus ojos heterocromaticos brillaban bajo la luz de la luna llena.

Frente a él, Yume, una adolescente de cabellos oscuros y mechones blancos, respiraba agitadamente, su corazón latiendo con fuerza. Sin dudar, echó a correr, adoptando la postura de un lobo, apoyando las manos y pies en la tierra como si fueran sus verdaderas extremidades. En un movimiento ágil y fluido, saltó por los aires, y en el mismo instante en que su cuerpo ascendió, unas largas orejas lupinas y una cola esponjosa brotaron de su anatomía. Su transformación parcial había sido perfecta.

Los dos comenzaron a luchar con ferocidad. El choque entre la fuerza animal de Yin y la agilidad de Yume resonaba como una tormenta en el bosque. El lobo logró rasguñarle la piel varias veces, dejando líneas rojas en sus brazos y piernas. Sin embargo, Yume no retrocedía. Con dientes afilados, mordía su grueso pelaje, tirando de él con determinación. Aunque la diferencia de tamaño era notoria, ambos combatían con una igualdad sorprendente.

—¡Has mejorado, niña! —gruñó Yin mientras esquivaba uno de los golpes de la joven. Sus palabras eran de reconocimiento, algo que muy pocos lograban escuchar de él.

Yume sonrió, una sonrisa cargada de orgullo, y con un rugido que parecía más lobo que humano, lanzó un puñetazo directo a las costillas del gran lobo. Yin voló varios metros, rodando por el suelo. Mientras aún estaba tendido, la adolescente, sin perder tiempo, se subió sobre su hocico, equilibrándose con destreza sobre él.

—He aprendido del mejor —respondió ella, con una chispa juguetona en los ojos.

Sin previo aviso, Yume comenzó a lamerle el rostro, mostrando comportamientos lobunos que había adoptado durante su tiempo en la manada. Yin se rió, su risa profunda resonó como un eco en el bosque.

—Ya estás lista —dijo el lobo alfa con una mezcla de orgullo y solemnidad en su voz—. Mañana, lo haremos.

Yume lo miró con los ojos muy abiertos, apenas creyendo lo que escuchaba. Una ola de emoción recorrió su cuerpo, y sin poder contenerse, volvió a llenarlo de lamidas, incapaz de ocultar su felicidad. Iba a ser la nueva alfa. Aquello por lo que tanto había luchado estaba a punto de cumplirse.

—Señor, hay noticias —una voz interrumpió el momento.

Yin se levantó con cuidado, bajando a Yume de su hocico con delicadeza. Frente a ellos estaban Yuki y Raijin, los líderes de exploración. Yuki echó un vistazo a Yume, suspirando. Ahora que el alfa la había reconocido, tenía derecho a escuchar lo que ellos traían.

—Hemos oído que uno de los habitantes de Konoha ha desertado. Están desesperados intentando recuperarlo —informó Raijin, con una expresión grave.

Yin frunció el ceño. Miró a Yume de reojo. Sabía cuán profunda era su conexión con esa aldea, y cómo la noticia podría afectarla.

—Sasuke Uchiha es el desertor —continuó Yuki—. Los shinobi de la Hoja no lograron evitar que se fuera.

El cuerpo de Yume se tensó. Sus ojos, que brillaban con la luz de la luna, parecieron apagarse. En su mente, los recuerdos del pasado regresaron como una avalancha: ella, de niña, jugando con el joven Sasuke, Itachi y Shisui Uchiha. Recordaba a Sasuke como si hubiera sido ayer. Para ella, él había muerto junto a tantos otros en la masacre del clan Uchiha. Nunca le dijeron que había sobrevivido.

—Él... ¡él! —gritó Yume con la voz rota, empezando a hiperventilar. La ansiedad la dominó. Los lobos alrededor retrocedieron, alarmados.

Yin se acercó de inmediato, colocándose junto a ella, intentando calmarla. No era la primera vez que veía a Yume en ese estado. Él siempre había evitado que supiera de Sasuke por esta misma razón. Sabía que su corazón empático la pondría en su lugar, que ella sentiría el dolor de aquel que una vez fue su amigo.

—Tranquila, respira despacio, Yume. Respira conmigo —susurró Yin, su voz ronca ahora suave, casi paternal.

El lobo empezó a respirar de manera pausada, mostrando a Yume el ritmo que debía seguir. Poco a poco, ella lo imitó, hasta que su respiración volvió a ser controlada. Pero la tristeza seguía presente en sus ojos, y la preocupación no se había desvanecido.

—¿Saben algo más de él? —preguntó finalmente, con la voz quebrada.

Raijin y Yuki intercambiaron una mirada. Luego, con un asentimiento de Yin, el macho continuó.

—Orochimaru lo tiene. La nueva Hokage está investigando más sobre esto.

Yin suspiró, alzando la vista hacia el cielo nocturno. La gran luna llena brillaba en lo alto, poderosa, enviándole un mensaje silencioso. "Ya es hora", escuchó Yin en su mente, un susurro suave y etéreo.

—Preparen todo para el ritual —ordenó Yin, con un tono de voz firme—. Que toda la manada se reúna en el altar.

Los exploradores lo miraron con sorpresa. El ritual estaba siendo adelantado, y no poco. Pero sin cuestionar, ambos asintieron antes de desaparecer entre los árboles para cumplir la orden. Yume lo miró con ojos llenos de incertidumbre.

—¿No íbamos a hacerlo mañana? —preguntó ella, su voz llena de confusión.

Yin se acostó en el prado, estirando su gigantesco cuerpo mientras miraba a la joven. Sabía que debía explicárselo con más detalle.

—Hoy es el día, Yume. Nos uniremos bajo la luna, y tú serás la nueva alfa de la manada. Ha llegado el momento.

Los ojos de Yume se agrandaron, incrédula. Siempre supuso que el ritual ocurriría cuando cumpliera los 22, pero ahora, apenas con 19, todo se había adelantado.

—¿Estás seguro de que estoy lista para esto? —susurró, sus dudas haciendo eco en su voz.

Yin sonrió con ternura. La misma joven que acababa de derribarlo en combate ahora se mostraba insegura. Pero sabía que una vez que sus almas se unieran bajo la luna, serían más poderosos de lo que jamás habían sido. Ella tendría el poder del jutsu exclusivo del líder de la manada.

—Es tu destino, querida mía. El momento ha llegado.

Juntos, ambos comenzaron a caminar hacia el bosque. Las sombras de los árboles los envolvieron mientras desaparecían en la espesura. Desde la distancia, una mujer los observaba, sus ojos llenos de esperanza y melancolía. Una sonrisa suave apareció en sus labios mientras veía las almas de Yin y Yume, idénticas en su esencia.

—Espero que esto repare algunos de mis errores... —susurró la figura antes de desvanecerse como el viento en la noche.

Pronto, la ceremonia que convertiría a Yume en la nueva alfa de la manada comenzaría, y con ella, el destino de todos cambiaría.

MoonligthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora