Esta mañana he vuelto temprano de la universidad y tras subir corriendo a saludar a mi abuelo, he quedado con Maica en la cafetería del hospital. Pero para mi sorpresa me encuentro al ejecutor en el ascensor lleno de gente. Llevamos un par de días sin vernos, desde que me devoró en mi cama como un hombre hambriento y puedo apreciar cómo sus pupilas se dilatan peligrosamente al verme aparecer.
La gente se abre a mi paso, dejándome sitio frente a él. Su aura se incrementa entre estas cuatro paredes, amenazante y oscuro. Su traje negro no ayuda a disminuir la tensión del ambiente, y su ceño fruncido tampoco.
Dejo caer la mochila de mi espalda, cuando entra más gente al ascensor, apretando hacia el fondo, apretándome hacia el hombre que vibra peligrosamente a mi espalda. Puedo sentir como se inclina levemente sobre mi cabeza, oliendo mi cabello, haciéndome temblar al recordar su boca en mi sexo.
Mi piel se eriza cuando siento sus dedos acariciar la parte inferior de mi muslo desnudo, levantando mi vestido sin que nadie a nuestro alrededor sea consciente de su caricia. Muerdo mis labios por su atrevimiento, colándose bajo mi falda con demasiada facilidad, doy un paso atrás, ocultando su mano entre nuestros cuerpos, provocandolo cuando trago saliva, ansiosa por volver a sentirlo.
El ascensor se detiene en cada planta, y en cada una sube más gente, apretándonos hacia el fondo, apretando mis nalgas sobre su dureza. Sus dedos hábiles suben hasta rozarme las bragas, acariciándome el borde del elástico, clavando mis uñas en la mochila que llevo sujeta contra el pecho, ocultando mis pezones.
Su aliento acaricia mi oreja cuando se inclina sobre mi hombro, y necesito apretar los muslos, mojados con mi humedad.
—¿Has hecho la lista?
Necesito cerrar los ojos y controlar mi respiración, al oírlo ronco.
—No —apenas me sale la voz cuando sus dedos bajan por mis nalgas, apartando mis bragas y acariciando mi humedad.
Pero se detiene cuando el ascensor llega a la planta baja y todo el mundo sale disparada. Me empuja hacia fuera con la misma mano que antes me torturaba, ahora apoyada en mi espalda de forma recatada.
—¡TINA! —la voz de Maica me saca del trance de su contacto y la veo correr desde la puerta principal del hospital, abrazándome en cuanto llega a mi altura. —¿Por qué no me has avisado antes?
—No quería molestar, se que estas con los exámenes —le hablo sin soltarla, ahora mismo soy capaz de venirme abajo con la montaña rusa de emociones que vibra en mi pecho.
—Por favor, Tina, soy tu amiga, joder —me achuca entre sus brazos, haciéndome jadear por el apretón. —Me duele que no me lo hayas contado antes.
—Lo siento —me separo tímidamente, quitándome las lágrimas que amenazan con derramarse por mis mejillas.
—¿Cómo está? —me mira con la preocupación en sus ojos y soy consciente de que no viene sola, un chico joven la acompaña en silencio. —¡Ay! Perdona, este es Roberto.
ESTÁS LEYENDO
Una Joven Tentación (+18)
Romance¿Que harías si te enamoras del hombre encargado de protegerte?