Da un portazo cuando entro al coche. Está enfadado, ¿pero por qué? ¿por el tipo de antes?
–¿Ha pasado algo? —me empiezo a preocupar cuando sube al coche sin dirigirme una palabra.
Silencio.
Silencio más incómodo.
–¿Por qué estás enfadado conmigo? —se me ralentiza un poco la lengua por el alcohol, pero he conseguido vocalizar sin trabarme.
–Estás borracha y son las dos de la mañana —un resoplido sale de su garganta y me enfado.
–No estoy borracha, solo un poco mareada...y no sabía que tenía toque de queda.
Me mira durante un segundo por el espejo del retrovisor y no soy capaz de identificar su mirada, estoy peor de lo que pensaba pero no voy a darle la razón.
–No me lleves de vuelta a casa, por favor —mi voz es apenas un susurro pero mi petición lo ha sorprendido y frena un poco el coche.
–¿Y a dónde quieres que te lleve?
–No lo sé, donde tú quieras, pero no quiero...no puedo volver ahora, siento que me ahogo en esa casa.
Asiente y conduce en silencio, guiándome por la ciudad sin rumbo. Cierro los ojos, apoyando mi cabeza en la ventanilla del Escalde mientras las luces de una ciudad que no duerme se reflejan en mi rostro.
–Tu abuelo debería saber lo que pasó.
–No, no puede enterarse, Marco, por favor, no le digas nada —no me mira, y estiro la mano, incorporándome en el asiento hasta agarrar su brazo, llamando su atención. —Prometeme que guardarás el secreto.
Me mira durante unos segundos por encima del hombro y asiente, pero me cuesta soltarlo, me gusta demasiado tocarlo ¿desde cuando siento esta atracción?
Pero antes de saber que ocurre empiezo a llorar, las lágrimas se deslizan por mis mejillas, silenciosas, sin llanto, solo caen mojando mi cara.
—¿Quién eran los tipos del bar?
—No lo sé, Maica los invito a sentarse con nosotras —intento limpiarme las mejillas con el dorso de mi mano sin que Marco se de cuenta.
—El imbécil tenía interés en ti —su voz rasga el aire y me sorprende, ¿noto celos?
—Sería por el alcohol, iba bastante pasado.
—¿Por qué te menosprecias tanto?
Lo miro, sorprendida por sus palabras.
—No sé de qué me hablas —intento disimular por el cristal, pero sus ojos se clavan en mí desde el espejo retrovisor.
—Eres una mujer hermosa, ¿porque dudas de ti misma?
Levanto los hombros en señal de indiferencia y me quedo pensando mirando las luces pasar.
—No puedo creer que seas tan ingenua —esas palabras me molestan más de lo que hubiera imaginado y lo miro echa una furia.
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Una Joven Tentación (+18)
Romantizm¿Que harías si te enamoras del hombre encargado de protegerte?