Capítulo 3

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            ¿Qué si huí como una cobarde de ese auditorio? Si, por supuesto que lo hice

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¿Qué si huí como una cobarde de ese auditorio? Si, por supuesto que lo hice. No me esperaba encontrar a Rhodes ahí, mucho menos esperaba que me escuchara recitar esas estúpidas palabras.

De todos los estudiantes en Benfield ¿por qué tuvo que ser él?

No hemos entablado una conversación normal en años, sólo nos dedicamos a evitarnos cuando nos encontramos en el pasillo a excepción de aquella vez que nos emparejaron en el laboratorio durante un examen donde lo único que intercambiábamos eran las medidas de los químicos y las instrucciones en el papel. ¿Y ahora de repente aparece como un fantasma detrás del telón después de escucharme decir posiblemente las palabras más vergonzosas que pude haber dicho?

No es un secreto que Rhodes y yo éramos inseparables de niños, luego un día todo terminó y cada uno siguió su propio camino. ¿Qué si desarrollé una especie de atracción hacia él cuando aquel primer día de secundaría llegó cambiado por completo luego de pasar un verano con su padre en Carolina del Norte?

Algo así.

Creo que la gran mayoría lo hizo. Su cabello estaba un poco más corto de lo normal, bajó de peso, su ortodoncia le dejó una sonrisa impresionante y se puso unas argollas en las orejas que aún le quedan geniales. Aun con catorce años, su estilo no pasaba desapercibido. Su aspecto mejoró tanto que creó cierta popularidad, como un juguete nuevo, hasta que todo volvió a la normalidad más su presencia continua siendo objeto de miradas.

Rhodes tiene ese efecto en la gente. Ese que crea cierta atracción inexplicable hacia él y no sabes por qué, sólo que no puedes dejar de mirarlo o querer conocerle. Rhodes no es inalcanzable pero lo parece.

Tuvo una época de rebeldía que lo hacía más atractivo sin embargo hace un año está en proceso de cambio luego de casi ser expulsado. Suele ser simpático a veces, siempre está en sus cosas y no le importa lo que digan de él.

No obstante, suprimí esa especie de atracción y creé un escudo a mi alrededor a partir del cual sólo lo veo como un pedazo de moco pegado en la pared. De nuevo, todo volvió a la normalidad. Aquella donde nos encargamos de mantener la distancia y nos enfocamos en lo nuestro, detestándonos como de costumbre. En efecto, Rhodes es una persona con la que no quiero tener nada que ver y con quien no me relacionaría, es por eso que cuento los días hasta irme de la ciudad y no tener que verlo cada día.

— ¿Filipa?

— ¿Qué? —Salto en mi lugar. El rostro de Rhodes aparece en mi campo visual y por un instante todo se vuelve muy confuso.

—Hola, ¿estás ocupada? —Pregunta con su mano firme en el asa de su mochila negra.

¿Por qué está hablándome?

—Leo. —Levanto mi libro de comics sin despegar la vista de su rostro. No es que no quiera dejar de mirarlo es que creo que me paralicé de la sorpresa.

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