Capítulo 2

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¿Cuáles son las probabilidades de que salga un roedor desde la rejilla sobre los casilleros? Pocas

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¿Cuáles son las probabilidades de que salga un roedor desde la rejilla sobre los casilleros? Pocas. Menos del 5%, pero no nulas. He estado oyendo sonidos provenientes de allí los últimos días y creo que son ratas. Me gustaría saber qué pasaría si realmente fueran ratas. Quinn probablemente gritaría con esa voz chillona que tiene y Fred, el conserje, vendría con su trapeador viejo, porque el nuevo aún está guardado, e intentaría matarla con una pésima puntería.

Tal vez eso sería lo más interesante que llegue a pasar en este lugar.

—Rhodes, la cagué.

Arlo aparece apenas cierro la puerta de mi casillero pero ni siquiera me detengo a escucharlo. Tengo cosas más importantes que hacer como ir a la clase de ciencias y pretender saber mezclar químicos hasta que suene la campana.

— ¿Me oyes? Esta vez no voy a salvarme. Algo en mí me decía que no valía la pena pero la parte oscura me dijo hazlo porque será divertido —habla con rapidez—. Y esa es la parte que rige en mi cerebro.

—Si sabías las consecuencias ¿para qué lo hiciste? —Digo mientras guardo el libro de álgebra en mi bolso.

— ¿No me escuchaste?

Se entromete en mi camino y coloca su espalda sobre los casilleros junto a nosotros, mirándome desolado.

—Porque la otra parte de mí me dijo que era divertido.

—Deberías ir al terapeuta que tu madre te consiguió. —Emprendo mi camino hacia el salón del pasillo cerca de los baños.

—Aun no es tiempo para eso —escucho detrás de mí—. Ella cree que la terapia es la respuesta para todo.

— ¿Y qué lo es si no es eso? —Pregunto distraído.

— ¿Drogas? —Responde antes de sonreír.

Bufo y sacudo mi cabeza—. Daría lo que sea para que el tío Roger hubiera estado aquí para escucharte decir eso.

—A eso es lo que voy —golpea mi brazo—. Papá va a matarme. No, peor, cumplirá su promesa de enviarme al campamento militar, dijo que ya tengo una vacante esperándome.

Le doy una sonrisa y palmeo su hombro.

—Entonces buen viaje.

—Rhodes, por favor. —Se coloca frente a mí suplicando.

Suelto un largo suspiro.

— ¿Qué hiciste?

Rebusca en su bolsillo y saca un pequeño objeto—. Le robé a Jones su encendedor pero, cuando lo buscaba, encontré las respuestas del examen del miércoles y les saqué fotos.

— ¿Por qué demonios le robaste el encendedor? —El Sr. Jones, profesor de química, es bastante celoso con sus cosas además de un ávido fumador. Y este es su encendedor de la suerte, o al menos siempre dice eso.

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